domingo, 24 de febrero de 2019

SEMANA VII. TIEMPO ORDINARIO

MARTES, 26 DE FEBRERO

Marcos 9,29-36
30Se fueron de allí y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, 31porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
32Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
33Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?
34Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. 35Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. 36Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: 37El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

COMENTARIO
30Se fueron de allí y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, 31porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Viaje hasta Cafarnaún. Mientras caminan a través de Galilea, el inte­rés de Jesús está centrado en los discípulos. Ante la incomprensión que estos siguen mostrando, Jesús reitera la enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre. Expresión que lo designa a Él y, tras Él, a sus segui­dores. Jesús anuncia la entrega, muerte y resurrección del Hijo del hombre.  Las palabras de Jesús carecen de todo deta­lle que las vincule a un pueblo o agente determinado. Esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier cultura.
Se establece por primera vez la oposición entre el Hijo del hombre, el Hombre en su plenitud, y hombres que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el hecho de la muerte, lo matarán; y después de muerto, pero para vaciarla de su contenido. Jesús resalta la resurrección, la continuidad de la vida. Jesús quiere calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que esta no es una amenaza ni un fracaso, porque no es el final. A pesar del aparente fracaso de la muerte, lo definitivo es la Resurrección.

32Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. 33Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?
La incomprensión de los discípulos es total, son reacios a las palabras de Jesús. Tienen miedo de preguntar a Jesús.  Intuyen que la explicación no correspondería a su expectativa de triunfo. No ven sen­tido en una vida después de la muerte. Llegan a Cafarnaún.
La casa/hogar en Cafarnaún es figura de la comunidad de Jesús, que integra a los dos grupos de seguidores, discípulos y pecadores. Jesús hace a los discípulos una pregunta que va a resultarles embarazosa.

34Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
El silencio de ellos revela su ofuscación y lo improcedente del tema que han discutido: quién tenía rango superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición de privilegio, del poder, a la que incita el sistema jerárquico judío, radicalmente opuesta a la enseñanza anterior de Jesús.

35Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Jesús se sentó, porque esta casa/comunidad es su morada estable; si, estando en la misma casa, tiene que llamar a los Doce (los mismos discí­pulos en cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están distan­ciados de él, aunque no físicamente. Su lejanía está causada por su resis­tencia a aceptar el destino del Hijo del hombre. Jesús va a recordarles lo que significa estar con Él (Mc 3,14).
En primer lugar, los corrige. Han de renunciar a toda pretensión de categoría. Usa para ello la oposición ser primero-ser último de todos y servi­dor de todos. Quien se hace último de todos y servidor de todos tiene la misma actitud de Jesús y se coloca a la cabeza de los demás, primero. Es decir, sigue a Jesús más de cerca. Hacerse último y servidor equivale a renegar de sí mismo renunciando a toda ambición egoísta, primera condición del seguimiento (Mc 8,34).

36Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: 37El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
La palabra que casi siempre nos traducen las biblias es niño. Habría que traducir mejor por “servidor pequeño”, el que sirve a los siervos”. No pensemos solo en un niño. Es al mismo tiempo el último de todos, por su edad, y el servidor de todos, por su oficio. Jesús realiza las siguientes acciones y dice estas palabras:
-          Jesús toma/coge y acoge: Jesús no necesita llamarlo, porque está a su lado, está con él, tiene su misma actitud. Su presencia en la casa/comuni­dad, sin pertenecer al grupo de los Doce, indica que niño/siervo repre­senta al otro grupo de seguidores, los que no proceden del judaísmo.
-          Lo pone en medio, como modelo para los discípulos;
-          Lo abrazó, gesto de amor e identificación, que corres­ponde a la relación anunciada por Jesús para con todo el que realiza el designio de Dios.
Les dijo… Cuando son enviados (el que acoge, Mc 6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y del Padre. 

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