1º DOMINGO
Lucas 4,1-13
1En
aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante
cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, 2mientras
era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final
sintió hambre.
3Entonces
el diablo le dijo: Si eres Hijo dile a esta piedra que se convierta en pan.
4Jesús
le contestó: -Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".
5Después,
llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del
mundo, 6y el dijo: -Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque
a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. 7Si tú te arrodillas
delante de mí, todo será tuyo.
8Jesús
le contestó: -Está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás
culto".
9Entonces
lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: -Si eres Hijo
de Dios, tírate e aquí abajo, 10porque está escrito: "Encargará
a los ángeles que cuiden de ti", y también: 11"Te
sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras".
12Jesús le
contesto: - Está mandado: "No tentarás al Señor tu Dios".
13Completadas
las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
1. COMENTARIO
Lucas emplea el lenguaje de los símbolos para
expresar realidades que difícilmente podrían describirse con un lenguaje
sencillo.
·
Son
3 tentaciones. Expresa todas las
tentaciones. 3 es el número básico que engloba todo (Dios es el 3 veces santo,
Pedro niega 3 veces a Jesús, 3 anuncios de Jesús de su pasión).
·
El
diablo es el adversario por
excelencia del plan de Dios sobre la humanidad. No es otro que el espíritu de
poder y dominio vigente en la sociedad, indiferente a las desastrosas
consecuencias que acarrea el abuso de poder para la humanidad.
·
El
número 40 simboliza toda la
existencia del ser humano, que a lo largo del desierto de su vida es tentado,
al igual que el pueblo de Israel, según el Éxodo, pasó en el desierto. Representa
el tiempo de la actividad de Jesús. El empuje de la experiencia interior que ha
tenido Jesús en el Jordán, en su Bautismo, lo llevará a enfrentarse a las
falsas expectativas que la sociedad judía esperaba del Mesías.
·
El Espíritu, que es el motor de
todas las cosas en el evangelio de Lucas, es el que empuja, lo fue llevando, a Jesús al
desierto.
·
El desierto simboliza la vida
misma, lugar de tentación, pero también de salvación. La persona es caminante,
peregrina en un mundo árido sin caminos trazados de antemano.
Lucas nos describe tres tentaciones:
-
La
primera, vv.2-4, consiste en renunciar a la condición de caminante. Dato
curioso es que Jesús no habla, quien habla es la Palabra de Dios, habla con
citas de la Sagrada Escritura.
El tentador llama a Jesús Hijo de Dios como la voz que se acaba de
proclamar en el relato del Bautismo. En la tentación siempre hay algo de
verdad, pero manipulado, corrupto. Es la idea de concebir al Mesías como aquel
que utiliza su poder para calmar su hambre, renunciando a su entrega, evitando
su muerte.
Detrás de esta tentación está el episodio en
el que el pueblo de Israel, cansado de la marcha por el desierto, se acordó de
Egipto y de sus cebollas.
Es la tentación de renunciar al camino, de
pararse, de convertirse en sedentario. Es la tentación del poseer, del tener. A
los israelitas, para que no se volviesen atrás, hacia la esclavitud, fue
necesario el “milagro” del mana. Moisés les echó en cara su falta de confianza
diciendo: No solo de pan vive el hombre...
(Dt 8,3).
El tentador en esta ocasión es el pueblo. El
término pan nos traslada a la
multiplicación de los panes en el desierto (Lc 9,1ss), y por tanto, a la
eucaristía. Allí, el pueblo quiere desviar a Jesús de su camino de entrega,
quiere hacerlo rey, y Jesús vence la tentación.
-
La
prueba siguiente, vv.5-8, es que en el camino de la vida, el peregrino no vaya
como servidor, sino de poderoso. Es la tentación del poder, del honor, de la
fama, de la gloria.
Esta tentación sucede en una altura. En una altura y en el desierto, el pueblo abandonó a
Dios y se hizo un becerro de oro. Dejó de adorar a Dios y pasó a glorificarse a
sí mismo. Moisés le reprocha al pueblo, Al
Señor tu Dios adorarás y solo a él le darás culto (Dt 6,13). Son las mismas
palabras que aparecen aquí en boca de Jesús que supera la prueba. Es la
tentación del poder, del dominio, de la idolatría, del dominio sobre los demás.
El tentador ahora es la iglesia. Es la
tentación del mesianismo de poder y de gloria, tan puesto de manifiesto en este
y en el resto de los evangelios por los apóstoles.
-
La
última tentación, vv. 9-12, es en el sitio cumbre, en el templo, por eso la tentación es cambiar a Dios, cambiar el
plan de Dios. Es la tentación en el último punto del camino, cuando uno ya está
a las puertas de Dios, en su templo. La narración del AT que está detrás se
encuentra en el episodio de Masá y Meribá, donde el pueblo exige a Moisés que
le haga un prodigio para saber claramente si Dios estaba con ellos o no. Moisés
lo hace y les reprocha: No tentarás al
Señor tu Dios (Dt 6, 16). Ahora aparece aquí la misma frase. Es la misma
tentación que al pie de la cruz: Si eres tú
el rey de los judíos, el hijo de Dios,
sálvate, baja de la cruz y creeremos en ti (Lucas 23,36)
El tentador en esta ocasión es el enemigo,
los fariseos y soldados. Es la tentación de la renuncia a la entrega total,
justo en el momento en el que sólo cabe la entrega generosa.
Las tres tentaciones las comprenden todos y
Jesús las supera. La tentación culminará en el monte de los Olivos y en la
cruz. También los discípulos habrán de sufrirlas. El diablo volverá a la carga
en vísperas de la pasión, especialmente referido a Judas (Lc 22,3.31)
El diablo no desiste del todo. La expresión hasta otra ocasión, indica que volverá a
la carga, si bien ya no directamente contra Jesús; intentará que fracase su
plan a través de sus discípulos:
-
"Judas"
/ judaísmo le traicionará
(22,4-6.47s);
-
Simón "Pedro" / El-dispuesto-a-todo renegará de él (22,33s.55-62).
Satanás (22,3.31) hará caer
al primero y al último de la lista de los Doce, es decir, a todo el Nuevo
Israel.
2. ORACIÓN
No nos dejes caer en la
tentación,
Señor.
Danos
la fuerza de tu Espíritu que nos empuje
y
nos conduzca por en medio del desierto
de
nuestra vida.
Y
si caemos, Señor,
levántanos
con la fuerza de tu Espíritu.
Lo
importante no es caer,
sino
levantarse,
confiar
en tu fuerza que nos levanta,
que
nos hace personas libres de idolatrías,
de
esclavitudes con mascarás de progreso,
dependencias
disfrazadas de autonomía.
Libranos
de caer en la vieja, y siempre nueva,
tentación
de querer ser dioses,
todopoderosos,
controladores, jueces implacables,
perfectos,
sin mancha ni arruga,
omnipotentes...
Que
tu Palabra sea nuestro único alimento,
la
humildad y el servicio nuestras actitudes fundamentales,
y
Tú nuestro único Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario