MARTES, 26 DE FEBRERO
Marcos 9,29-36
30Se fueron de allí y atravesaron Galilea; no quería que
nadie se enterase, 31porque iba instruyendo a sus discípulos. Les
decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo
matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
32Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo
preguntarle.
33Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
¿De qué discutíais por el camino?
34Ellos callaban, pues por el camino habían discutido
quién era el más importante. 35Se sentó, llamó a los Doce y les
dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de
todos. 36Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y
les dijo: 37El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge
a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
COMENTARIO
30Se fueron de allí y atravesaron Galilea; no quería que
nadie se enterase, 31porque iba instruyendo a sus discípulos. Les
decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo
matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Viaje hasta Cafarnaún.
Mientras caminan a través de Galilea, el interés de Jesús está centrado en los
discípulos. Ante la incomprensión que estos siguen mostrando, Jesús reitera la
enseñanza sobre el destino del Hijo del
hombre. Expresión que lo designa a Él y, tras Él, a sus seguidores. Jesús
anuncia la entrega, muerte y resurrección
del Hijo del hombre. Las palabras de
Jesús carecen de todo detalle que las vincule a un pueblo o agente
determinado. Esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier cultura.
Se establece por primera vez
la oposición entre el Hijo del hombre,
el Hombre en su plenitud, y hombres
que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el hecho de la muerte, lo
matarán; y después de muerto, pero para vaciarla de su contenido. Jesús
resalta la resurrección, la
continuidad de la vida. Jesús quiere calmar la angustia de sus discípulos ante
la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que esta no
es una amenaza ni un fracaso, porque no es el final. A pesar del aparente
fracaso de la muerte, lo definitivo es la Resurrección.
32Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo
preguntarle. 33Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les
preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?
La incomprensión de los discípulos es total, son reacios a las
palabras de Jesús. Tienen miedo de preguntar a Jesús. Intuyen que la explicación no correspondería
a su expectativa de triunfo. No ven sentido en una vida después de la muerte.
Llegan a Cafarnaún.
La casa/hogar en Cafarnaún es figura de la comunidad de
Jesús, que integra a los dos grupos de seguidores, discípulos y pecadores.
Jesús hace a los discípulos una pregunta que va a resultarles embarazosa.
34Ellos
callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
El silencio de ellos revela
su ofuscación y lo improcedente del tema que han discutido: quién tenía rango
superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición de
privilegio, del poder, a la que incita el sistema jerárquico judío,
radicalmente opuesta a la enseñanza anterior de Jesús.
35Se sentó,
llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos.
Jesús se sentó, porque
esta casa/comunidad es su morada
estable; si, estando en la misma casa, tiene que llamar a los Doce (los
mismos discípulos en cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están
distanciados de él, aunque no físicamente. Su lejanía está causada por su
resistencia a aceptar el destino del Hijo del hombre. Jesús va a recordarles
lo que significa estar con Él (Mc
3,14).
En primer lugar, los
corrige. Han de renunciar a toda pretensión de categoría. Usa para ello la
oposición ser primero-ser último de todos y servidor de todos. Quien se
hace último de todos y servidor de todos tiene la misma actitud de Jesús
y se coloca a la cabeza de los demás, primero. Es decir, sigue a Jesús más de cerca. Hacerse último y servidor equivale a renegar de sí mismo renunciando a toda ambición egoísta, primera
condición del seguimiento (Mc 8,34).
36Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo
abrazó y les dijo: 37El que acoge a un niño como este en mi nombre,
me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha
enviado.
La palabra que casi siempre
nos traducen las biblias es niño.
Habría que traducir mejor por “servidor pequeño”, el que sirve a los siervos”.
No pensemos solo en un niño. Es al mismo tiempo el último de todos, por su
edad, y el servidor de todos, por su oficio. Jesús realiza las siguientes
acciones y dice estas palabras:
-
Jesús toma/coge
y acoge: Jesús no necesita llamarlo,
porque está a su lado, está con él,
tiene su misma actitud. Su presencia en la casa/comunidad, sin pertenecer al
grupo de los Doce, indica que niño/siervo representa al otro grupo de
seguidores, los que no proceden del judaísmo.
-
Lo pone en
medio, como modelo para los discípulos;
-
Lo abrazó, gesto de amor e
identificación, que corresponde a la relación anunciada por Jesús para con
todo el que realiza el designio de Dios.
Les dijo… Cuando son enviados (el que acoge, Mc
6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y
del Padre.
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