LUNES, 4 DE MARZO
Marcos 10,17-27
17Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno
corriendo, se arrodilló ante Él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna? 18Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas
bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 19Ya sabes los mandamientos:
no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no
estafarás, honra a tu padre y a tu madre. 20Él replicó: Maestro,
todo eso lo he cumplido desde mi juventud. 21Jesús se lo quedó
mirando, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo
a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme. 22A
estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. 23Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les será entrar en el Reino
de Dios a los que tienen riquezas! 24Los discípulos quedaron
sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil es
entrar en el Reino de Dios! 25Más fácil le es a un camello pasar por
el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios. 26Ellos
se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27Jesús
se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios.
Dios lo puede todo.
COMENTARIO
17Cuando salía
Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante Él y le
preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18Jesús
le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.
Un hombre angustiado, se arrodilló ante Él, busca
solución para un problema crucial: cómo evitar que la muerte sea el final de
todo, qué hacer para tener vida después de la muerte. Reconoce en Jesús un
saber superior, maestro bueno, y cree que no puede resolver su problema y
calmar su angustia. Jesús le responde que no es necesario consultarle a él,
pues en esta cuestión, los judíos han tenido los mejores maestros: Dios.
19Ya sabes los
mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
De los diez mandamientos, Jesús omite los tres primeros,
que se refieren a Dios; le recuerda solamente los éticos, los que se refieren
al prójimo, que son independientes de todo contexto religioso. Marcos añade no
estafarás, es decir, no
privar a otro de lo que se le debe. Son mandamientos negativos, prohíben
cometer ciertas injusticias con el prójimo. En último lugar, invirtiendo el
orden, menciona el cuarto mandamiento, honra
a tu padre y a tu madre, insinuando con ello que la obligación para con la
familia no es pretexto para eximirse de
la obligación para con la humanidad. La condición mínima para superar la
muerte es, pues, no ser personalmente injusto con los demás.
20Él replicó:
Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.
Él declara que siempre ha sido fiel a
esos mandamientos. Esto hace ver que Marcos describe aquí una figura ideal, el
perfecto judío, para crear el contraste con las exigencias del mensaje de
Jesús. Él, no tiene nombre. Puede ser
cualquier hombre o mujer de cualquier tiempo.
21Jesús se lo quedó mirando, lo amó y le dijo: Una cosa te
falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en
el cielo, y luego ven y sígueme.
Jesús mostró su amor invitándolo a seguirlo,
incorporándose al grupo de discípulos, y le expone otra manera de ver la vida:
una cosa te falta; la persona está
preocupada por el más allá. Esto no basta para su desarrollo como persona. El
seguimiento de Jesús no se puede plantear en términos de ‘cumplimientos de
mínimos’ o de ‘proyectos morales’. Jesús da un paso más adelante, que no pide
la Ley: ponte en camino, sígueme.
Jesús no pide “cosas”, sino la entrega total, haciéndose último y
servidor de todos (Mc 9,35), y para ello tiene que abandonar sus riquezas, porque era muy rico. Así contribuirá a crear en este mundo una sociedad nueva,
el Reino de Dios, donde reine la justicia y el ser humano encuentre su
plenitud.
Aunque personalmente no es injusto, este hombre está
implicado, por su riqueza, en la injusticia de la sociedad. La ética propuesta
en los mandamientos de Moisés no elimina la desigualdad ni lleva a una sociedad
verdaderamente justa. Para todo seguidor de Cristo es preciso tomar la decisión
de eliminar, en cuanto esté de su parte, la injusticia. Para ello ha de
renunciar a la acumulación de bienes, lo que tienes, que crea la pobreza
de otros, la desigualdad y la dependencia humillante; dáselo a los a los
pobres, repara a nivel personal esa injusticia.
Por otra parte, la acumulación de bienes proporciona
una seguridad en el plano material, pero, al ser injusta, impide el desarrollo
humano; la verdadera riqueza y la seguridad definitiva se encuentran solo en
Dios, así tendrás un tesoro en el cielo, que
actúa a través de la solidaridad y el amor mutuo de la comunidad de Jesús, y
garantiza el desarrollo personal.
22A estas
palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
El hombre, por su apego a la riqueza, no acoge la
invitación de Jesús. Su amor a los demás es relativo, no llega al nivel
necesario para un cristiano. No está dispuesto a trabajar por un cambio social,
por una sociedad justa; la antigua le basta. Prefiere el dinero al bien del
hombre.
23Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les será entrar en el Reino
de Dios a los que tienen riquezas!
Jesús resume lo sucedido con el rico y resalta el
obstáculo que constituye la riqueza para formar parte del Reino, es decir, de
la sociedad nueva. Aquí aparece la diferencia entre la vida eterna/vida definitiva, a la que aspiraba el rico y que puede
alcanzar si evita la injusticia, y el
Reino de Dios, en el cual no entra. En concreto, es la comunidad de Jesús.
24Los discípulos quedaron sorprendidos de estas
palabras. Pero Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
25Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a
un rico entrar en el Reino de Dios.
Las palabras de Jesús siembran la sorpresa entre los discípulos: ellos piensan que en el Reino de
Dios continúan existiendo la riqueza individual y la dependencia que esta
crea. Jesús no se retracta, sino que insiste en la misma idea, a los que tienen riquezas/ a los que confían en la riqueza. Jesús se
refiere al rico no solo por tener riquezas, sino que, además, confía en
ellas, cree que son el único medio de asegurar la propia existencia.
Con una frase exagerada, más fácil es que un
camello pase por el ojo de una aguja (de las de coser), acentúa la práctica imposibilidad de
que un rico renuncie a la seguridad que le da su riqueza para contribuir a la
creación de una sociedad nueva, el Reino de Dios. O se cambia la mentalidad o
no hay Reino.
26Ellos se
espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse?
Los discípulos no se explican la propuesta de Jesús.
Se preguntan si es posible la subsistencia del grupo sin el apoyo de la riqueza
material de algunos de sus miembros (Salvarse, quiere decir subsistir,
sobrevivir).
27Jesús se les
quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo
puede todo.
Jesús les da la respuesta. Los discípulos miran la
cuestión desde el punto de vista puramente humano y la juzgan según la
experiencia de su sociedad: en ese planteamiento no hay más solución que la
riqueza para el problema de la subsistencia. Pero esta es también posible de
otro modo alternativo: con la solidaridad que produce el Reinado de Dios.
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