martes, 9 de julio de 2019

Resultado de imagen de FANO BUEN SAMARITANOSEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO


Lucas 10,25-37

25En esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué
tengo que hacer para heredar la vida eterna?
26Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
27Él respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo.
28Él le dijo: Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida.
29Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30Respondió Jesús diciendo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. 31Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 32Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. 33Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, 34 y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. 35Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva". 36¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos? 37El dijo: El que practicó la  misericordia con él. Jesús le dijo: Anda y haz tú lo mismo.

COMENTARIO
Jesús propone que la fe, lejos de ser una droga, “el opio del pueblo”, conduce a un compromiso inmediato y concreto por la vida. Esto parece no gustar demasiado a los que están en el poder, a los que se acercan a Jesús para tentarlo, tenderle trampas y evitar que se inmiscuya en la “vida temporal”. Es como si quisieran distraer a Jesús hablando de la vida eterna, olvidándose de lo temporal para no entrar en conflictos.
El jurista está molesto. Jesús no habla a la gente de lo que Él cree esencial para el buen judío: los 10 mandamientos, contenidos en las tablas de la ley. Jesús no se deja atrapar

Lucas advierte que la pregunta del maestro de la ley/jurista tiene la intención de ponerlo a prueba, desviarlo del camino, poner obstáculos y no hablar de la vida del más acá.
La pregunta tiene una fuerte carga legalista: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Para heredar no hace falta nada. La herencia se merece por el simple hecho de ser hijo. Lo único que hay que hacer es vivir pareciéndose a Dios Padre: amar a Dios y al prójimo, solidariamente. A Dios sólo se ama a través del prójimo, luego, el tema es el amor al prójimo. La vida eterna la tenemos todos. Lo que está en nuestras manos es poner el amor en práctica, mostrar que somos hijos de Dios actuando como Él.
El judaísmo, y a veces el cristianismo, da mucha importancia a la teología de los méritos, ¿qué tengo que hacer? Frente a esto, Jesús recuerda que basta con amar, con hacernos próximos a cualquier ser humano sin distinción. Ya no hay que dirigirse a Dios para que nos dé la plenitud. Esta se vive cuando nos entregamos y servimos, pareciéndonos a Él. El amor para amar no necesita motivo, en sí mismo lleva la recompensa, nos conduce a la plenitud. A la pregunta del jurista, Jesús responde con otra: ¿Qué es para ti, la vida eterna, tú que eres maestro, especialista?

El especialista responde con prontitud y con la ley en la mano Dt 6,5. Previendo que si no incluía al prójimo Jesús le podía reprochar, se siente obligado a concretar en el prójimo Lev 19,18: Y al prójimo como a ti mismo. Cuando el jurista añade la cita de Lev, Jesús lo atrapa respondiendo: Haz esto y tendrás la vida vv.28.37. No basta con recitar de memoria y con los labios las fórmulas de oración, ni con sentir internamente que amo a Dios a quien no veo. Es preciso poner en práctica el amor a Dios, a quien no veo, a través del amor al ser humano que veo.

Pero… el jurista no queda convencido con la respuesta de Jesús. Y continúa: ¿y quién es mi prójimo? Sólo reconocía como prójimo al cercano a él, al que piensa como él. Está de acuerdo, en principio, que la vida eterna tiene implicaciones en esta vida, pero sólo con los que son favorables a él. Jesús le va a decir que prójimo no es el cercano en ideas, raza, culto, costumbres, sino al que tú te acercas o aproximas. La vida eterna sí tiene implicación en la vida temporal.

Un hombre, sin nombre, significa y representa a toda la humanidad. En concreto, al que está de vuelta de Jerusalén, a la humanidad alejada del templo, de lo religioso.
Bajaba de Jerusalén.  Siendo Jerusalén el término sagrado empleado para designar la institución judía, y en especial su templo, aquí esta expresión tiene sentido negativo. El alejamiento de Jerusalén/del templo se paga muy caro. Desde el punto de vista judío, significa la pérdida de la propia vida, pues se está alejando del centro de la vida. En la medida que nos alejamos de la fuente de la vida, acabamos despojados. Lc lo narra con imágenes: en manos de bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos, lo dejaron medio muerto. Imágenes que recuerdan el camino de Jesús.

Además del apaleado, bajan otros dos personajes. Pertenecen a la misma clase social: un sacerdote del templo y un levita (ayudaban a los sacerdotes en el Templo). Ambos dan un rodeo y pasan de largo. El pensamiento que provoca tal decisión es fácilmente adivinable: “le está bien empleado por abandonar sus prácticas religiosas… ¡él se lo ha buscado!”. No se dan cuenta que esa mentalidad les aleja también de Dios. La religiosidad, el templo, sin prójimo es falsa. Estos hombres “religiosos” por ir al templo material se saltaban el auténtico templo donde Dios se hace presente: el ser humano necesitado. ¿Quién hay más necesitado que el que ha acabado sin vida por alejarse de Dios?

El tercer personaje, iba de viaje, no bajaba como los otros dos, va derecho al apaleado. Es un samaritano, un hereje excomulgado del pueblo judío. No podía ser alguien más marginal, extraño y aborrecido para el pueblo judío. El samaritano ya está acostumbrado a la maldición que los judíos dictaban contra quienes abandonaban el templo y la ley. Va directamente a donde estaba aquel hombre, y se compadece, se entrega totalmente, emplea todo lo que tiene con aquel necesitado:
-          sus provisiones: aceite y vino, le vendó las heridas;
-          su cabalgadura: lo montó encima y él fue andando como un siervo;
-          su dinero: pagando al posadero y prometiendo volver. Su implicación dura hasta la rehabilitación total;
-          cuida de él con todo lo que tiene y con el tiempo del que dispone prometiendo volver.

Volviendo a la pregunta inicial sobre la vida eterna, esta se hereda  amando al ser humano que aparece en nuestro camino. No basta con verlo y dar un rodeo, requiere proximidad, cercanía con el que sufre. Más allá de establecer normas acerca de quién es o no es mi prójimo, la cuestión es que todo ser humano puede ser prójimo a través de la entrega personal y la redención de la vida a los que se la han robado.

Una curiosidad: a la pregunta de Jesús, el jurista no contesta diciendo “el samaritano”, sino el que practicó misericordia con él. Tal era la aversión hacia el pueblo samaritano, que los especialistas y los puros de la religión evitaban pronunciar la palabra samaritano para no incurrir en impureza. Igualmente, llama la atención que Jesús elija un samaritano, alguien tan marginal y aborrecible como este pueblo, para llamar la atención y provocar la sorpresa en los oyentes. No conviene encasillar a la gente. Los que consideramos gente marginal y despreciable, también se conmueven, practican misericordia, y son capaces de lo mejor.
Jesús termina su enseñanza, Haz tú lo mismo que el samaritano y tendrás la vida definitiva. La vida eterna se disfruta a través del compromiso en la vida terrenal haciéndote prójimo, como el samaritano, como Jesús.

Posiblemente, la parábola era una llamada de atención para las primeras comunidades a las que va dirigido el evangelio acerca de la necesidad de abrirse a todos los hombres y mujeres, con independencia de su procedencia. Entonces como hoy, estamos tan necesitados de misericordia como aquel pobre hombre que bajaba del templo, y como aquellos personajes religiosos y cumplidores con las normas de pureza y del templo.



[1] ¿Qué significa vida eterna en los evangelios? Significa llevar a plenitud la vida humana que vivimos aquí, sometidos a las dimensiones del tiempo y del espacio,  y después de aquí. La vida tiene dos momentos: ahora y después. La pregunta esencial es, ¿qué tengo que hacer para que mi vida sea vivida en plenitud aquí y allí, ahora y después? La plenitud/eternidad la heredamos por los genes. Es Dios quien nos ha creado y engendrado. La vida eterna consiste en dejarse llevar por esa genética divina y parecerse a Dios Padre, que engendra vida allí donde no la hay o aparece infravalorada.

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