LUNES, 1 DE FEBRERO
Marcos 5,1-20
5, 1Y
llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2Apenas
desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de
espíritu inmundo. 3 Y es que vivía entre los sepulcros; ni con
cadenas podía ya nadie sujetarlo; 4 muchas veces lo habían sujetado
con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie
tenía fuerza para dominarlo. 5Se pasaba el día y la noche en los
sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. 6Viendo
de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él 7y gritó con voz
potente:
¿Qué tienes que ver
conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes. 8Porque
Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre.
9Y le preguntó:
¿Cómo te llamas?
Él respondió:
Me llamo Legión,
porque somos muchos.
10Y le rogaba con insistencia que
no los expulsara de aquella comarca. 11Había cerca una gran piara de
cerdos paciendo en la falda del monte.
12Los espíritus le rogaron: envíanos a los cerdos para que
entremos en ellos.
13Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del
hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó
acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
14Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad
y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
15Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había
tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. 16Los
que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los
cerdos.
17Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
18Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el
demonio le pidió que le permitiese estar con él. 19Pero no se lo
permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el
Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti. 20El
hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho
con él; todos se admiraban.
COMENTARIO
Solo
Jesús baja de la barca. Inmediatamente se le acerca un hombre sin nombre,
representativo de los oprimidos de la otra orilla, poseído de espíritu inmundo, presentado por los siguientes rasgos:
-
Vive
en los sepulcros. Su estado es de un
muerto en vida. Desea salir de este estado y ve en Jesús una posibilidad de
vida.
-
Vive
poseído de –por- espíritu inmundo. Es el espíritu opuesto a Jesús: de la violencia,
de rebeldía, le obliga a vivir en la clandestinidad. Expresión que sirve para
significar que se ha rebelado contra la situación y esclavitud en la que vive
el pueblo.
-
Si
vive en rebeldía, es que hay otros que oprimen, lo habían sujetado con cepos y cadenas. No les interesa el bien de
este hombre, sino su propio dominio. Los cepos y cadenas eran propios de los
que vivían reducidos a esclavitud. Con su propia fuerza física, se ha sacudido
los instrumentos de esclavitud y ha obtenido una libertad inútil.
-
Vive
gritando e hiriéndose con piedras. La
frustración por su fracaso le lleva a la autodestrucción.
Da
la sensación que entre vivir como un esclavo o un salvaje, ha elegido lo
segundo. Su situación no tiene salida. Como vemos no es mejor la situación a este
otro lado del lago, que en la orilla del pueblo de Israel. La tarea y misión de
Jesús se hace inminente y urgente.
El
hombre, que subía a gritar a los montes, ha visto de lejos a Jesús, se siente
atraído por Él, echó a correr. Aquel
que nadie podía dominar ni sujetar, ahora se
postra ante Jesús, le reconoce como posibilidad de salvación y liberación.
Después
de que ha ido corriendo y se ha postrado ante Jesús, chocan lo que dice a
Jesús. ¿Por qué se dirige a Jesús con esa violencia, qué tienes que ver conmigo? Este hombre desea la liberación, pero
no renuncia al espíritu de violencia. Prefiere quedarse en esa situación
desesperada antes que renunciar a su mentalidad combativa. Jesús era su última
esperanza y va a quedar defraudado. No es este el estilo ni el mensaje de
Jesús.
Llama
a Jesús Hijo del Dios Altísimo
atribuyéndole un origen divino. Lo que, a primera vista parece un
reconocimiento de la divinidad de Jesús, no es sino un reproche. Esperaba un
Dios como el de Israel, que liberó a los oprimidos con violencia. Y Jesús no es
violento, ni su mensaje se basa en el poder o en la fuerza.
Ante
la liberación de Jesús, el hombre continua suplicando que no me atormentes, es
decir, que no le quite el espíritu de violencia pues volvería a la esclavitud
de los que lo dominan. Cree que Jesús, con su liberación, pretende lo mismo que
los que le dominan: renunciar a la rebelión, a la violencia, y se someta.
Toda
esta frustración y reacción violenta viene expresada con las palabras es que Jesús le estaba diciendo: Espíritu
inmundo, sal de este hombre. Jesús le ha pedido renunciar al
espíritu/mentalidad de violencia, revolución.
El
espíritu inmundo no abandona al hombre de manera inmediata, se resiste al
cambio de actitud. Pero hay una cosa muy positiva: el hombre no se va de Jesús,
está en proceso. Jesús le pregunta ¿cómo
te llamas? En los pueblos orientales, el nombre manifiesta el ser de la
persona. Conocer el nombre es conocer la persona, su misión e identidad.
La
respuesta es llamativa: me llamo Legión.
Hace referencia a la élite de ejército romano y todo lo que conlleva este imperio
de opresión, y esclavitud. Ya sabemos, entonces, quiénes son los que oprimen y
esclavizan y ante quiénes se revela este hombre. El imperio romano, símbolo de
todos los sistemas políticos que oprimen y esclavizan a sus pueblos, son
identificados con el espíritu inmundo.
El hombre que nos aparece violento, habitando en los sepulcros, actúa y
reacciona con fanatismo justamente de la misma manera que el imperio al que
tanto odia.
Por
fin, el hombre acepta la renuncia de la violencia que le pide Jesús, le rogaba con insistencia. Por si acaso,
le ruega a Jesús que no lo expulse de
aquella comarca. Le pide a Jesús que este espíritu inmundo no se vaya muy
lejos para recuperar la libertad, por si vuelve la esclavitud. Él quiere ser
libre en su propio país. No quiere una libertad fuera de su tierra.
Aparecen
los cerdos. Para los judíos era un
animal impuro y símbolo del poder extranjero opresor, los romanos. Para los
pueblos paganos era un animal más. Al emplear Marcos la imagen de los cerdos en
tierra pagana, indica que cualquier poder que oprime es inaceptable para Dios y
se opone a Dios. Y que toda la humanidad es pueblo escogido, no solo Israel.
La
cantidad de cerdos es grande. Son muchos, en relación con los espíritus inmundos que son Legión, y representan el poder económico
que forman parte del sistema opresivo. El poder romano que oprime, simbolizado
por los cerdos, se basa sobre el poder económico, simbolizado en la gran piara.
Existe,
pues, una afinidad entre la violencia, espíritus inmundos, y el poder
económico, los cerdos. Existe una violencia, tanto de los opresores, los
cerdos, como de los oprimidos.
Jesús
se lo permite. La destrucción de los
espíritus inmundos, (violencia), metidos en los cerdos (opresión) depende del
envío de Jesús. No es una destrucción casual, tiene su iniciativa en Jesús que
no se opone, deja que los espíritus se metan en los cerdos. La ruina de los que
oprimen es consecuencia de la eficacia del mensaje de Jesús. Jesús no se
enfrenta al poder violentamente.
El
hombre del relato ha renunciado a la violencia y no se ha sometido al poder
económico de los que le oprimen. La sociedad humana no se construye por una
intervención directa y milagrosa de Dios sino por la colaboración del ser
humano con el Dios de la liberación. Jesús libera de cualquier sistema opresor
de manera personal y a través de la maduración y transformación del ser humano.
Es como dejar sin base popular a los opresores. Si no hay a quién oprimir, se
acabará la opresión.
El
relato continua con la reacción de los
porquerizos, al servicio de sistema económico opresor, y el encuentro con
el hombre liberado de los espíritus que le poseían en su nuevo estado, en su
plena dignidad, libertad y autonomía.
Termina
la escena con el ruego del hombre liberado a que Jesús permanezca en su tierra.
Pero Jesús le invita a ser apóstol, como el leproso de 3.3, de la liberación de
la que ha sido objeto. Llama la atención el cambio radical que se produce del
comienzo al final del relato: al comienzo solo hay esclavitud, muerte,
violencia; al final hay libertad, misericordia, paz,… y admiración.
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