DOMINGO
Juan 1, 29-34
29Al día siguiente, al ver Juan a
Jesús que venía hacia él, exclamó: Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. 30Este es aquel de quien yo dije: Tras de mí viene
un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. 31Yo
no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a
Israel.
32Y Juan dio testimonio diciendo:
He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó
sobre él. 33Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con
agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese
es el que bautiza con Espíritu Santo. 34Y yo lo he visto y he dado
testimonio de que este es el Hijo de Dios.
1. COMENTARIO
29Al día siguiente, al ver Juan a
Jesús que venía hacia él, exclamó: Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo.
A continuación del Prólogo (Jn
1,1-18), el evangelista nos habla del éxodo y de la pascua, a través de la
imagen del Cordero, del éxodo y de la
pascua. Ese Cordero liberó al pueblo de la muerte con su sangre. Ahora Jesús,
con su sangre, nos redime y al morir entrega su Espíritu. Aquel cordero, con su
carne, fue alimento para comenzar el éxodo de la libertad. Jesús, ahora, se nos
da a comer en la Eucaristía.
La misión de este Cordero de Dios es quitar el pecado del mundo. No se habla de pecados, sino de un
pecado único, que no es expiado, sino borrado, quitado. Ese pecado existe antes de que Jesús comience su misión.
Luego, no se identifica con negar a Jesús. El
pecado es oponerse a la vida plena que Dios comunica, frustrando su
proyecto creador. Pecado está en singular,
el artículo el determina, lo hace
único. Es la tiniebla (Jn 1,5). Es oponerse a la vida plena que Dios
comunica, oponerse a la creación, no reconocer que nosotros y el otro es hijo
de Dios. Jesús viene a liberar de
esto. Es el punto de partida de su éxodo.
Entre las diversas acepciones que
el término mundo tiene en Juan, aquí
se refiere a la humanidad creada por Dios y con necesidad de salvación. El
medio para quitar el pecado será el bautismo en el Espíritu, una acción sobre
el individuo. La acción del Mesías no es acaudillar un combate contra la
tiniebla, sino dar al hombre la posibilidad de salir de su dominio, salir del
orden injusto. Jesús abre el camino que permite al ser humano el paso de la
muerte a la vida.
30Este es aquel de quien yo dije:
Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que
yo. 31Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que
sea manifestado a Israel.
Recuerda lo dicho anteriormente, Juan da testimonio de él y grita diciendo: Este
es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque
existía antes que yo (v. 15), y añade: un
hombre. No se trata de un varón cualquiera, sino del Esposo de la Nueva
Alianza. Por eso, pasa delante de mí. A
continuación, el evangelista nos relata la visión/experiencia de Juan Bautista.
32Y Juan dio testimonio diciendo:
He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó
sobre él.
El evangelista no menciona el
Bautismo de Jesús. Queda en la sombra, no quiere insinuar la más leve
subordinación de Jesús a Juan Bautista.
El Espíritu, a la luz del Prólogo, es la plenitud de vida y amor (Jn
1,14). Ha tenido experiencia de que
el amor pleno, que no se desdice nunca, se ha dado en Jesús.
Como una paloma… Simboliza el cariño al nido. El Espíritu encuentra
su nido, su lugar preferido, en Jesús. Es símbolo del amor del Padre que
establece en Jesús su nido permanente.
33Yo no lo conocía, pero el que
me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu
y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo.
Ese Espíritu se queda, se posa, en alusión a David (1 Sam 16,13; es el
del único rey del que se afirma la permanencia estable del Espíritu. Los otros
reyes y personajes son ocasionalmente arrebatados por el Espíritu). Para Juan,
Jesús es el nuevo David.
El bautismo de Jesús será distinto, en el Espíritu. El de Juan es de
agua, externo. Jesús tiene la plenitud, por eso baja el Espíritu. El Espíritu cuando se refiere a Jesús no lleva el
apelativo de “santo” porque santo
significa separado, perteneciente a lo divino. Jesús nunca ha estado separado
de la esfera de lo divino. Ese apelativo solo se aplica a los humanos.
34Y yo lo he visto y he dado
testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Acaba el relato con la proclamación solemne de Juan. Estas palabras
tienen su paralelo con el final del relato evangélico:
·
Juan
Bautista: ha visto bajar sobre Jesús la plenitud del Padre y anuncia que
bautizará con el Espíritu.
·
Juan
evangelista (Jn 19,35): ve realizado ese amor hasta el extremo. Ve la sangre que libera de la muerte y el agua fuente de vida. Es la
consumación del bautismo anunciada al comienzo.
Ambos, al principio y al final, representan el anuncio y el término de la
misión de Jesús.
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