domingo, 3 de julio de 2016

SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO
LUNES

4 DE JULIO

Mateo 9,18-26
18Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante Él y le dijo: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
 20Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, 21pensando con solo tocarle el manto se curaría. 22Jesús se volvió y al verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado. Y en aquel momento quedó curada la mujer.
23Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente. 24dijo: ¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, Él cogió a la niña de la mano y ella se levantó. 26La noticia se divulgó por toda aquella comarca.


COMENTARIO
18Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante Él y le dijo: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
La fórmula inicial mientras Jesús les hablaba indica la unión entre este relato y el anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (Mt 8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simplemente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

20Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, 21pensando con solo tocarle el manto se curaría.
Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad, flujos de sangre, que la hace impura. La Ley le prohibía tocar a cualquier persona, para no comunicar su impureza.
El número doce, aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. Luego, la mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el contacto con Jesús. Con su mensaje y su acogida universal, por su contacto con los pecadores (Mt 9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia/norma de Israel. Prácticamente, Jesús sería ahora impuro, pero, realmente, el “impuro”, es decir, el que no tiene acceso a Dios-con-nosotros, a Jesús, es Israel. Para encontrar salvación/curación ha de dar mostrar su confianza renunciando al exclusivismo y separación que le impone la Ley.
La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salvación está en Jesús.
El vestido, la orla del manto, equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (Mt 8,3) y a la suegra de Pedro (Mt 8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es el nacionalismo exclusivista y este es el que causa su impureza.

22Jesús se volvió y al verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado. Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús se dirige a la mujer, (como antes al paralítico, Mt 9,2), figura de toda persona: ¡Ánimo! Si al paralitico lo llamó hijo, a esta la llama hija. Israel reconoce su situación de pecado.
La frase tu fe te ha salvado/curado incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico.
El término hija, que se aplica figuradamente al pueblo, pone a esta mujer en relación con la hija del jefe. Ambas, la mujer y la hija, son figuras de Israel:
-          la primera, describe la causa de su mal: el exclusivismo;
-          la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El padre / jefe ha sido incapaz de mantenerla en vida.

23Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente. 24dijo: ¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida. Se reían de Él. 25Cuando echaron a la gente, Él cogió a la niña de la mano y ella se levantó. 26La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel, simbolizado en la muchacha, va a volver a la vida como futura esposa muchacha casadera/novia. Jesús es el Esposo (Mt 9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza. 
Para Jesús esa muerte no es necesariamente definitiva. Utiliza para designar a la hija el término muchacha/joven, que designa a la jovencita apta ya para el matrimonio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (v.18: mi hija) a la de independencia (vv. 24. 25: muchacha). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

La fama de Jesús se extiende.

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