domingo, 24 de febrero de 2019

SEMANA VIII. TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO, 2 DE MARZO


Marcos 10,13-16
13Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. 14Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el Reino de Dios. 15En verdad os digo que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. 16Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

COMENTARIO
13Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Niños, como en Mc 9,36 se refiere a los nuevos seguidores de Jesús, no procedentes del judaísmo, que aceptan plenamente su mensaje. Los discípulos quie­ren impedir que se acerquen a Jesús y les amenazan como si tuviesen un mal espíritu. Aparece de nuevo la tensión entre los dos grupos: discípulos provenientes del judaísmo y discípulos no judíos.

14Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el Reino de Dios.
Jesús se enfada. Su prohibición: no se lo impidáis, relaciona este relato con la del exorcista (Mc 9,39), figura de un seguidor no israelita. Tienen derecho al contacto con Jesús porque, gracias a su opción, Dios reina sobre ellos.  De los que son como ellos, es decir, de los que se hacen últimos de todos y servidores de todos.

15En verdad os digo que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Jesús termina con un dicho solemne, en verdad os digo: La actitud de estos seguidores es la necesaria para entrar en el Reino, cuya primicia es la comunidad cristiana. Para ellos, el Reino ya no está cerca. Su opción por Jesús ha colmado la distancia que lo separaba y entran en él. Son modelo de aceptación/acogida del reinado de Dios.

16Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Como hizo Jesús antes con un niño/siervo en Mc 9,36, también aquí abraza a estos, mostrándoles su identificación y afecto. Hay relación entre abrazar y ser hermano, hermana y madre» de Jesús (Mc 3,35). Al gesto del abrazo se une la bendición de Jesús, la abun­dante comunicación de vida a los que han producido, y la imposición de manos,  la presencia del Espíritu en los que sirven.

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