jueves, 2 de abril de 2020


VIERNES SANTO--- Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz
Introducción
Colocamos la Sagrada Escritura (Biblia) y encendemos una vela para formar un ambiente de oración. También podemos poner una imagen de la Virgen María.

Guía:
El Señor que murió en la Cruz para salvarnos esté siempre con vosotros.
Todos: Y con los hombres de buena voluntad.
Monición inicial
Guía:
Jesucristo, nuestro Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, antes de expirar en la cruz, quiso dejarnos, como perlas preciosísimas de sabiduría y amor, siete palabras con las cuales expresaba, como un testamento de amor, los aspectos más esenciales de su mensaje.
Meditar en estas “palabras” junto con María, a los pies de la cruz, es como zambullirse en el gran misterio de la redención y presentarla como única y eficaz tabla de salvación para los hombres de nuestro tiempo, quienes, con tanta facilidad, pasan distraídamente junto a la Cruz, absortos en otras palabras que les dejan vacío el corazón.
Abramos nuestro corazón a la gracia del Señor que, en estos momentos, quiere derramarse abundantemente sobre nosotros al escuchar y meditar sus palabras pronunciadas desde la Cruz.
Interioricemos estas palabras junto a María, al pie de la Cruz, compartiendo sus sentimientos y haciéndolos nuestros.
Canto


No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.

1ª Palabra – ¡Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!     
Lector:
X Del Evangelio según San Lucas                                             Lc 23, 33-34
Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Meditación
Guía:
Jesús, traicionado por Judas y abandonado por sus discípulos y amigos, es llevado ante los tribunales como acusado; es juzgado, cruelmente azotado, escupido, golpeado, maltratado, condenado a muerte y castigado a cargar con su propia cruz hasta la cima del monte Calvario. Es desnudado en público, tendido sobre la cruz es clavado en ella de pies y manos a través de sus huesos, recibe múltiples ofensas y burlas, y lo único que dice es: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que, a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor. 
Oración
Guía:
Dios de bondad, tu Dijo en la Cruz te pidió que perdonaras a sus ejecutores, porque no sabían lo que hacían; te pedimos que perdones nuestra desidia, nuestra agresividad y falta de amor. Convierte nuestro corazón para que, abandonando el camino del pecado, volvamos a Ti y perdonemos las ofensas de nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.

2ª PALABRA – Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso  
Lector:
X Del Evangelio según san Lucas                                                   Lc 23, 39-43
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Meditación
Guía:
El Dios cristiano no es ajeno al sufrimiento del mundo, al sufrimiento de los hombres, no es un espectador impasible que lo contempla desde la lejanía, sino que lo asume y vive con la máxima intensidad, como sufrimiento activo, como don y ofrenda de donde surge la vida nueva del mundo. Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento, tampoco ha venido a explicarlo; ha venido a llenarlo con su presencia.
          Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido. 
Oración
Guía:
Padre santo, tu Hijo estando en la cruz dijo al buen ladrón: “Hoy estrás conmigo en el paraíso”. Acoge en tu bondad a todos los que se acercan a Ti con un corazón humilde y quebrantado; y concede a los que viven en la oscuridad de su ceguera y esclavizados por la una sociedad materialista, la luz necesaria para reconocer sus errores y la auténtica libertad. Por Jesucristo nuestro Señor.
3ª Palabra – Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre
Lector:
X Del Evangelio según san Juan                                                Jn 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Meditación
Guía:
          Jesús estaba llegando a su fin. Se mantiene en obediencia perfecta al Padre y en servicio sacrificial a favor de la humanidad. Pero, antes de morir, Jesús nos quiere hacer un regalo inesperado. Nos había regalado ya su palabra y su perdón; nos había regalado la Eucaristía; nos estaba entregando su vida. Parecía que ya no le quedaba nada. Pero sí, le quedaba alguien a quien Jesús amaba profundamente: su bendita Madre. Su amor profundo y desmedido lo llevó hasta donarnos a su propia Madre para que fuera nuestra Madre.
          En las tinieblas del Viernes Santo brilla una luz. En un espeluznante escenario de muerte se opera un admirable acto luminoso y creativo. María representa aquí a la nueva Eva de la que nace una nueva prole: la estirpe de los hijos de Dios.
          Nuestra vida tiene por tanto sus raíces en la cruz de Jesús, en el corazón maternal de María, en la fidelidad de Juan. En esa hora nacimos allí del corazón traspasado de Cristo y nos encomendó al corazón de su Madre. Así hemos nacido como hijos de Dios y como Iglesia; por eso nacimos también como madres, porque María es Madre e Hija de la Iglesia y, al mismo tiempo, es Madre e Hija de su Hijo.
          La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
          El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores. 


Oración
Guía:
Padre misericordioso, junto a la cruz de tu Hijo estaba maría, tu Madre, que, con el corazón traspasado de dolor, contemplaba tu rostro desfigurado. Concédenos que, imitando a la Virgen María, nuestra Madre. Acompañemos a los que viven crucificados por la justicia, la violencia, la guerra, el hambre, y la incomprensión de los hombres; socórrelos en sus sufrimientos para que ellos, al contemplar el rostro de tu Hijo, ofrezcan sus sufrimientos por la salvación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
4ª Palabra – Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?            
Lector:
X Del Evangelio según san Mateo                                              Mt 27, 45-46
Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).”
Meditación
Guía:
El grito lacerante de Jesucristo atraviesa nuestras tinieblas; es la hora culminante de la agonía en la que Cristo asume toda la angustia, el miedo, el terror de la muerte que anida en el corazón del hombre. “Con gran clamor y lágrimas -dice la Carta a los Hebreos (5,7)- Jesús oró al que podía librarlo de la muerte”. El llanto de todo el dolor de las generaciones humanas pasa a través del corazón de Cristo, asciende de la tierra, penetra en el cielo y hiere el corazón del Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». «Dios no puede haberlo abandonado -precisa san Agustín- porque él mismo es Dios». Y sin embargo Cristo experimenta ese abandono, vive esa extrema desolación, cae en ese abismo donde las tinieblas son absolutas. Es un misterio insondable. Dios Padre no interviene ante el grito desgarrador de su Hijo. A pesar de ello no es un Dios ausente. Es un Padre que, por amor, inmola al Hijo de sus complacencias por los «hijos de la ira». En el Hijo de su amor inmola su propio corazón, que, tras darlo todo, se hunde en el silencio.  Es una hora oscura. Es la hora más oscura de la historia, pero es también el seno del nuevo día, para que nazca un mundo nuevo y surja una luz nueva.
El Padre nunca desamparó ni abandonó a su propio Hijo en la cruz. Jesús nunca dejó de existir en el Padre, ni el Padre en Él. Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre. 
          Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto. 
Oración

Guía:
Padre santo, Tú que escuchaste gritas a tu Hijo en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”, te pedimos que escuches el grito desgarrador de nuestra sociedad alejada de Ti y sumergida en la increencia. Haz que los hombres volvamos a tus brazos de Padre y, regenerados por tu gracia, edifiquemos la civilización del amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
5ª Palabra – Tengo sed                                                                                        
Lector:                                                                  
X Del Evangelio según san Juan                                               Jn 19, 28-29
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Meditación
Guía:
Jesús tiene sed de nosotros, de nuestra salvación, de nuestra fe, de nuestro amor?  «Dame de beber». Estas palabras de Jesús no se refieren sólo al pasado, sino que siguen vivas aquí y ahora, se nos dicen a nosotros. Mientras no comprendamos en lo hondo de nuestro ser que Jesús tiene sed de nosotros, no podremos empezar a conocer lo que él quiere ser para nosotros y lo que quiere que nosotros seamos para él.
Jesús tiene sed, como tierra reseca, de la fe y del amor de la humanidad por la que está entregando su vida hasta el final. Jesús tiene sed de ti y de mí. Jesús ha venido a este mundo para que nadie muera de sed. Él es la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. “Si alguno tiene sed y cree en mí, que venga y beba”; pues, como dice San Juan (Jn 7,37), “de su seno manarán ríos de agua viva”. Acerquémonos a esta fuente y bebamos de balde.
La sed de Jesús es sed de cumplir la voluntad del Padre y deseo de salvarnos. Él nos ama y tiene sed de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es más importante para él que todo el mundo. Por eso, si nosotros no correspondemos a su amor, él seguirá teniendo sed y buscándonos.
          La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere. Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor. 
Oración
Guía:
Padre de bondad, tu Hijo que prometió el agua viva a la Samaritana, gritó, sediento en la cruz: “Tengo sed”. Concédenos beber de la fuente de agua viva que brotó de su costado abierto para que, saciada nuestro ser, seamos capaces de transmitir el Evangelio a los sedientos de la Verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
6ª Palabra – Todo está cumplido
Lector:                                                                                
X Del Evangelio según san Juan                                                 Jn 19, 30-31
Después que Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Meditación
Guía:
Había llegado el momento de la entrega suprema y definitiva de Jesús, su muerte en la cruz. Toda su vida había estado marcada bajo el signo de la obediencia al Padre y de la entrega por la humanidad. Desde el instante de la Encarnación, Jesús recorre el camino que lo lleva hasta el momento de su muerte en la Cruz, máxima expresión de entrega y obediencia a los designios divinos.
La plegaria de Jesús por nosotros alcanza su punto supremo en la ofrenda que hizo de sí mismo al Padre en la hora de la cruz, en el grito: «Todo está cumplido». «Todos los infortunios de la humanidad de todos los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones de la historia de la salvación están recogidas en este grito del Verbo encarnado. He aquí que el Padre las acoge y, por encima de toda esperanza, las escucha al resucitar a su Hijo.
          Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día. 
Oración
Guía:
Padre santo, tu Hijo, al entrar en el mundo dijo: “Heme aquí que vengo a hacer tu voluntad”. Ahora, en la cruz, dice: “Todo se ha cumplido”, dando fin a su obra redentora. Haz que también nosotros recorramos el camino de la vida cumpliendo tu Voluntad para que, cuando llegue la hora de nuestra muerte, podamos decir que hemos hecho todo lo que a Ti te complace. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
7ª Palabra – Padre en tus manos encomiendo mi espíritu           
Lector:                                                                  
X Del Evangelio según san Lucas                                               Lc 23, 44-47
Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo».
Meditación
Guía:
Esta entrega divina fue precedida de otras entregas humanas. Judas Iscariote entregó a Jesús a los judíos (Mc.14,10); éstos lo entregaron a Pilato (Mc.15,1); Pilato entrega a Jesús a los soldados para que lo azoten y lo crucifiquen (Mc.15,15). Sin embargo, Jesús mismo se entrega voluntariamente a la muerte: “Nadie me quita la vida, soy Yo quien la entrega”. San Pablo dirá: “Haced del amor la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios(Ef.5,2).
Con todo, podemos afirmar que quien entrega a Jesús es Dios, su Padre. En esta entrega que el Padre hace de su propio Hijo por nosotros es precisamente donde se revela la profundidad del amor de Dios a los hombres: “El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó primero y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados(I Jn. 4,10).
Jesús no muere negando a Dios, ni alejado de Él; ni rebelándose contra Él, ni blasfemando contra El. Jesús tampoco muere insultando a los que lo han crucificado. Jesús muere confiándose a las manos acogedoras y llenas de amor de Dios, su Padre.
Desde la cátedra de la Cruz, el Justo, Jesucristo, que ha cargado con todos nuestros sufrimientos porque ha asumido nuestras culpas, nos enseña a esperar contra toda esperanza, a sentir que las manos de Dios son más fuertes que la más poderosa mano humana y que cualquier tentación que pueda sobrevenirnos y abatirse sobre nosotros. Por eso, aun cuando la prueba sea dura, terrible y angustiosa, tenemos que gritar como El: “Padre, en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”.
          Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en la vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.
Oración
Guía:
Dios y Señor nuestro, tu Hijo en la cruz dijo: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Entonces expiró y toda la tierra se oscureció surgiendo de la cruz una luz nueva. Te pedimos que, al contemplar a Jesús muerto en la cruz, descubramos su misterio de resurrección y experimentemos en nuestro corazón una nueva vida. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.


Peticiones
Guía:
Jesús es Señor para gloria de Dios Padre: Él es nuestro único Mediador y Sacerdote, al ofrecer una vez para siempre su sacrificio en la cruz. Que Él, resucitado, interceda ante el Padre por la Iglesia orante en la tierra.
Lector:
Para que, por el poder de la cruz de Cristo, el Padre conceda a su Iglesia la firmeza en la fe, el valor de la esperanza, la entrega en el amor. Roguemos al Señor.
Para que, por la eficacia salvífica de la cruz de Cristo, el Señor conceda la paz y la reconciliación entre todos los hombres de buena voluntad. Roguemos al Señor.
Para que, por la cruz salvadora, el Padre sostenga a los enfermos, dé fortaleza y aliento a los oprimidos, conforte a cuantos comparten la Pasión de Cristo. Roguemos al Señor.
Para que, por la cruz redentora, robustezca a cuentos predican el Evangelio en tierras alejadas y en los sectores más alejados de la Iglesia. Roguemos al Señor.
Para que, por la fuerza de la cruz del Señor, el Padre otorgue a cuantos con ella hemos sido marcados, el Espíritu de fortaleza y de paciencia, de paz y de amor. Roguemos al Señor.
Se puede añadir alguna petición que se crea oportuna.
Guía:
Oremos por el Santo Padre, Francisco, por nuestro obispo Ángel y por sus intenciones, como el Señor nos enseñó.
Todos: Padre nuestro
Canto a la Virgen
Despedida
Guía:
Bendigamos al Señor.
Todos: Demos gracias a Dios.

Adoración a la Cruz
En el lugar donde se va hacer la adoración a la Cruz se coloca un Crucifijo con dos velas.
Introducción
Guía:
          El Señor que nos ha redimido por su muerte en cruz este siempre con vosotros.
Todos: Y con los hombres de buena voluntad.
Monición inicial
Guía:
          Toda la vida de Jesús ha consistido en revelar el ser de Dios, que es Amor. El amor es el único mandamiento que nos dejó.
El Reino, la llamada, su predicación, los milagros, toda su vida entera, han sido la irrupción definitiva de Dios en el mundo para invitar a todos los hombres a entrar en comunión con Él. Jesús ha hecho de su vida una entrega al cumplimiento de la voluntad del Padre.
El designio de Dios y la libertad del hombre, que rechaza a Dios, han hecho que la salvación pase por la cruz. La cruz es el signo del amor que Dios siente por el mundo; pero también la ejecución de una sentencia injusta, dictaminada por el mundo.
Puede ser abandono y fracaso, escándalo, y necedad, pero si es ofrecida por Dios, entonces es sabiduría de Dios, salvación, y motivo de esperanza para el mundo
Lectura del Evangelio
X Del santo Evangelio según san Juan                                                 Jn 19, 13-30
En aquel tiempo Pilato sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata).
Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».
Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Palabra del Señor
Todos: Gloria a ti Señor Jesús
Reflexión
Guía:
La Providencia ha confiado en un signo de muerte un mensaje profético para el mundo de hoy. Su misión es la de anunciar “un nuevo Pentecostés”: el reinado del Espíritu Santo en nuestra época desacralizada; y de recordar a los hombres, para salvarlos, el Evangelio de la Cruz.
Cuando el Señor comenzó la realización de su obra en el mundo, manifestó la doctrina o más bien el Evangelio de la Cruz, iluminado por el Espíritu Santo. ¿Qué significa el Evangelio de la Cruz?
Significa, que la Cruz ha cambiado de significado, que el dolor y la muerte ya no son maldición y condenación. Que el sufrimiento humano tiene un valor positivo, valor de salvación, que la Cruz constituye “el comienzo primicial” de la liberación definitiva del hombre y del universo.
El mensaje de la Cruz, tiene dimensión universal. Jamás el hombre ha sufrido como en el mundo presente. Jamás como ahora todo este sufrimiento es inútil. El mundo actual está bajo el imperio de la cruz, pero, desgraciadamente, no es la Cruz de Jesús, porque es una cruz sin amor.
Todos los hombres sufren, pero cuán pocos son los que saben sufrir. El dolor humano debe ser transfigurado por el amor: en ese momento se convierte en una fuerza dinámica, constructora del Nuevo Universo. La Cruz transfigurada por el amor es una Cruz iluminada por la esperanza que es certeza nuestra plena liberación; Cruz que conduce a la gloria de la Resurrección.
Estamos llamados a vivir la Cruz de Jesús, cruz transfigurada por el Espíritu Santo, cruz que es la gloria perfecta del Padre.
Se hace un silencio para meditar.
Salmodia
Todos:
 ¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos!
¡Dulce árbol donde la vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye,
inunda, avanza por tierra, mar y cielo, y los redime.
Ablándate, madero, tronco abrupto de duro corazón
y fibra inerte, doblégate a este peso
y esta muerte que cuelga de tus ramos como un fruto.
Adoración de la Cruz
En este momento vamos a presentar ante la Cruz de Cristo todos nuestros dolores, sufrimientos y cruces y también las del mundo. Cada uno se acerca al Crucifijo y hace una reverencia. Mientras desde el interior rezamos.
Canto

Victoria, Tú reinarás. Oh cruz, Tú nos salvarás.
El verbo en Ti clavado, muriendo, nos rescató. De Ti, madero santo,
Nos viene la redención.
Victoria, Tú reinarás…
Extiende por el mundo tu Reino de salvación. Oh cruz, fecunda fuente de vida y bendición.
Victoria, Tú reinarás…
Impere sobre el odio tu Reino de caridad. Alcancen las naciones el gozo de la unidad.
Victoria, Tú reinarás…
Aumenta en nuestras almas tu Reino de santidad. El río de la gracia apague la iniquidad.
Victoria, Tú reinarás…

Peticiones
Guía:
Oremos, hermanos, con confianza, a nuestro Redentor, que por su santa Cruz ha redimido al mundo.
Lector:
Para que el signo de la Cruz gloriosa de Jesucristo, con el que han sido señalados todos los cristianos en el bautismo, se manifieste en su vida. Roguemos al Señor.
 Para que la sangre de Jesucristo crucificado reconcilie todos los seres y ponga paz en todo lo que hay, tanto en el cielo como en la tierra. Roguemos al Señor.
Para que los enfermos, los perseguidos y todos los que con sus sufrimientos participan de la Cruz de Jesucristo tengan también parte en su gloria. Roguemos al Señor.
Para que la gracia salvadora de la Cruz conforte a todos los que hoy son crucificados y torturados por la injusticia, por el pecado del mundo, por la violencia, por la guerra. Roguemos al Señor.
Para que Cristo, que para salvar a su pueblo quiso ser elevado en la Cruz, como la serpiente en el desierto, nos salve y nos eleve a las alegrías eternas. Roguemos al Señor.
Se pueden añadir alguna petición que se desee.
Guía:
Y ahora terminemos haciendo una petición común con la oración que el mismo Cristo nos enseñó.
Todos: Padre Nuestro…

Oración final
Guía:
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz: concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
Guía:
Bendigamos al Señor.
Todos: Demos gracias a Dios.

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