lunes, 22 de abril de 2019

SEMANA I DE PASCUA

MARTES, 24 DE ABRIL


Juan 20,11-18
11María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro 12y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
13Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?".
Contestó: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto".
14Al decir esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús. 15Jesús le dijo: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?"
Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: "Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo iré a recogerlo".
16Jesús le dijo: "¡María!".  Ella se volvió y exclamó en hebreo: "¡Rabbuní!" (es decir, "¡Maestro!").
17Jesús le dijo: "Suéltame, que aún no he subido al Padre; anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios".
18María Magdalena fue a decir a los discípulos que había visto al Señor y a anunciarles lo que él le había dicho.

COMENTARIO
María Magdalena, símbolo de la comunidad, está junto al sepulcro, llorando, sin esperanza. Con estos lloros y quedándose fuera no se encuentra nada. 

Si mira con ojos de fe, los de dentro, aparece la luz. María ve dos enviados, dos ángeles, vestidos de blanco, símbolo de la ley y los profetas, de la Sagrada Escritura. El recuerdo de las palabras de Jesús ilumina al ser humano que vive en las tinieblas.
Están con vestiduras blancas, el blanco es el color de la resurrección, de la luz. Los ángeles están a la cabecera y a los pies, es todo el Resucitado, el resucitado total; sentados, es la actitud del maestro que enseña, es decir, la Sagrada Escritura enseña de un modo total, da la luz, ilumina a María,  la saca de su mirar al sepulcro.

Pero no basta con eso, hay que entrar en diálogo con la Palabra, con Dios mismo manifestado en Jesús. Jesús le llama mujer. Este apelativo solo se lo dice el esposo a la esposa. La palabra le recuerda a María/comunidad su condición de desposada. La comunidad/María, le responde mi Señor. En diálogo con la Palabra entra el amor y con el amor comienza el verdadero cambio y el correcto entendimiento.

María se vuelve y descubre a Jesús pero no lo conoce.  
Con este primer giro deja de ver a Jesús yacente y comienza a ver a Jesús de pie, pero como está a mitad del proceso no le reconoce. No hay nada físico, es una manera literaria y catequética de narrar un proceso de fe.
Si a Jesús lo había visto hace unas horas y había sido su discípula ¡cómo no lo iba a conocer! Jesús no juega al escondite con los suyos disfrazándose de otro. 
María en este texto es símbolo de la comunidad, una comunidad que trata de descubrir al resucitado y de tener una experiencia de que está vivo a través de un diálogo con la Palabra, que es Él mismo.

En este paso descubrimos que aquellos dos ángeles, representantes de la Sagrada Escritura, son efectivamente Jesús mismo, la Palabra, pues su pregunta es idéntica, Mujer ¿por qué lloras? (vv. 13.15). Se añade ¿a quién buscas? que le trae a la memoria la primera llamada del principio, ¿qué buscáis? (1,38).

María continua en proceso y progresando. Aparece la figura del hortelano, el que da la vida al huerto (el relato de la pasión comenzaba y terminaba en el huerto). Y María, sin darse cuenta, lo llama Señor.
Se van amontando los signos que le conducirán a la fe, pero ella –María/la comunidad- sigue obsesionada con volver a lo de antes, dime dónde los has puesto y yo me lo llevaré. Cuesta trabajo comprender que hay otros modos de presencia que no son los físicos, y pueden que sean más intensos y plenos que los físicos. Es curioso observar como María sigue añorando y quiere asegurarse la compañía de un cuerpo físico muerto, tienen la oportunidad para comprender que el Resucitado ya no se circunscribe a ningún lugar y que siempre está cercano. 

Se volvió (2º giro) Nuevamente la palabra del “hortelano” le hace completar una vuelta entera. El proceso culmina cuando, después de un diálogo con el que es la Palabra, Él pronuncia su nombre y María lo reconoce. Le llama Maestro porque le acaba de enseñar y guiar en todo su proceso.

Al término nupcial mujer, expresión de los desposorios en el amor, ahora, se une el término que expresa al discipulado, al que sigue, mi maestro. Es un amor fecundo, el amor a Cristo engendra seguidores, que viven de la abundancia del que es la Vida. 

Este versículo, interpretado en sentido literal, es un dislate, no me toques, suéltame. ¡Como si un cuerpo físico pudiera tocar y retener un cuerpo espiritual! No me toques/suéltame obedece a que en toda la escena está de fondo el episodio del Cantar de los Cantares (3,1-4). Para que sea posible el encuentro con el Resucitado, la comunidad ha de realizar su mismo camino de entrega. La fiesta de bodas será el último estado, cuando imitando a él hayamos recorrido el camino del amor y de la entrega total.

Que todavía no he subido al Padre. Pero, ¿pero no hemos quedado que el Padre y él son uno? En el mismo segundo en el que nos entregó su espíritu, ¿no es acogido por el Padre? Él ha subido al Padre como cabeza porque ha pasado ya por la entrega total, pero todavía no ha subido como cuerpo, en unión con nosotros. Por lo tanto, se trata de notificar esto a los demás para ponernos manos a la obra. Por eso dice subo a mi Padre y vuestro Padre, él ya ha llegado. “Ya hemos metido la cabeza en la eternidad”.

Es en este momento cuando María llega a la visión profunda, a la comprensión, he visto/”orao”, al ver interior, espiritual, profundo, con los ojos de la fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario