domingo, 31 de marzo de 2019

Resultado de imagen de FANO MUJER ADÚLTERATIEMPO DE CUARESMA

V DOMINGO


Juan 8,1-11
8 1 En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. 2Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
3Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, 4le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?
 6Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. 7Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

 8E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. 9 Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
10Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado? 11Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

JESÚS NI JUZGA NI CONDENA, PERDONA
Antes de comenzar la Semana Santa, en este relato nos encontramos con una situación en la cual sobresale por encima de todo el perdón incondicional de Jesús a una mujer.

Se trata de una mujer pillada en flagrante adulterio y según la ley de Moisés tenía que morir apedreada. Los escribas y fariseos – la gente más religiosa de entonces- se la presentan a Jesús para decidir qué hacer con ella. ¿Cuál va a ser la reacción de Jesús? ¿Juzgarla y condenarla como hicieron aquellos hombres o perdonarla?

Según lo visto el domingo anterior (recordemos la parábola del Padre bueno con dos hijos), podemos adelantar que Jesús lo que hace es perdonarla. Y lo hace de manera radical, total. Para ello, primero se enfrenta a los escribas y fariseos y después se acerca a la mujer para decirla y transmitirla que él ni juzga ni condena, sino que perdona.

En todo esto tenemos que renovar nuestra mentalidad o nuestras ideas sobre lo que es el pecado.  Se nos invita a convertirnos de nuestra mentalidad. Antes todo era pecado, ahora parece que nada lo es. Antes, casi todo el mundo se confesaba, y ahora casi nadie lo hace. Como siempre, hay que ir más allá de las modas o costumbres y ver las cosas desde el evangelio. Ver e interpretar la realidad del pecado desde el Evangelio.
Jesús perdona a la mujer. Esto es lo primero. ¿Qué le perdona? Su pecado, su adulterio. ¿Por qué? Porque lo más importante para Jesús no es el pecado de las personas, sino las personas mismas. Por eso, no quiere decir que todo da igual.

Veamos en un sencillo esquema como funciona esto del pecado.
Primero: partimos de la bondad de Jesús. Segundo: puedo sentir y actuar en contra de mi mismo y de los demás, esto es el pecado. Tercero: siempre, siempre, está el perdón de Jesús. Por eso, el centro de todo no es nuestro pecado sino el perdón. Lo que a Jesús lo que más le importaba era que la que gente sufría mucho y hacia sufrir. Sanando el sufrimiento, perdonaba  los pecados.

Hemos de tener en cuenta, que todos somos pecadores, todos. Sin excepción. Todos cometemos fallos y errores, nos equivocamos, tenemos miedo, rencor, nos sentimos inútiles, juzgamos a los demás y a nosotros mismos, a veces, castigamos a los demás o a nosotros mismos, actuamos desde la venganza… Todo esto y más existe en nosotros. Pero insisto. Lo principal es el perdón de Jesús.

Con la mujer del evangelio, por ejemplo, ¿qué fue más importante su adulterio o el perdón de Jesús? Sin duda, el perdón de Jesús. Es preciso, pues, aumentar la confianza en el perdón de Jesús. Solo así nos daremos cuenta de que somos pecadores. Solo ante una persona buena me doy cuenta de lo “trasto” que puedo llegar a ser. (Solo ante un médico solemos reconocer nuestras enfermedades. Lo importante es que el médico nos cure de nuestras enfermedades). Lo importante es que Jesús nos cura de nuestros pecados.

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