SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
EVANGELIO:
Juan 20,19-23
19Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo:
Paz
a vosotros.
20Y, diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
21Jesús repitió:
Paz
a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y
les dijo: Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.
BARRO ANIMADO POR EL ESPÍRITU
Hoy terminamos el tiempo Pascual.
Hoy
hace 50 días celebrábamos el centro de nuestra fe: la Resurrección de Jesús de
Nazaret. La Palabra “Pentecostés”
quiere decir, precisamente 50 días.
Juan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien
claro qué es lo esencial. Jesús está en el centro de la comunidad llenando a
todos de su paz y alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús
no los ha convocado sólo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el
mundo.
Jesús los envía. No les
dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: Como
el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Su tarea es la misma de
Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el
mundo lo que ha sido él.
Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más
desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha
sembrado gestos de liberación y de perdón. Las
heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los
envía ahora para que reproduzcan su presencia entre las gentes.
Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha
quedado sorprendido de su fe pequeña. Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso, se
dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los
bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: Exhala su aliento sobre
ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo.
El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar.
Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con barro; luego sopló
sobre él su aliento de vida; y aquel barro se convirtió en un viviente.
Es una imagen para expresar en que consiste ser humano: un poco de barro,
alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado
por el Espíritu de Jesús.
Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro,
sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro... Sólo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas
donde su Espíritu no es acogido, quedan “muertas”. Nos hacen daño a todos, pues
nos impiden actualizar la presencia viva de Jesús. Muchos no pueden captar en
nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar
sólo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No sólo hemos de hablar de
amor, sino amar a las personas como él.
PARA LA ORACIÓN
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu Santo y recuérdanos las palabras buenas que
decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro
bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá
anunciar ninguna noticia buena.
¡Ven y enséñanos a escuchar sólo a Jesús!
Ven Espíritu de la Verdad y haznos caminar en la verdad de
Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y
mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que
pretenden guiar a otros ciegos.
¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!
Ven Espíritu del Padre y enséñanos a gritar a Dios
"Abba", Padre, como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría,
viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los
labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías.
¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!
Ven Espíritu Bueno y conviértenos al proyecto del
"reino de Dios" inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie
convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un
mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán
los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión.
¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!
Ven Espíritu de Amor y enséñanos a amarnos unos a otros con
el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión
de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando
siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la
intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno
que nos hace parecernos a Jesús!
Ven Espíritu Liberador y recuérdanos que para ser libres
nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu
fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral
de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la
matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas
de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos.
¡Ven Espíritu Santo y contágianos la libertad de Jesús!
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