MARTES, 19 DE MARZO. SAN JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA. SOLEMNIDAD
18La
generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada
con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo. 19José, su esposo, como era justo y no quería
difamarla, decidió repudiarla en privado. 20Pero, apena había tomado
esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que
hay en ella viene del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
22Todo
esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del
profeta: 23Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le
pondrán por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"». 24Cuando
José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su
mujer.
18La generación de Jesucristo fue
de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir
juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
El Mesías Salvador nace por una
intervención de Dios en la historia humana. Su concepción y nacimiento no son
casuales, son por voluntad y obra de Dios.
Del mismo modo que el Espíritu de
Dios interviene en la primera creación, así sucede ahora, solo que a esta
creación, esta nueva intervención de Dios supera a la primera. En Gén 1,2 el
Espíritu de Dios actúa sobre el mundo inmaterial; ahora, actúa sobre el ser
humano, sobre María, imagen de la nueva comunidad e imagen de cada uno de
nosotros que podemos engendrar a Dios en nosotros. Si comparamos este relato
con los de la creación en el libro de Génesis (Gén 1,1-2,3. 2,4ss) encontramos el
paralelismo entre ambos:
-
Gén 1,1-2,3: El hombre es el final de la
creación del mundo, todo culmina en Adán;
o
Mt 1,2-17: Cristo es la obra final, la
culminación de toda la historia (genealogía);
-
Gén 2, 4ss: Describe con detalle la creación del
hombre, separado de todas las demás obras;
o
Mt 1,18-25: Describe con detalle la concepción y
el nacimiento de Jesús.
A esta culminación no se llega
por evolución o desarrollo de la primera creación, sino por una nueva
intervención de Dios mismo. Decir esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo es una manera de subrayar la iniciativa
divina y el carácter inesperado por parte humana. No tiene sentido preguntarse cómo sucedió
todo. Al evangelista no le interesa la crónica histórica. Quiere solo decirnos
que en Jesús se manifiesta el plan divino respecto a la creación. Mateo excluye
categóricamente cualquier intervención por parte de José. La situación de José,
sin embargo, es complicada.
Jesús es la novedad absoluta y la
plenitud de un proceso histórico. El hecho que Jesús nazca de María por la
acción del Espíritu Santo es una forma de expresar la mesianidad y su
divinidad. Pero no pensemos que el Espíritu realiza la función del varón en la
concepción. El Espíritu es principio de vida y nos muestra el origen divino de
Jesús, pero no podemos pensar que su acción sea al modo humano, sería una
contradicción.
19José,
su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado.
El término justo
designa el prototipo de israelita fiel, quiere cumplir la ley y la ley le
obliga a repudiar a María, a la que considera culpable del adulterio; pero, a
la vez, el amor al prójimo como así mismo, le impide difamarla, porque eso
conllevaría consigo el apedreamiento. Existían
365 prohibiciones y 248 mandatos, que sumaban un total de 613 preceptos que
observar. ¿Por qué estos números? 365 son los días del año y 248 eran, según la
cultura de la época, los componentes que constituían el cuerpo humano. En
conclusión, el hombre, durante todo el año, debía observar estas leyes de forma
escrupulosa, sin fisuras. Los justos
eran los que se comprometían a observar en su vida cotidiana todos los 613
preceptos que los fariseos habían extrapolado de la ley de Moisés.
Y aquí tenemos a José, al pobre
ser humano, entre la espada y la pared, entre lo que le han enseñado en su
religión, que no coincide con lo que le dicta su conciencia. Y José decide una
vía intermedia. En medio de su noche oscura se hace presente Dios, el ángel del Señor, con su luz, en
sueños. En medio de la noche oscura hay que dormir, esperar pasivamente que
venga la luz, su ángel, Dios lo da a sus
amigos mientras duermen (Sal 126).
José
representa al Israel fiel y María a la comunidad cristiana en cuyo seno nace la
nueva creación por la acción continua del Espíritu Santo: la fuerza de
la creación que, en María, hace nacer este hombre nuevo.
La duda de José refleja, en este
evangelio dirigido a los judeo-cristianos, el conflicto de los israelitas
fieles ante la nueva realidad de la comunidad cristiana. Debido a que la nueva
comunidad, María, ha roto con la tradición (nacimiento virginal sin padre o
modelo judío). José/Israel fiel, debe repudiarla para ser fiel a la tradición,
pero por otro lado, no tiene motivo alguno para hacerlo, pues su conducta
intachable es patente. El ángel del Señor, Dios, resuelve el conflicto
invitando al Israel fiel/José a aceptar a la nueva humanidad/María porque lo
que nace de ella es obra de Dios.
20Pero, apena había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José,
hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en
ella viene del Espíritu Santo.
El hecho que el ángel se aparece
en sueños nos muestra que el evangelista quiere subrayar la no-realidad de las
apariciones. No hay apariciones, solo hay visiones, como en este caso de José.
No hay “materializaciones” del ángel del
Señor. Hay visiones, mociones internas de Dios con el ser humano. No hay
materialización de voces, hay iluminaciones espirituales por parte de Dios que
luego nosotros las traducimos en mensajes cuando intentamos describir la
experiencia de Dios que ha sido en sueños,
es decir, de otra realidad.
21Dará
a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados».
El ángel disipa las dudas de José
que está en la noche (sueño). Dios disipa las dudas del ser humano en la noche
oscura, y amanece. José, obediente, cumple lo inspirado por Dios, poner nombre.
Resulta que lo que decía la ley
de los hombres, atribuido a Dios, como pecado de adulterio, se convierte ahora en
Salvación de Dios[1]. Es lo que significa Jesús, el mismo
nombre que Josué, el que introdujo al pueblo en la tierra prometida. Jesús es ahora el definitivo libertador
y conquistador de la tierra prometida.
Salvará al pueblo, pero no de los
enemigos, sino de los pecados.
Salvar significa hacer pasar de
un estado de mal y de peligro a otro de bien y seguridad. El mal y el peligro
del pueblo no están fuera, están en sus pecados, en la injusticia de la
sociedad, en la ambición y en el poder.
22Todo
esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del
profeta: 23Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le
pondrán por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"». 24Cuando
José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su
mujer.
Esta cita nos resitúa, nos hace
caer en la cuenta de que si, por un lado, Jesús y su nacimiento es un nuevo
punto de partida en la historia, por otro, es el punto de llegada de un largo
proceso. Pero introduciendo el término En-manu-el,
entre-nosotros-Dios, nos vuelve a recordar la novedad radical: no es un enviado
divino en paralelo a los demás del AT, es el mismo Dios, En-manu-el- es el
resumen de la solidaridad de Dios.
La fe cristiana se fundamenta en
una afirmación sencilla y escandalosa: Dios se ha hecho hombre, ha querido
compartir la aventura de la vida. En consecuencia, ser cristiano no es creer
que Dios existe, que “Algo” tiene que
haber; es descubrir con gozo que Dios está entre
nosotros, que Dios está en el corazón de la existencia, en el fondo de la
historia, de mi historia. Y la fe en un Dios hecho hombre nos debería ayudar a
creer más en el ser humano.
24Cuando José se despertó, hizo lo
que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Con esta visión divina le llega
la luz a José/Israel fiel y por eso dice el autor se despertó, salió de la noche, de las dudas. Y tomó a su mujer. Ha
visto claro que hay que saltarse la ley, que esa ley aunque atribuida a Dios,
no es de Dios. Dios nunca ha mandado apedrear a nadie. Y puso por nombre Dios salva, no “Dios condena”, como
decía la ley.
Dios ha encontrado a José, al
hombre en oscuridad, dudas, noche, sueño. Baja a su noche, a su sueño, y el
hombre inactivo, dubitativo, dormido, con la luz de Dios despierta y se pone en
actividad inmediata, concreta y humilde.
[1]
A.Maggi, El nombre de Jesús (en hebreo,
Jehoshua) es una contracción del nombre de Dios, que era Yahvhé, más el verbo
salvar. Jesús y Josue son el mismo nombre, cuyo significado es “Dios salva”. En
hebreo, Jesús se dice Jehoshuà y entonces, dice el evangelista, se llamará
Jehoshua porque salvará, que en hebreo se dice “joshua”, al pueblo. Esta
salvación de los pecados del hombre es un tema importante para Mateo, porque es
el único evangelista que en la última cena coloca este argumento entre las
palabras que Jesús pronuncia. Por tanto, comunicando el don de la propia
existencia, Jesús salvará al pueblo del pecado. o.c. p.10
No hay comentarios:
Publicar un comentario