jueves, 11 de abril de 2019

SEMANA V DE CUARESMA

MIÉRCOLES, 10 DE ABRIL


Juan 8,31-42
31Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; 32conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
33Le replicaron: Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. 35El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. 36Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. 37Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. 38Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.
39Ellos replicaron: Nuestro padre es Abrahán. Jesús les dijo: Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. 40Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. 41Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.
Le replicaron: Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios.
42Jesús les contestó: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.

COMENTARIO
A los judíos que han creído en él, Jesús los invita a vivir su mensaje. No basta acoger el mensaje, es preciso ponerlo en práctica. Quien acepta el mensaje, pero no pasa a la práctica del amor al hombre, rompiendo con todo lo que se le opone o la impide, no es verdadero discípulo.
De hecho, el mensaje de Jesús está centrado en el amor del Padre, que se traduce en actividad incesante en favor del hombre.
Todo lo demás (familia, tradiciones, instituciones), por muy sagrado que parezca, queda relativizado y sometido a ese amor del Padre. Lo divino y sus expresiones visibles, si no se identifican con el amor del Padre, pueden enmascarar un principio destructor. La institución religiosa se ha convertido en fuente de muerte, le ha quitado el puesto a Dios, al Padre, que es principio de vida.

De este modo, la verdad que libera es el descubrimiento del amor universal del Padre, fuente de vida que comunica al hombre su Espíritu. Esta verdad no es una idea, sino una experiencia que se adquiere a medida que se van ajustando el pensar y el hacer al maor de Dios. Solo cuando la persona vive de la práctica del amor universal, percibe a Dios como Padre y a sí mismo como hijo.
Esta nueva relación hace libres, pues tal vivencia es incompatible con el sometimiento a instituciones o usos sociales opresores. Así se constituye el discípulo de Jesús. .

Las palabras de Jesús producen la indignación de sus interlocutores. Estos manifiestan el orgullo de raza: basta pertenecer al linaje de Abrahán para ser libre. Se sienten ofendidos.
La respuesta de Jesús es decisiva. Comienza con en verdad… El linaje, la raza, pertencer a la nación, no garantiza la libertad, pues no impide que cometan el pecado, la injusticia, dando su adhesión a un sistema represivo y opresor. Quien no tiene experiencia del amor de Dios a través del amor a los demás, no puede concebirlo como Padre sino como Dueño/amo, y él mismo queda reducido a la condición de esclavo. En lugar de la relación inmediata y familiar propia del hijo, existirá una relación distante, a través de instituciones y personas que encarnan la soberanía de Dios y expresan su dominio sobre el hombre.
Después de la mención de Abrahán, Jesús alude a sus dos hijos:
·         Ismael, nacido de la esclava.
·         Isaac, de la mujer libre (Gén 21,9s).
Ser del linaje de Abrahán no asegura la libertad. Es más, el hijo-esclavo de Abrahán fue expulsado de la casa para que no pudiese heredar con el hijo libre. Se puede ser descendiente de Abrahán y, por ser esclavo, no tener derecho a la herencia ni a permanecer en su casa. Ahora bien, quien practica el pecado, la injusticia, se rebaja él mismo a la condición de esclavo y deja de ser hijo y heredero.
El hijo vive en la casa por su propio derecho y puede disponer de lo que hay en ella. Sólo él, que es señor/libre, puede dar la libertad a un esclavo. Sólo Jesús, el Hijo libre, puede dar la libertad, infundiendo su Espíritu. .

Continúa Jesús argumentando. Subraya la contradicción que implica su conducta. Si se glorían de  tener por padre a Abrahán y, al mismo tiempo, perseguir a muerte a Jesús son dos hechos que se contradicen.
La causa de su rechazo a Jesús es que no aceptan a su mensaje, manifestado en su actividad; no lo toleran. Al poner Jesús el bien del ser humano como valor absoluto, destruye su idea de Dios y denuncia la corrupción de sus instituciones.
Pero Jesús no habla en nombre propio: su mensaje es el de Dios mismo. Al quererlo matar a él se oponen al Padre, el Dios que ama al hombre. Insinúa que ellos tienen otro padre que no es Abrahán ni tampoco Dios.

Nueva reacción de las autoridades judías afirmando su ascendencia.
Jesús los enfrenta de nuevo con su modo de obrar: no tienen por padre a Abrahán, pues no se portan como él. En la tradición judía, las obras de Abrahán designaban la compasión y la humildad. No basta con ser descendiente para ser hijo: la comunidad de sangre tiene que traducirse en semejanza de conducta. Y ellos, que pretenden descender de Abrahán, no tienen parecido con él. Su modo de proceder muestra de quién son hijos. Quieren matar a Jesús, luego están imitando a un padre que es homicida, y ese es el Enemigo (Alude Jesús al relato de los orígenes, según el cual la serpiente Gén 3,l, identificada más tarde con el diablo/Enemigo, Sab 2,24, causó la muerte al hombre/homicida con el engaño. Jesús, a su vez, identifica al Enemigo del hombre con el dinero, motor oculto, pero todopoderoso, de la institución corrompida).

Según la concepción de aquel tiempo, si no imitan a Abrahán es porque no tienen el Dios de Abrahán: son idólatras. Al mencionar la prostitución, los dirigentes muestran entender perfectamente la alusión de Jesús, pues en los profetas la idolatría se comparaba a la prostitución. Finalmente han comprendido que hay un Padre por encima de Abrahán
Jesús resiste siempre con el mismo argumento: ser hijo de alguien significa parecerse a él, comportarse como él. La única prueba de ser hijos es la semejanza con el propio padre. Si su conducta la aprendiesen de Dios, necesariamente querrían a Jesús, que viene de parte de Dios; en cambio, lo odian y quieren matarlo. No tienen los mismos sentimientos ni el modo de actuar de Dios, luego no son hijos de Dios. El que inspira la actividad de los dirigentes no es el Padre que da vida, sino otro dios. ¿Por qué razón no entendéis mi lenguaje? Porque no sois capaces de escuchar ese mensaje mío.
No entienden lo que les dice, porque Jesús es la negación misma de toda su mentalidad y su sistema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario