SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Juan 16,12-15
COMENTARIO
El mensaje de Jesús tiene
consecuencias que los discípulos aun no sacan
y horizontes que no pueden vislumbrar. Todavía no saben cómo
va a morir Jesús ni comprenden el sentido último de su muerte.
Tampoco perciben los efectos que tendrá en la
forma de contemplar e interpretar la realidad.
Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, y sólo irá siendo
conocido a medida que la vida coloque a la comunidad ante
nuevos hechos o circunstancias. El
Espíritu de la verdad será el guía. No transmitirá
una doctrina suya propia: él será la voz de Jesús, y en
la verdad de Jesús les irá descubriendo a los discípulos posibilidades antes
inadvertidas.
Al mismo tiempo,
interpretará
los acontecimientos de la historia como
dialéctica entre el mundo y
el proyecto de Dios. Así irá guiando a los discípulos en su actividad en
favor del hombre. Para acertar en lo que conviene, los discípulos han de estar
atentos, por una parte, a lo que va ocurriendo en la sociedad y, por otra, a la
voz del Espíritu que lo interpreta.
Para
descubrir a los discípulos el significado de los acontecimientos históricos, el
Espíritu manifestará la gloria de Jesús, es decir, pondrá en evidencia
el amor que inspiró su vida y culminó en su muerte; porque sólo a través del amor
se puede conocer el ser del hombre, interpretar sus acciones y poner las bases
de la sociedad humana.
Jesús
posee en común con el Padre, en primer lugar, la gloria-amor que le ha comunicado,
la plenitud del Espíritu. No ha de concebirse como posesión estática, sino como
relación dinámica de Jesús con el Padre, relación incesante y mutua, que hace
de los dos uno e identifica su actividad. Jesús realiza así las obras del Padre,
su designio creador.
El
criterio, por tanto, para interpretar los acontecimientos se concreta en su carácter
favorable o desfavorable para la realización del ser humano, pues tal es el
designio del Padre y la expresión de su amor.
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