jueves, 11 de abril de 2019

SEMANA V DE CUARESMA

LUNES, 8 DE ABRIL


Juan 8,1-11
8 1Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. 2Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. 3Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, 4le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices? 6Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
7Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra. 8E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. 9 Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. 10Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado? 11Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

COMENTARIO
El evangelio de hoy, de Juan, es un texto ligeramente complicado. Veamos algunos elementos aislados antes de introducirnos en lo fundamental.
Para comenzar, el texto no se encontraba originalmente en el Evangelio de Juan, sino que circuló "aislado".
De hecho el vocabulario, el estilo y algunos temas no son propios de Juan, y son más semejantes a Lucas. No es improbable que -para que no se perdiera- haya terminado donde ahora lo tenemos por la idea del juicio, de que Jesús no vino a condenar (desarrollado en Jn 7-8). Es posible que el texto no fuera incorporado en los primeros tiempos y anduviera errante debido a una posición muy rígida de la Iglesia frente al adulterio (ver 1 Cor 6,9s; Heb 13,4; 2 Pe 2,14; Mt 19,19 y Lc 16,18) que aquí parece mitigado. Jesús es dador de perdón gratuito de parte de Dios.

Al recibir un texto aislado, hay muchas cosas que nos quedan "en el aire" y no las comprendemos ni tenemos forma de descubrirlas, por ejemplo:
-          ¿dónde está el amante con el que fue "sorprendida" la mujer?;
-          ¿dónde está el marido?;
-          todo parece indicar que la mujer era casada, pero puede haber sido "comprometida";
-          ¿cuál es la "trampa" que le ponen a Jesús?;
-          ¿por qué llevan la mujer a Jesús (no es una discusión de escuelas lo que se plantea, como otras veces)?;
-          ¿qué escribe o que significa que Jesús escriba en tierra?;
-          ¿Jesús debe intervenir en la sanción o esta ya fue decidida por el Sanedrín?;
-          ¿el marido -en connivencia con escribas y fariseos- prepara una trampa a la mujer?;
-          ¿Jesús rechaza que alguien pueda ser juez de otro por el hecho de ser aquel un pecador?;
-          ¿la lectura es simbólica, legendaria o histórica?
-          ¿los judíos podían aplicar pena de muerte?...
Las preguntas podrían multiplicarse, pero muchas respuestas sólo quedan en el terreno de las hipótesis.

Como no conocemos el contexto de este relato, que es añadido al Evangelio, no sabemos las razones por las cuales a Jesús quieren "ponerle una trampa". Pero dada la semejanza con los acontecimientos del final de la vida de Jesús, según nos cuentan los Sinópticos, podemos pensar que el drama ya se ha desencadenado y se pretende por todos los medios encontrar argumentos para un juicio que ya está decidido.

El relato comienza en 7,53, donde "cada uno va a su casa y Jesús -como es claro en Lc 21,37- va al Monte de los Olivos. La presencia en el Templo es coherente con los últimos días de Jesús (Lc 21,1.37; 22,1.53), y va al amanecer (ver Lc 21,38).

La mujer que le es presentada es una mujer casada o comprometida ya que no se consideraba adulterio que un casado fuera con una mujer soltera; la mujer es propiedad del esposo, pero el esposo puede moverse con libertad.
Una duda es si era casada o "comprometida" ya que la Mishna establece estrangulamiento para la casada adúltera y apedreamiento para la comprometida; pero no parece que las leyes de la Mishna se aplicaran ya en el NT, sino más tarde. La ley habla de apedrear (Lv 20,10 no aclara el tipo de muerte; Dt 22,21 manda apedrear a la comprometida; pero por Ez 16,38-40 sabemos que se aplicaba la lapidación).

La trampa podría ser, si Jesús dijera que debe ser apedreada, estaría violando una prohibición romana, si dijera que no, violaría un mandato de la ley de Moisés. Sin embargo, es más probable que la trampa fuera: o no es obediente a la ley, o no es tan misericordioso como dice. El esquema, de todos modos, es semejante al de la moneda del impuesto al César (Mc 12,13-17b).

A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen criterio o porque reconozcan autoridad a su palabra, o porque él pueda decidir la suerte de la mujer. En realidad, en este drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Por eso, porque su palabra en realidad no importa, Jesús se inclina para escribir en tierra, manifiesta su desinterés por la cuestión, como ellos también la manifiestan.
La envidia, la ambición, la falta de solidaridad, la injusticia, la soberbia, y tantos otros, parecen no existir en la "lista". El sexo es "el" pecado. Esa es, también, la actitud de los acusadores de la mujer: fue descubierta en pleno pecado, ¡debe ser apedreada! "-Muy bien, el que no tenga pecado, tire la primera piedra". Y, casualmente, los primeros en retirarse son los ancianos, los que ya no tienen "ese" pecado. Muchos pecados hay, no uno, pero nosotros juzgamos, ¡y hasta condenamos!

La pregunta por la escritura a Jesús es complicada.
Lo más simple es pensar que su actitud es de desentenderse de una trampa que quieren aplicarle, pero algunos -es la lectura más común dentro de las diversas lecturas simbólicas- creen que Jesús escribe el texto de Jer 17,13: Esperanza de Israel, Yavé: todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yavé.

Otros piensan que la insistencia en inclinar (vv. 6.8) e incorporarse (vv. 7.10) alude simbólicamente a Jesús que se inclina hacia nuestra naturaleza caída por el pecado para levantarnos, pero no parece que se haga referencia a eso, además se inclina para escribir, no sobre la mujer.
Muchas de estas lecturas, por ingeniosas, olvidan que Jesús escribe dos veces, por lo que difícilmente se aluda a un texto particular.
Personalmente nos parece que un signo de no querer inmiscuirse en una trampa, con una ligera desatención es la lectura más simple.

Cuando alguien es acusado a muerte, los testigos son responsables de la primera piedra, con lo que quedan comprometidos con esa muerte (Lev 24,10-16;: Dt 17,2-7); es una nueva manera de garantizar que el testimonio sea verdadero y no cargar con una sangre inocente en la espalda cuyo clamor sería escuchado por Dios...

La frase el que no tenga pecados... se puede prestar a malos entendidos, como por ejemplo rechazar cualquier capacidad judicial, o ser libertinos con cualquier tipo de pecados.
Hay que notar que, sea cual fuera la situación, la mujer no está allí porque preocupe su pecado, sino que ella es una excusa para poner una trampa a Jesús. La mujer no interesa.

Una vez que Jesús se queda a solas con la mujer, ahora sí se dedica a ella; hasta ahora Jesús estaba cara a cara con los acusadores. Que la mujer es culpable no cabe duda, y no es tema en cuestión. Jesús mismo sabe que ha pecado y la invita a no repetir el pecado. Pero Jesús, frente a la mujer, no toca el tema de su culpa o no, sino de la acusación, suyo sentido ha caído al no quedar nadie que la sostenga.
La ausencia de acusadores hace que se levante la sesión, Jesús no la condena, pero invita a la mujer a que no vuelva a pecar. La mujer estaba preparada -al menos narrativamente- para la muerte, pero Jesús la despide viva.
Propiamente, Jesús no la perdona, pero no la condena, que es lo que estaba en juego en el relato, él vino a salvar, no a condenar. Es notable cómo Jesús encarna la actitud de rechazo al pecado y amor al pecador. Esto fue magistralmente expresado por Agustín que dice, cuando quedan solos Jesús y la mujer: sólo quedaron dos, la miserable y la misericordia.

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