VIA CRUCIS
Al acompañar a
Jesús en el Vía Crucis, contemplamos el sufrimiento de aquellos que hoy
recorren su particular camino de cruz. Queremos estar cerca del Señor, y junto
a aquellos que sufren por cualquier motivo.
PRIMERA ESTACIÓN. JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS. (Marcos 14,
32-36)
Llegaron a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y
dice a sus discípulos: “Sentaos aquí, mientras yo hago oración”. Toma consigo a
Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: “Mi
alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad”. Y
adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de
él aquella hora. Y decía: “¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí
esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”.
Las «caídas» de
Jesús nos hacen volver la mirada hoy a los enfermos. Ellos también están
postrados. Acompañados o en soledad, con esperanza o sin ella... viven
instalados en la fragilidad. Es la debilidad de la vida. Caídos en el camino de
la vida. Ellos están especialmente unidos a la cruz del Señor. Él, con su cruz,
los ayuda a portar la cruz. Señor, que pongamos nuestra mirada ante quienes
están enfermos y a estar junto a ellos.
SEGUNDA ESTACIÓN. JESÚS, TRAICIONADO POR JUDAS, ES ARRESTADO (San Marcos.
14, 43. 45-46)
De pronto se presenta Judas, uno de los Doce,
acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos
sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. Nada más llegar, se acerca a él
y le dice: “Rabbí”, y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron.
En el camino de la
vida hay muchas traiciones, muchos que sufren las consecuencias de la traición.
Entre ellos encontramos a los inmigrantes y refugiados que son rechazados,
marginados y excluidos una y otra vez... Algunos son traicionados, vendidos
entre vallas y pateras, entre fronteras y papeles. Ellos buscan una vida digna.
Reincorporarse a un camino humano de vida. Solo esa esperanza les da fuerzas para
seguir adelante. Señor, tú fuiste extranjero y refugiado, haznos valientes para
acogerlos.
TERCERA ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO POR EL SANEDRÍN (Marcos. 14,
55. 60-62. 64
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín andaban
buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.
Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús:
“¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Dios bendito?” Y dijo Jesús: “Sí, yo soy”.
Todos juzgaron que era reo de muerte.
Muchas personas son
condenadas hoy, sin juicio, sin un proceso, sin capacidad de defensa.
Condenadas a sufrir sin más razón que la nación donde han nacido o el barrio en
el que habitan. Marginadas por su cultura o su raza. Excluidas por su edad o su
capacidad productiva. En ellos resuena la condena a Jesús: «Son reos de
muerte». Señor, que reconozcamos los derechos y la dignidad de cada persona.
CUARTA ESTACIÓN. JESÚS ES NEGADO POR PEDRO (San Marcos 14, 72)
Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro
recordó lo que le había dicho Jesús: “Antes que el gallo cante dos veces, me
habrás negado tres”. Y rompió a llorar.
Las traiciones son
dolorosas... cada una más que la anterior. Es empujarnos a vivir arrastrados
por la vida. Muchos ancianos, solos, intentan mantenerse en pie sin que caigan
sus ilusiones, sus sentimientos y sus esperanzas. Al mirarlos vemos la riqueza
de su experiencia de vida y, al mismo tiempo, la debilidad que les acompaña.
Aunque muchos les nieguen la compañía, ellos, día a día, se levantan para vivir
una nueva etapa en su vida. Señor, haz que seamos agradecidos con los mayores y
sepamos cuidarles bien.
QUINTA ESTACIÓN. JESÚS ES JUZGADO POR PILATOS (San
Marcos 15, 14-15)
Pero ellos gritaron con más fuerza: “¡Crucifícale! ».
Pilatos, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y
entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Las cruces del
hambre y de la violencia son demasiado frecuentes, están lejos y cerca. Hambre
y sed extendidas que condena a la pobreza. Violencia que solo genera odio y
rencor. Lo sufren, especialmente, los más débiles y los más indefensos. Viven y
mueren aplastados por una cruz injusta y evitable. Ellos cargan hoy la cruz,
como Jesús. Señor, que trabajemos por la igualdad de derechos y oportunidades.
SEXTA ESTACIÓN. JESÚS
ES FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS. (San Marcos 15, 17-19)
Los soldados le vistieron de púrpura y, trenzando una
corona de espinas, se la ciñeron en la cabeza. Y se pusieron a saludarle:
“¡Salve, Rey de los judíos!” Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le
escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Todos los días escuchamos las mismas noticias:
corrupción, abusos, malos tratos, violencia, terrorismo, guerras, injusticias…
Parece que solo existiera esto en nuestro mundo. Pero Jesús a través de su
Pasión nos muestra que otro mundo es posible, que la bondad es más fuerte que
el pecado, que es posible elegir perder a defenderse, vivir defendiendo a las
víctimas que arrimarse siempre a los poderosos, que es posible vivir abajo en
la honradez, en la humildad, en el respeto que pasarse la vida intentando
trepar por encima de los demás. No todo vale, ni todo tiene un precio. La
dignidad y el valor de las personas son inviolable.
SÉPTIMA ESTACIÓN. JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ (San Marcos. 15, 20)
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la
púrpura, le pusieron sus ropas y lo sacan fuera para crucificarle.
Son muchas las
personas que están cerca de la cruz y al lado de las víctimas. Nosotros tampoco
demos la espalda a quienes sufren. Las víctimas de nuestro mundo son los
favoritos de Dios. Sentir el dolor del prójimo, no abandonar al que sufre,
estar junto a los crucificados, vivir la misericordia... No los queremos
abandonar ¡No los podemos abandonar! Señor, inspíranos la palabra y la acción
oportuna para aliviar a quien sufre.
OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO A LLEVAR LA CRUZ (San Marcos. 15,
21)
Entonces obligaron a uno que pasaba, a Simón de
Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara la
cruz.
No sabemos cuál era
la voluntad de Simón... pero ayudó al Señor. Estar cerca de quien sufre es muy
grande. Hay millones de Cireneos que ayudan a los demás con su tiempo, con su
dinero, con su saber, con sus recursos... El mundo sería distinto con más
Cireneos. Gracias Señor porque nos ayudas a ser más humanos. Señor, que siempre
estemos cerca de los que sufren.
NOVENA ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN (San
Lucas. 23, 27-28. 31)
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que
se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros
hijos. Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?”.
Jesús consuela a
las mujeres desconsoladas. Ellas lloraban por Jesús, pero también eran víctimas
de un mundo que les daba la espalda y las consideraba como simples objetos o
recursos. Hoy, en muchos lugares, las mujeres también sufren discriminación o
violencia por el hecho de ser mujeres. Hoy también Jesús las consuela, las
alienta y está cerca de ellas. Señor, que derribemos las barreras entre las
personas por sexo, raza o religión.
DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO (San Marcos. 15,
24)
Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a
suertes a ver qué se llevaba cada uno.
A Jesús
le despojan de todo. Muchas personas son despojadas de sus viviendas, de su
futuro y hasta del afecto. Sin recursos, sin vivienda y sin esperanza. Hay
quienes no tienen ni siquiera un techo. Son nuestros vecinos, los que duermen
en nuestro portal, en nuestras calles o en los parques, en los cajeros o en las
chabolas. Despojados de todo, como Jesús. Señor, que no seamos indiferentes
ante quienes están despojados de todo.
UNDÉCIMA ESTACIÓN. Jesús promete su Reino al buen
ladrón (San Lucas 23, 39-43)
Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No
eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!” Pero el otro le respondió
diciendo: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros
con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste
nada malo ha hecho”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu
Reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Abrazados a la
cruz... a imagen de Jesús. Millones de cristianos son perseguidos por su fe.
Masacrados por el Evangelio y mártires por creer y vivir que Jesucristo es el
Hijo de Dios. El martirio es semilla de nuevos cristianos, su fe nos fortalece,
su ejemplo nos sorprende. Pero ellos también necesitan nuestro recuerdo, apoyo
y oración. Que su vida y su confesión de fe nos ayude a dar testimonio de
Jesucristo allá donde estemos. Señor, que tu entrega y amor mueva nuestra fe y
nuestro compromiso con el Evangelio.
DUODÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS EN CRUZ, LA MADRE Y EL DISCÍPULO. (San
Juan. 19, 26-27)
Jesús,
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.
Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Ser discípulo y ser madre de Jesús es escuchar sus
palabras. Mi madre y mis hermanos son
aquellos que escuchan mi palabra y viven de ella. La fe en Jesús implica
estar al lado de los crucificados, para consolarlos, para desclavarlos y
bajarlos de la cruz. Ser discípulo es llegar hasta el final, aunque el final
este lleno de fracasos, de incomodidad, de desilusión. En medio del túnel del Viernes Santo es preciso
descubrir la luz que aparece a lo lejos. Es la luz de la Resurrección. La Cruz
no termina en oscuridad, sino en luz. La muerte no acaba en la nada, sino en la
nueva vida.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ. (San Marcos.15, 34.
36-37)
A las tres de la tarde gritó Jesús con fuerte
voz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” Entonces
uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña,
le ofrecía de beber, diciendo: “Dejad, vamos a ver si viene Elías a
descolgarle”. Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
La muerte de
Jesucristo desgarra nuestra esperanza. El justo ajusticiado. El hombre que pasó
haciendo el bien, crucificado. Jesús de Nazaret tratado como un malhechor, como
el peor de los malhechores. La muerte nos rompe. La muerte de las víctimas y de
los que sufren injustamente es el colmo del dolor. Jesús muere como los pobres,
abandonado. Señor, tú que eres la vida, danos luz y esperanza en las
situaciones de muerte.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN. JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO (San Marcos 15,
46)
José de Arimatea, comprando una sábana, lo
descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que
estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del
sepulcro.
Hasta en las situaciones más duras hay quienes velan
por la dignidad de las personas. Cuando todo parece haber acabado, cuando solo
impera la muerte y la destrucción, cuando nada se espera... hay quienes dan
valor a lo que parece inútil. Que la muerte no sea un espectáculo, que los
pobres no sean objeto de burla, que quienes sufren mantengan su dignidad. Que
nada ni nadie se mofe de las víctimas. Señor, que sepamos reconocerte en cada
persona que sufre.
El sepulcro es el final. Todo ha concluido. Es un sepulcro
nuevo, pero un sepulcro. Es un enterramiento digno y un ritual cuidado, pero es
un enterramiento. En la tumba de Jesús quedan sus palabras y sus acciones, sus
esperanzas y sus sueños. Allí también se encierran las expectativas de los
suyos, la ilusión generada y también queda sepultado su grupo, el grupo de
Jesús. Todo indica que es el final... Señor, danos fuerza para no perder nunca
la esperanza.
DECIMOQUINTA
ESTACIÓN: JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS (Mc 16,1-6)
Pasado el
sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir
a embalsamar a Jesús… Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que
era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la
derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis
miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está
aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Al tercer día, las mujeres escuchan un
anuncio: ¡Ha resucitado!
Es el mensaje que el Evangelio nos dirige a todos.
Jesús, el Nazareno, el hijo de Dios, está vivo. El Crucificado ha Resucitado. Él
no está en el sepulcro, sino que lo van a volver a encontrar en el camino de la
vida, en los caminos de la cruz, junto a los pobres y a los necesitados, al
lado de quienes sufren y lo pasan mal. Jesucristo conoció bien la exclusión, la
injusticia y el sufrimiento... Él no abandona a quienes padecen la precariedad,
es más, nos envía a estar cerca de quienes hoy cargan con la cruz, para que
seamos artesanos de resurrección y de vida.
ORACIÓN
FINAL
Señor Jesús, te necesitamos y necesitamos tu fuerza y
tu Espíritu.
Nos hemos acercado a tu camino de cruz y hemos
recordado las cruces que llevan muchas personas.
Ayúdanos a abrir los ojos al sufrimiento del prójimo y
a estar cercanos a ellos, a no abandonarlos.
Danos tu fuerza para que, fijos los ojos en el buen
Padre Dios, caminemos junto a los que sufren, junto a las víctimas, seamos
solidarios con ellos y tendamos nuestra mano.
Que nuestra vida sea testimonio de amor y de
misericordia.
Que nuestros actos muestren tu bondad y tu compasión.
Que nuestra voz clame contra la injusticia y la
desigualdad.
Que no permanezcamos indiferentes ante el prójimo.
Que, puestos los ojos en ti, seamos artífices de vida
y esperanza.
Confiamos en ti. ¡Danos vida!
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