JUEVES SANTO--- Hora
Santa
Esta oración se puede hacer entorno a un Icono de Cristo, con
alguna vele encendida para crear un ambiento de adoración.
Introducción
Guía:
Alabado sea el Santísimo Sacramento del
Altar.
Todos: Sea bendito y alabado.
Canto
No adoréis a nadie,
a nadie más que a Él.
No adoréis a nadie,
a
nadie más que a Él.
a nadie más.
No adoréis a
nadie,
a nadie más.
No adoréis a
nadie,
a nadie más que
a Él.
Porque solo Él,
nos puede sostener.
Porque solo Él,
nos
puede sostener.
No adoréis a nadie,
a nadie más.
No adoréis a nadie,
a nadie más.
No adoréis a nadie,
a
nadie más que a Él.
Monición inicial
Guía:
En
esta Noche Santa Jesús, nos tienes aquí presentes, junto a ti. Queremos
acompañarte en
estos momentos en que Tú vas a llevar a cabo la obra sublime de
nuestra
redención, en que vas a entregarte libremente por amor. Esta entrega tuya
que se realiza
en cada Eucaristía, una entrega con valor eterno. En la celebración la Santa
Misa de la Cena del Señor, nos dejabas tres regalos: el Sacerdocio Ministerial,
tu presencia viva, real y verdadera en la Sagrada Eucaristía y el Mandamiento
del amor.
Ahora
se vislumbra pronto tu entrega, la traición que vas a sufrir, el poder de las
tinieblas ha comenzado a maquinar y parece iniciar su reinado. En esta hora
santa, que nos recuerda aquel momento en que tomaste aparte a tus tres
apóstoles íntimos, Pedro, Santiago y Juan, y les pediste "quedaos aquí y
velad conmigo", queremos permanecer contigo este rato. Son varias las inquietudes
que se albergan en nuestro corazón que, como a ti, también nos causan angustia
y temor, pero contigo todo es más llevadero.
Acéptanos
en tu compañía Jesús, acéptanos como uno más de tus discípulos y permítenos
descubrir los sentimientos de tu corazón; danos a gustarlos internamente para
aprovechar al máximo este rato de oración. Tú eres nuestro Señor, tú conoces
nuestra historia, y por ello sabes las circunstancias en que vivimos.
Pensemos en un breve momento de silencio en todo
aquello que puede angustiar a Jesús en esta noche, pongamos nombre a las
acciones de nuestra vida, de la vida de nuestra sociedad, que agudizan el sufrimiento
de Jesús ahora, y ofrezcámosle nuestro cariño, nuestro amor.
Silencio
Primer Momento – Sacerdocio
Escucha de la
Palabra de Dios
Lector:
X Del Evangelio según san Juan. Jn 17, 1-26
En aquel tiempo habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique
a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida
eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he
glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me
encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo
tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a
los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos
han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste
procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y
ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han
creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo,
sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y
lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el
mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Padre santo,
guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como
nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me
diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición,
para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el
mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu
palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del
maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me
enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la
verdad. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por
la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo
en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente
uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a
ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has
dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste,
porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el
mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me
enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que
el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra
del Señor.
Todos: Gloria a ti
Señor.
Reflexión
Guía:
Fruto de tu amor
extremo Jesús por nosotros son tus sacerdotes. Ellos han sido llamados por Ti
para seguir haciéndote presente en medio de nuestro mundo. Son fruto de tu
amor, de tu entrega hasta el extremo. Era uno de tus regalos especiales para tu
pueblo, instituir un único y verdadero sacerdocio, hombres que participando de
tu sacerdocio se entregaran por la salvación de los hermanos. Y te lo has
guardado hasta ahora.
Podías haberlo
instituido antes, en cualquier otro momento, pero lo has reservado para el
momento cumbre de tu vida. Has elegido esta noche para dar a participar a tus
apóstoles del único y sumo sacerdocio. Éste, no lo olvidemos, es fruto de tu
amor hasta el extremo. Has querido dotar de dos facetas importantes el
sacerdocio que hoy instituyes, lo has querido vincular a dos elementos que lo
irán configurando a lo largo de su vida: la Eucaristía y el servicio.
En tu mandato
tras haber instituido la Eucaristía dices «haced
esto en conmemoración mía», el don precioso de tu Cuerpo y tu Sangre que
acabas de depositar en el primer altar cristiano de la historia, ya lo dejas
confiado a tus nuevos ministros, tus sacerdotes. Ellos tienen la misión de
realizar esta entrega tuya en su propia vida, de custodiar la pureza de tu
Cuerpo y tu Sangre, de prolongarla hasta que Tú vuelvas. Y unido a ello, el
servicio.
Tu ejemplo en el
lavatorio, tu disponibilidad a ejercer los trabajos más serviles, muestran la
condición de tus sacerdotes, siervos por amor de los hermanos, los hombres,
siervos para prestar el mayor servicio que éstos pueden realizar, anunciar tu
Evangelio y llevar las almas a ti; limpiar las impurezas cometidas por el
pecado de esas almas que van a ser lavadas por la efusión de tu sangre en la
Cruz. Gran servicio y gran responsabilidad. «Al
que mucho se le dio, mucho se le exigirá», cuánto más a tus sacerdotes a
quienes te has dado tú mismo.
Alta es su
misión y alta su responsabilidad. Pero desgraciadamente, Jesús, vemos por los
distintos medios de comunicación, cómo tal servicio no es llevado a cabo por
tus ministros, sino que a veces resultan ser los primeros que te traicionan.
Escándalos públicos, denuncias por abusos, vidas pecaminosas, carrerismos donde
no se busca el bien del pueblo sino el bien propio... pueden llevarnos a
pensar, ¿es que no es posible encontrar otros "Cristos" en la tierra?
¿tu sacerdocio no es realizable? Nada más lejos de la verdad, pues aunque
ciertamente tales noticias sean ciertas, los cristianos también sabemos que
suena más un árbol que cae que cientos que crecen; sabemos que lo malo es
noticia pero que lo bueno permanece oculto. ¿Existen esos casos? Ciertamente,
pero frente a ellos hay miles de vidas sacerdotales entregadas por amor a Ti,
miles de sacerdotes que nunca serán noticia pero que se encuentran desgastando
su vida en tierras de misión o en medio del pueblo encomendado; sacerdotes que
te llevan a sitios recónditos, a los diversos y nuevos areópagos de nuestro
mundo; sacerdotes que de manera callada sufren la incomprensión de los fieles;
sacerdotes que gastan su vida por Ti y por tu Evangelio, sacerdotes que de
nuevo te hacen presente en medio de un mundo que te ha sentenciado.
Por ello ahora,
en esta noche santa Jesús, te queremos pedir por ellos. No dejes de mandarnos
santos sacerdotes, de seguir llamando a jóvenes para ministerio tan alto. Ellos
son fruto de tu amor hasta el extremo, por ellos ahora te queremos presentar
nuestra oración. Pensemos por un instante de tiempo, en los distintos
sacerdotes que han ido pasando por nuestra vida: el sacerdote que te bautizó,
el sacerdote que te confesó por primera vez, el sacerdote que te dio a Jesús
sacramentado por vez primera. Piensa en ese sacerdote que te hizo tanto bien
por alguna palabra en su homilía, o en la confesión, por aquel consejo dado que
te ayudó a orientar tu obrar de un modo distinto, o que te previno de cosas
peores; piensa en lo bueno que hayas podido recibir de un ministro del Señor,
puesto por Él en medio de tu vida para manifestarte el gran amor que te
profesa. Piensa en ese sacerdote y agradece al Señor el don de su vida, dale
gracias por tanto bien recibido, dale gracias por habernos dejado el don
precioso del sacerdocio católico.
Ciertamente
quizás hayas podido tener algún enfrentamiento con alguno de los ministros del
Señor, alguna incomprensión; quizás más que acercarte te haya podido alejar de
Dios, no te haya manifestado el amor de Dios; su comportamiento ha podido
quizás generar en ti escándalo... Si es así, si también has podido recibir algo
malo de algún sacerdote, en este momento, pídele a Dios perdón por él, pide por
ese sacerdote, pues necesita de tu oración; pide para que sea santo, pide por
su conversión. Grande es el don que han recibido los sacerdotes y los
beneficios que del sacerdocio se reciben, precisamente por eso el enemigo les
odia más. Nuestros sacerdotes, necesitan de nuestras oraciones. Al igual que
Aarón y Nur sujetaban los brazos de Moisés durante la batalla para lograr la
victoria de Israel, así son las oraciones de los fieles por sus sacerdotes.
Por ello ahora, en este breve rato de
oración en silencio, pide perdón por ellos, da gracias a Dios por la vida de
aquellos sacerdotes que conoces, pide para que no nos falte la respuesta de
jóvenes a la llamada del Señor, que el Señor nos conceda muchas y santas
vocaciones.
Canto
1.- Una noche de
sudores con la barca en el mar,
mientras el
cielo aclara ya, mirabas tus redes vacías.
Pero hay alguien
que te llama y otros mares te enseñará,
en
el corazón del hombre sus redes echará.
Dona toda tu
vida como María al pie de la Cruz.
Y serás siervo
de cada hombre, siervo por amor,
Sacerdote
de la humanidad.
2.- Caminabas en
el silencio, entre lágrimas esperando
que la semilla
echada ya cayera en la tierra buena.
Hoy tu corazón
se alegra porque el grano ha dorado ya.
Y
madurado bajo el sol, solo queda recogerlo.
Dona
toda tu vida...
Preces
Guía:
Oh
Jesús Sacerdote Eterno, modelo de todos los sacerdotes y de todos los
seminaristas que de tu sacerdocio van a participar. En esta noche santa en que
instituiste tu sagrado sacerdocio, te pedimos para que suscites nuevas
vocaciones sacerdotales y sostengas y santifiques a los que ya se han
consagrado a tu sacerdocio o se preparan para ello. Ante Ti, aquí presente te
rogamos:
R/. Danos más y mejores vocaciones, que haya
muchos y santos sacerdotes
Lector:
―
Para que sea constante la celebración de la Eucaristía; para que la tengamos en
los templos y nos guíen a venerarla; para que nos preparen a recibirla; y no
nos falte el Manjar. R/
― Para
que visibilicen continuamente tu mediación de alabanza y acción de gracias a
Dios y perdón y dones a los hombres. R/
― Para
que siembren la salvación; los niños aprendan la fe, los jóvenes encuentren
apoyo, los adultos hallen fortaleza. R/
― Para
que purifiquen el mundo del mal; los pecadores se reconcilien, todos tengan
consejeros y celosos directores. R/
― Para
que los pobres tengan esperanza; los ricos, caridad; y todos, cumplida la
justicia, nos amemos como hermanos. R/
―Para
que nuestros oídos escuchen tu palabra; veamos tu luz y sintamos tu fuerza. R/
―
Para que todo el mundo oiga tu pregón; en todo resuene tu gloria; el cielo se
pueble de santos. R/
Guía:
Oh
Jesús, Pastor Eterno de las almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a
esta porción de tu grey amada. Señor gemimos en la orfandad, danos vocaciones,
danos sacerdotes y religiosos santos. Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen
María, tu dulce y santa Madre. Oh Jesús, danos vocaciones, danos sacerdotes y
religiosos según tu Corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos.
Todos: Amén
Segundo Momento – Virgen María
Guía:
En este segundo
momento, vamos a dirigir nuestra mirada a alguien importante, principal en toda
esta historia, la Virgen María. Ella de nuevo, según su humildad, no quiere
protagonismos en esta historia, sino que prefiere el silencio, el anonimato.
Pero en esta noche
santa Ella también está presente. Contemplaría cada detalle de su Hijo, sabe
que la obra cumbre de la Redención, prometida desde antiguo al pueblo de
Israel, ya se iba a realizar y llevar a cabo. Ella contempla a su Hijo y sufre con
Él.
¿Qué no habría en
el corazón de esta Buena Madre en esta noche? Ella lo
observaría todo y lo guardaría en su
corazón, y lo aceptaría. El dolor llega a su vida, pero no se deja vencer por
él; sabe que este dolor es redentor, está para dar y generar vida. Es un dolor
de entrega, de salvación. Al mismo tiempo nos muestra la delicadeza de Dios
para con nosotros...se ha querido parecer tanto a nosotros, ha querido
redimirnos hasta tal punto, que ha asumido todos los sufrimientos de la
historia en todas sus circunstancias, entre ellos los de las madres en María.
¡Cuántas madres sufren en nuestro mundo!
Pensemos en
aquellas madres que sufren por la enfermedad o pérdida de su hijo, por la huida
de casa de éstos, por las discusiones con el fruto de sus entrañas. Pensemos en
aquellas madres que observan cómo sus hijos caen presos de tantos vicios y esclavitudes
de nuestra sociedad: drogas, alcohol, sexo... madres que llevan su corazón
marcado por las faltas de sus hijos... ¡cuánto dolor! Y este también fue asumido
por Jesús y compartido por María.
Ahí está, viendo
cómo acaba la cena y marcha su Hijo camino de Getsemaní. Lo ve alejarse hacia
el Huerto de los Olivos, y de nuevo pronuncia aquel "Hágase en mí", "Fiat".
Palabra que ha de hacerse vida, que no
ha de rehuir las dificultades del mundo, sino que ha de encarnarse de nuevo en
cada obra nuestra. Nosotros cristianos hemos de decir, siguiendo el ejemplo de
María, "Hágase" en las diversas circunstancias de nuestra vida.
"Fiat"
pronunciaría de nuevo María. Su Hijo marcha a llevar a cabo la obra de nuestra
Redención, y María callada acepta y se prepara para esta hora clave. ¿Qué ocurre
ahora? Nos lo relata San Lucas.
Escucha de la
Palabra de Dios
Lector:
X Del Evangelio según san Lucas. Lc 22, 39-46
En aquel tiempo salió Jesús y se encaminó, como de costumbre, al
monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les
dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de
piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este
cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un
ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más
intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas
espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los
encontró dormidos por la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y
orad, para no caer en tentación».
Palabra
del Señor.
Todos: Gloria a ti
Señor.
Reflexión
Guía:
Cristo
se encamina hacia el huerto de los olivos, y allí en oración, observa toda la historia
de la salvación. Vería todos los pecados, desde la primera desobediencia de los
primeros padres, hasta el último pecado que se cometerá en la historia antes de
la Parusía. Cristo contempla y siente el peso de tanto dolor, de tanto pecado,
hasta el punto de, como nos detalla san Lucas, sudar gotas de sangre. ¡Cuánto
dolor sentiría en este momento Cristo para que se realizara este fenómeno
biológico! ¡Qué sufrimiento no habría en su corazón, que peso y angustia no
sentiría! Pero... ¿qué es lo que más le duele a Cristo? ¿Qué le produce tal
sufrimiento? No sólo el pecado, sino la condenación de las almas; corazones que
se cierran a su gracia, que no se abren a su amor y ellos solos se condenan.
Cristo sufre por ellos... voy a dar mi vida por salvarles, pero se cierran a mi
amor... apostasía, defecciones en la Iglesia, escándalos... Cristo sufre el
peso de todos estos pecados en este momento.
¿Acaso
vencerá el maligno? ¿Acaso será inútil tanto sacrificio? El demonio
pretendería turbarle con estos
pensamientos, pero Cristo no desconfiaría por ello
del Padre. Sabe que la pérdida de esas
almas es una posibilidad, pues no depende
de él sino de ellas... Dios que te creó
sin ti, no te salvará sin ti... Él lo da todo, pero
¿ellas lo recibirán? ¿Dejo obrar en mí
la gracia de Dios?
Y en medio de
estos acontecimientos recibe la visita de un ángel que lo consuela. "Merece
la pena Jesús", "Vas a lograr que participen de la gloria del cielo con
tu sacrificio", "Es una dura batalla, pero tuya es la victoria",
"Esas almas podrán condenarse, pero por ti Jesús que no quede, ellas serán
las únicas responsables de su desastre. Pero mira cuántas salvarás".
Una criatura consuela a su
Creador...consolemos nosotros esta noche a Jesús. Y junto a Él, a María.
También ella sufriría. Al contemplar la angustia de Cristo no podemos evitar el
pensar en el mensaje de la tercera aparición de la Virgen en Fátima, pues el
dolor es similar. Así nos lo narra Lucía:
Lector:
"El
día 13 de Julio, entre cuatro o cinco mil personas tuvieron que abrirse paso
los videntes para llegar al lugar de las apariciones. Después del acostumbrado relámpago,
envuelta en una intensa luz, se presentó a los niños la Visión. Lucía quiso conocer
su nombre y pidió una prueba que confirmara la realidad de la Aparición celeste.
Esta le contestó:
- Seguida viniendo todos los
meses. En octubre os diré quién soy y lo que deseo. Y yo haré entonces un gran
milagro para que todo el mundo pueda creeros.
Y
añadió poco después:
- Sacrificaos por los pecadores, y
decid a menudo, sobre todo al hacer algún
sacrificio: «¡Oh Jesús! Por vuestro
amor, por la conversión de los pecadores y en
reparación de las injurias cometidas
contra el Inmaculado Corazón de María.»
Dichas
estas palabras mostró a los niños el infierno y como para pedir socorro, éstos
alzaron los ojos a Nuestra Señora, que les dijo con bondad y tristeza:
- Habéis visto el infierno, adonde
van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, el Señor quiere
establecer la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si se hace lo que yo os diga,
muchas almas se salvarán y vendrá la paz. La guerra está para acabar, pero si
no cesan de ofender al Señor, no pasará mucho tiempo en el próximo Pontificado
de Pio XI, en que comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una
luz desconocida, sabed que esa es la señal que Dios os da de que está próximo
el castigo del mundo por sus muchos delitos, mediante la guerra, el hambre y
las persecuciones contra la Iglesia y contra el Padre Santo [...] Cuando recéis
el Rosario, decid al fin de cada decena: «¡Oh Jesús mío! Perdonadnos nuestros
pecados; libradnos del fuego del infierno; llevad al Cielo a todas las lamas, especialmente
a las más necesitas de vuestra misericordia»."
Cristo
se entrega por la salvación de las almas, María lo acompaña en esta
entrega e intercede por nosotros, por
nuestra salvación. En este breve rato de
oración, pide a Dios por la salvación de
las almas, piensa en los miembros de tu
familia que están más apartados del
Señor, piensa en todas aquellas personas cuya
vida moral se aparta del camino
propuesto por Cristo, pide por su Salvación.
Y
unida a esta petición, al igual que hizo el ángel con Jesús en Getsemaní,
consuélalo, confórtalo. Consuela con tu
vida al mismo Dios, a su madre Santísima. Que ellos sientan tu amor, tu
ternura. Si nosotros a nivel humano somos capaces de afligirnos y dar nuestro
apoyo a una persona que lo pasa mal, ¡cuánto más no deberemos de hacerlo con la
Virgen María, con el mismo Dios!
Jesús...
¿por qué y para qué sufres tanto? Es por mí, por mi salvación, para
ganarme el
cielo.
Silencio. Puede interrumpirse para contemplar el primer misterio
de dolor del Santo Rosario: La oración de Jesús en el huerto.
Canto
Quiero pedirte María,
ser un reflejo de ti,
que quien me mire te vea,
y sepa mi amor
por ti.
Hazme como tú, como tú María
hazme como tú y se mi guía.
Para que algún día, Madre de Dios,
puedas ser la
Reina de mi corazón.
Quiero pedirte María,
que guíes mi caminar,
para poder ir a Dios
y amarle cada
vez más.
Tercer Momento – Martirio
Guía:
Seguimos
avanzando en esta noche junto a Ti Jesús. Aquí nos tienes acompañándote y ahora
nuestra mirada se detiene en un elemento que nos está acompañando desde el
domingo, la Palma de Ramos. Esa Palma nos recordaba el gozo de tu entrada
gloriosa en Jerusalén. Todo era fiesta, alabanza, exaltación al Dios que
visitaba a su pueblo, pero ahora llega el sentido escondido de la misma, la verdadera
gloria que se esconde tras la figura ilusoria del mundo, el martirio. La Palma
nos recuerda tu entrega martirial, y con ella, la de tantos mártires que derramaron
su sangre por confesar tu fe, con el único delito de ser fieles seguidores tuyos.
Vemos ahora cómo vienen a por Ti, como
a por un bandido, y si esto hacen con el leño verde... ¿qué no harán con el
seco? ¿Acaso somos nosotros más que nuestro maestro? Detengámonos un momento para
recordar lo que ahora sucede.
Escucha de la
Palabra de Dios
Lector:
X Del Evangelio según san Mateo. Mt 26, 47-56
Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los
Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta
contraseña: «Al que yo bese, ese es: prendedlo».
Después
se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó. Pero Jesús le
contestó: «Amigo, ¿a qué vienes?». Entonces se acercaron a Jesús y le echaron
mano y lo prendieron.
Uno de los que estaban con él agarró
la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo
sacerdote. Jesús le dijo: «Envaina la espada: que todos los que empuñan espada,
a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría
enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las
Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?». Entonces dijo Jesús a la gente: «¿Habéis salido a prenderme con
espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a
enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que
se cumplieran las Escrituras de los profetas». En aquel momento todos los
discípulos lo abandonaron y huyeron.
Palabra del
Señor.
Todos: Gloria a ti
Señor.
Reflexión
Guía:
El
mal ha comenzado a maquinar, ya lleva a cabo su plan, quiere eliminar a Dios
pues es su enemigo. Ha engañado ya a uno de los íntimos de Jesús, su apóstol,
quien ha contemplado los milagros de Cristo, que lo ha acompañado y escuchado
durante varios años, y lo traiciona... seguía a Jesús, pero no lo amaba. ¿Acaso
no nos ocurre lo mismo a veces a nosotros? Podemos estar siguiendo a Jesús,
pero no amarle; quedarnos en que sea una idea, un pensamiento, pero no caer en
la cuenta que es una persona, un Dios que se ha hecho hombre.
El
mal actúa, va contra Jesús, lo quiere eliminar de la historia y lo entrega con
un beso. Ciertamente lo primero que surge es el deseo de venganza, pero Cristo
desde ahora, da un ejemplo a todos sus seguidores que ha de durar para siempre...responde
al mal con el bien, llama a Judas "Amigo", responde con amor.
Esta ha sido una constante a lo largo de
la historia del cristianismo; los mártires
siempre han aceptado su martirio
perdonando. Allá donde el mal parece avanzar,
sólo cabe vencerlo con la fuerza del
amor.
En
Almería, fueron beatificados 115 mártires, y el cardenal Amato, nos dijo: «España tierra de santos, teólogos y
misioneros, de fundadores de grandes órdenes religiosas, se convirtió
repentinamente en terreno de conquista de los 3 funestos caballos del
apocalipsis, donde parecía que el reino del anticristo se hubiera adueñado de vuestra
tierra bendita. En aquel tiempo en España prevaleció la ideología anticristiana
que pretendía la anulación total de la Iglesia, de los sacerdotes y los laicos
comprometidos en el apostolado católico».
A
veces el mal parece adueñarse de la situación, como ocurre ahora con Cristo. Pero
nada más lejos de la realidad. El mal es vencido por Cristo, ¿de qué modo? ¿Con
qué medios? Con el amor...solo el amor puede vencer al mal. Vemos en nuestro mundo
cómo Cristo sigue siendo apresado y silenciado: persecuciones, guerras, imposición
de la ideología de género, reducción de lo religioso al ámbito privado, abortos,
apostasía del Creador, eutanasia... Cristo vuelve a ser apresado en cada una de
las situaciones en que el mal parece vencer. Y frente a esto, ¿qué hacer?
¿tomar la justicia por nuestra cuenta como el discípulo que toma la espada, o
emprender el camino del bien, de la bondad, del amor, del anuncio liberador de
la verdad aún a riesgo de ser señalado?
Pensemos
en miles de hermanos nuestros en Siria que están siendo perseguidos a causa de
su fe. Su único delito es amar a Cristo, y por esto lo pierden todo, son perseguidos,
considerados ciudadanos de segunda.
¿Cómo reaccionamos frente a la
persecución? ¿tomamos la justicia por nuestra mano? ¿reaccionamos cayendo en el
silencio y en el falso ídolo de los respetos humanos? ¿Callamos y no manifestamos
nuestra fe? ¿Nos avergonzamos frente a otros de tu vida cristiana? ¿Nos avergonzamos
de Cristo? ¿Cómo reaccionamos frente al mal que sufrimos de los otros? ¿Tenemos
algo contra alguna persona que me ha podido ofender por algo? ¿Cómo la tratamos?
Breve silencio que se interrumpirá por el testimonio que se
narra a continuación.
En los mártires tenemos el testimonio
de cómo se ha de comportar el verdadero cristiano frente a la persecución.
Escuchemos el testimonio de un cardenal, Van Thuan, que sufrió persecución por
su fe y veamos un ejemplo a seguir, tanto como el de miles de hermanos nuestros
cristianos que están sufriendo a causa de la fe.
Lector:
"Me
llamo Francisco Nguyen van Thuan y soy vietnamita... El 23 de abril de 1975 Pablo
VI me nombró arzobispo coadjutor de Saigón. Cuando los comunistas llegaron a
Saigón, me dijeron que mi nombramiento era fruto de un complot entre el
Vaticano y los imperialistas para organizar la lucha contra el régimen
comunista. Tres meses después fui llamado al palacio presidencial para ser
arrestado: era el día de la Asunción de la Virgen, 15 de agosto de 1975.
Esa
noche, durante el trayecto de 450 km que me lleva al lugar de mi residencia obligatoria,
vinieron a mi mente muchos pensamientos confusos: tristezas, abandono,
cansancio, después de tres meses de tensiones... Pero en mi mente surge
claramente una palabra que disipa toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh,
obispo misionero en China, pronunció cuando fue liberado después de doce años
de cautiverio: “He pasado la mitad de mi vida esperando”. Es una gran verdad: todos
los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después
decidí: “Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”.
No es una inspiración improvisada, sino una convicción que he madurado durante
toda la vida. Si me paso el tiempo esperando quizá las cosas que espero nunca
lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte.
En
el pueblo de Cay Vong, donde se me designó la residencia obligatoria, bajo vigilancia
abierta y oculta de la policía, “confundida” entre el pueblo, día y noche me sentía
obsesionado por el pensamiento: “¡Pueblo mío! ¡Pueblo mío que tanto amo: rebaño
sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en el
momento en que tienen más necesidad de su pastor?
Las
librerías católicas han sido confiscadas; las escuelas, cerradas; las
religiosas y religiosos que enseñaban han sido enviados a trabajar a los
arrozales. La separación es un shock que me parte el corazón.
“Yo
no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor; pero ¿cómo?”.
Una noche viene la luz: “Francisco, es muy simple, haz como San Pablo cuando
estuvo en prisión: escribía cartas a varias comunidades”. Así fue como comencé
a escribir cartas. La gracia de Dios me dio la energía para trabajar y continuar,
aún en los momentos de más desesperanza. El libro lo escribí de noche en mes y
medio, pues tenía miedo de no terminarlo: temía que me trasladasen a otro
lugar.
Una
vez, la Madre Teresa de Calcuta me escribió: “Lo importante no es el número de
acciones que hagamos, sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción”.
¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en el momento presente? Pienso que debo
vivir cada día, cada minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es
accesorio, concentrarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación
telefónica, cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos
mi amor, mi sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido...
Escribí
en el libro El camino de la esperanza: “Para ti el momento más bello es el momento
presente. Vívelo en la plenitud del amor de Dios. Tu vida será maravillosamente
bella si es como un cristal formado por millones de esos
momentos. ¿Ves cómo
es fácil?”.
Canto
1.- Entre tus manos está mi vida, Señor.
Entre Tus manos
pongo mi existir.
Hay que morir, para vivir.
Entre tus manos
yo confío mi ser.
2.- Si el grano de trigo no muere,
si no muere solo quedará,
pero si muere en abundancia dará
un fruto eterno
que no morirá.
Breve silencio.
Conclusión
Guía:
Cristo
ha sido apresado, inicia su calvario. Todo por amor, todo por ti, por mi...
Dios me ama tanto, me ha dado tanto, ¿qué le voy a dar yo? ¿Cómo puedo ordenar
mi vida para más agradarle y servirle?
Jesús
es apresado y llevado a juicio injusto. Sabemos a lo que se adviene por amor, y
Él no lo rehúye. Sólo puede amar de verdad quien está dispuesto a sacrificarse.
Aprovechemos esta noche santa para acompañar a Cristo Eucaristía,
ofrezcámosle el incienso de nuestra
presencia, de nuestro corazón. Velemos con
Cristo, vayamos con Él, que en medio de
la soledad de la noche, del vía crucis, sienta un corazón, tu corazón, que lo
acompaña y ama.
María,
cuenta con la presencia de tus discípulos, de tus hijos amados. Aquí estamos
acompañando a tu Hijo. Siente nuestro corazón y confía en que nosotros
cuidaremos de
Él.
Concluimos realizando la estación.
Guía:
Viva
Jesús Sacramentado
Todos: Viva y de todos
sea amado
Padrenuestro,
Ave María, Gloria
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