lunes, 22 de abril de 2019

PASCUA I SEMANA

JUEVES, 26 DE ABRIL


Lucas 24,35-48
35Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
36Estaban hablando de todo esto, cuando Jesús mismo se presentó en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros" 37Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
38Él les dijo: "¿Por qué os asustáis y dudáis dentro de vosotros?39Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo".
40Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
41Y como ellos no creían aún de pura alegría y asombro, les dijo: "¿Tenéis algo de comer?"
42Le dieron un trozo de pez asado. 43Lo tomó y comió delante de ellos.
44Luego les dijo: "De esto os hablaba cuando estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
45Entonces les abrió la inteligencia para que entendieran las Escrituras. Y les dijo:46"Estaba escrito que el mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,47y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48Vosotros sois testigos de estas cosas.
49Sabed que voy a enviar lo que os ha prometido mi Padre. Por vuestra parte quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto".

COMENTARIO
La señal, el signo, es el gesto, “al partir el pan”, símbolo de la entrega.
El relato es una catequesis que habla del proceso de fe en Cristo Resucitado, del reconocimiento del Resucitado en el camino de la vida por medio de la Palabra, buen anuncio, y de la Eucaristía, donde se realiza la entrega.

Jesús no se ve físicamente, vive en la dimensión de Dios, de vida plena, de resurrección; sin embargo está siempre con nosotros, junto a nosotros o en nosotros, en todos los caminos. Que su presencia sea invisible físicamente no quiere decir que su ausencia física sea irremediable: está en el semejante, en la Palabra, en el Pan. Estos tres “lugares” son visibles, sin la visibilidad posible del Resucitado.

Los discípulos no hablan nada a lo largo del texto, solo se describen y se resaltan sus emociones y reacciones. Están pero no intervienen, no hay diálogo externo, es un indicio que esto que describe Lucas también es un proceso interno como los dos momentos anteriores.


… Luego el Resucitado ya estaba presente. Da la impresión, pero no hay recorrido físico alguno, surge en medio de ellos cuando están hablando de él y esa es una persona Resucitada, no físico/ material.

Estamos en un contexto de comida, y por cierto con unos ingredientes muy raros en Jerusalén, el pescado. Por el detalle del pescado, que se verá a continuación, la escena remite a la multiplicación de panes y peces y, por tanto, al contexto eucarístico. Cristo resucitado y la eucaristía forman unidad, son un todo indivisible. Cristo aparece siempre que se comparte la fe (v. 36ss), cuando se comparten las tristezas y desesperanzas (vv.13-25) o se comparten los afanes por estar junto a él (vv.1-12).

Y ellos que estaban tan contentos, con el corazón ardiente, contando sus experiencias, entonces pierden la alegría y la paz, se espantan, temen, se turban, dudan. Extraña paz que trae el Resucitado. Cierto temor inicial es lógico, pero es que aquí la fe no llega, no acababan de creer (v.41),  y para que acabasen de creer viene lo del pescado, pero eso tampoco trae la fe.

Nada físico traería la fe. Lo físico traería turbación, miedo, dudas, engaño, “creían ver un espíritu”. Esta es una de las enseñanzas que se sacan de este texto tan “físico” que no tiene parangón con ningún otro evangelista. La paz no llega hasta que escuchando sus palabras y la iluminación de la Sagrada Escritura, lo reconocen, se postran ante una presencia no física, aunque sí corporal y llena de vida (v.52).

Esta descripción tan material hay que leerla en contraposición  a creían ver un espíritu, para decir a los primeros creyentes que Cristo Resucitado no es un espíritu separado del cuerpo sino que es cuerpo, un cuerpo que guarda identidad (identidad resucitada), con el cuerpo físico que tuvo.

En el mundo y filosofía helenistas, en las que se estaba desarrollando el naciente cristianismo, Lucas es el más griego de todos los evangelios, hay un desprecio al cuerpo/materia como cárcel del espíritu. Frente a estas teorías, que podían infectar al cristianismo de cierto “olor” espiritual puro y gnóstico,  están estos versículos como un golpe de péndulo en sentido opuesto. Bien analizados, en la terminología y el contexto de cada uno, no solo contribuyen a ajustar la realidad de que la resurrección lleva consigo la nueva creación  de un cuerpo, sino a aquilatar qué clase de cuerpo es el del Resucitado.

¿A la gente se la identifica por las manos y los pies? A la gente se la identifica por el rostro y el rostro de Jesús no aparece. El Resucitado apareció de un modo extraño, como surgiendo de entre ellos y aparece sin rostro. Su identidad son las manos y los pies, su identidad la marcan los signos de la entrega, de la crucifixión.

Ved mis manos. (Ved= "orao", caed en la cuenta, contemplad, con los ojos de la fe). Si fueran las manos físicas, ¿por qué iban a reconocerlas? Las de los otros dos crucificados serían muy, muy, parecidas en cuanto a los destrozos. Además, si ellos no han estado en el descendimiento ni en la sepultura. No se refiere a las manos físicas crucificadas, que todas debían ser igualmente de horrorosas a la vista. Se refiere a ponerse a buscar en el evangelio sus manos para que los discípulos vean cómo son unas manos entregadas, hagan y vivan de la misma manera que Jesús. Hay que repasar cuando aparecen las manos de Jesús y que hacen.
Ved  mis manos quiere decir mirad esto e imitadlo. Estas son unas manos entregadas, Estando atento y poniendo en práctica esto el discípulo descubrirá al Resucitado. Mirar una mano destrozada es un horror y no tiene sentido.

Ved mis pies. Es lo mismo que las manos. Hay que repasar las veces que aparecen sus pies en esta catequesis, en este evangelio, "mirad mis pies y os daréis cuenta que ante ellos encontraréis perdón, paz, armonía, acción de gracias".
No es el verbo tocar lo que ven, sino buscar a tientas  lo que no se ve, como cuando en una habitación oscura se busca a tientas el interruptor de la luz. Es otro detalle de que a pesar de las primeras apariencias no estamos en un contexto físico-visual. Aunque dice palpadme no lo hacen, no se corrobora después que lo hagan, que lo palpasen. En el evangelio, y especialmente, en estas narraciones las cosas no son lo que parecen, son mucho más.

Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Esta expresión nos sitúa en el proceso interno más que en una escena físico/externa. Carne, “sarx”, es la materia orgánica del ser vivo, el elemento cambiante. Huesos simboliza el elemento permanente, estructurante del ser, primordial, es lo permanente por debajo de los distintos ropajes externos de la carne. Por eso la revivificación de los huesos secos (Ez 37) significa que, habiendo en nuestro ser un elemento permanente de identidad personal (cuerpo), con la resurrección será un nuevo cuerpo que recubra nuestra identidad permanente.
La expresión carne-huesos significa el ser humano completo. Su cuerpo (soma) en sentido antropológico semita, no en el sentido de la filosofía griega.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. ¿Qué tipo de muestrario fue este? El verbo mostrar en Lucas significa todo un proceso de reconocimiento marcado por estos tres momentos:
-          1º señalar, hace relación a que son signos que llevan  a otra realidad;
-          2º revelar,  dar a conocer lo oculto, por la entrega viene la vida;
-          y 3º explicar, a continuación les explicará las Escrituras.

Lucas es un evangelista elegante, disculpa siempre a los discípulos, por la alegría, una disculpa tan poco creíble como en Getsemaní cuando se durmieron porque estaban muy tristes (22,45). ¿Desde cuándo la tristeza da sueño? Más bien, ¿no produce insomnio? El resultado es que no creían aún, no acababan de creer. Seguimos en lo mismo, en lo físico, lo externo, los ojos no dan fe, al contrario, provocan duda, sobresalto, miedo, confusión. Lo que trae la fe es lo interior, la apertura del oído a la palabra explicada que ilumina el sentido, nos envía a la misión y promete el Espíritu.

Hay comida preparada, come y después les da vida, les abre el entendimiento, los "ojos de la fe", para que reconozcan la resurrección, la vida en plenitud. Pero tampoco de esta nueva “materialidad” se deriva la fe, antes de ella no creían aún después de ella no se confirma que creyesen. 

Frente a algunas preguntas, objeciones y filosofías de la época, Lucas deja claro que la Resurrección implica un “cuerpo”, que la visión física con tocamientos y digestiones no dan la fe en el Resucitado sino que contribuyen a lo contrario (miedos, dudas, turbaciones), ahora, nos indica cual es el camino de la apertura, la luz y el descubrimiento.

La frase es exactamente igual al comienzo del libro del Deuteronomio (Dt 1-2) que recoge los últimos discursos de Moisés antes de marchar. Algo del espíritu de la Resurrección se manifiesta en la muerte de Moisés y nos orienta hacia la Resurrección del definitivo Moisés.
Jesús comienza su último parlamento y recomendaciones como lo comenzó aquel en Dt 1,1. Son las palabras que hay que recordar para que se abra el entendimiento, para captar la realidad de Jesús, y teniendo esta experiencia creer en la Resurrección y en la vida, son las palabras “que hablé cuando estaba todavía con vosotros”.

La palabra del Resucitado es la que da luz y sentido a todo lo anterior como cumplimiento (la Escritura estaba dividida en 3 partes: Moisés, profetas y salmos), y a lo posterior, como tarea para ser testigos del Resucitado, y como promesa os enviaré la promesa de mi Padre.
Lo externo no abre el entendimiento y, sin embargo, no acaban de abrirse, de creer, sino la Palabra, Él, sus palabras, el ver como sus palabras cumplen las palabras anteriores del AT.

El testimonio es universal, estaban los Once y los que estaban con ellos –símbolo de la universalidad-, comenzando por Jerusalén. Jerusalén ha sido la meta del ministerio itinerante de Jesús, el lugar de su entrega total y de su Resurrección, así como el lugar único donde los suyos lo descubren resucitado y vivo. En consecuencia lógica también debe ser el punto de salida. El lugar de meta es punto de partida, como la muerte física (meta) es el punto de partida para la vida en plenitud.
Además, Jerusalén, en este evangelio es todo. El centro es Jerusalén,  y en el centro dela ciudad el templo. Todos los momentos cumbres tienen lugar en Jerusalén y en el templo.

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