VIERNES, 15 DE MARZO
Mateo 5,20-26
20Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la
de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el
que mate será reo de juicio.
22Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera
contra su hermano será procesado.
Y si uno llama a su
hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama necio,
merece la condena de la gehenna del fuego.
23Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el
altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24deja
allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
25Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras
vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y
te metan en la cárcel. 26En verdad te digo que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último céntimo.
COMENTARIO
Jesús razona,
argumenta lo que acaba de decir. La fidelidad de los discípulos ha de situarse
por encima de la de los letrados y de los fariseos. El legalismo, el
cumplimiento es insuficiente.
La puerta para entrar en el reino de Dios es
precisamente la primera de las Bienaventuranzas: Bienaventurados –felices- los
pobres en el Espíritu. Dichosos los que no se creen autosuficientes, sino
que necesitan de Dios para vivir.
Jesús ataca la
concepción de la ley mantenida por los letrados. Jesús no pretende radicalizar
la ley de Moisés, sino sacar las consecuencias de un principio: el bien del ser
humano y la creación de una nueva sociedad donde reinen las relaciones propias
del amor mutuo. Frente a la casuística, Jesús requiere la limpieza del corazón,
la actitud interior del amor a los demás, el trabajo por la paz, etc.
No basta con lo que
se dijo a los antiguos, a los que han recibido y acogido la luz el Reino han
recibido lo Nuevo, la Novedad de la Buena Noticia, es un Dios nuevo
“Padre" y un ser humano nuevo, el Hijo.
No matar es la prehistoria.
No odiar, también. Amar al enemigo significa que el mayor deseo es su bien, que
su maldad no produce odio sino dolor por
su error. Y si descubrimos odio en nuestro corazón, o vemos que alguien tiene
algo contra nosotros, arreglar esto es anterior y más importante que el mismo
culto a Dios.
Jesús plantea la
exigencia desde otro punto de vista: no vale con abstenerse de la acción
externa, la actitud interna merece ya el juicio. Para el reino se requiere la
actitud favorable hacia los demás.
La mala actitud
interior se manifiesta en el insulto. En el Reino de Dios, el desprecio
manifestado ya supone un tribunal (Sanedrín) más elevado que el mismo
homicidio. Cuando el insulto llega
excluir al otro del trato (=renegado) merece la pena definitiva.
La condena del fuego, la gehenna. Quiere decir quemadero. Se identificaba con el Valle del Gehinnon,
símbolo del castigo definitivo. Jesús advierte sobre las consecuencias para el
que no quiere reconciliarse.
Hay que
recomponerla unida rota por alguna ofensa, y esto tiene prioridad sobre todo
acto de culto. Es inútil acercarse a Dios si existe división.
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