SEMANA XIX DEL TIEMPO
ORDINARIO
MIÉRCOLES
Del evangelio de Mateo
18,15-20
CONTEXTO
Jesús en Mt 18-19,1 comienza un nuevo discurso. Los discípulos se acercan
y le preguntan: ¿quién es el mayor en
nuestra comunidad? ¿Cómo nos organizamos? Preguntas no exentas del ansia de
poder. Los discípulos según la mentalidad del mundo, suponen que en la
comunidad de los creyentes hay diferencia de rango.
Mediante la pregunta y el discurso siguiente, el catequista Mateo nos da
las normas por las que se debe regir la comunidad creyente de puertas adentro.
La norma de la comunidad es el servicio. La comunidad de Jesús no se rige
por las normas de las comunidades del mundo: rango, poder, jerarquías, sino por
la fraternidad. Una vez que uno se convierte en pequeño, nacen los hermanos.
Somos una comunidad que no se rige por los baremos comunes, sino por el
servicio. Somos una fraternidad; en la fraternidad cuando hay fallos y
deficiencias, estas se tratan en plano de igualdad e individualmente.
TEXTO
15Si
tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso,
has salvado a tu hermano. 16Si no te hace caso, llama a otro o a
otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres
testigos. 17Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace
caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. 18En
verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. 19Os
digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. 20Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
COMENTARIO
15Si tu hermano peca contra ti,
repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. 16Si
no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede
confirmado por boca de dos o tres testigos. 17Si no les hace caso,
díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad,
considéralo como un pagano o un publicano.
Se trata de que el ofensor ha de reconocer su culpa (en los vv.21-22, el
ofensor ha de perdonar sin límite). Con estos presupuestos, es el ofendido el
que debe dar el primer paso.
La ofensa crea una ruptura que ha de ser reparada lo antes posible. Jesús
no prescribe que se al ofensor el que vaya a pedir perdón, sino al contrario:
el ofendido es quien debe tomar la iniciativa para mostrar que ha perdonado y
facilitar la reconciliación. El ofensor ha de mostrar su buena voluntad
reconociendo la falta.
Dado que esto es totalmente anormal en el seno de una fraternidad y
podría producir mal ejemplo, no se le dará publicidad. El ofendido, que
previamente ha tenido que perdonar, no va a reprender
como está traducido. Sería mejor traducir por “hacer ver”, “dar una prueba
convincente”. Uno va con el perdón ejercido, va a hablar con un hermano para
recomponer una situación anormal que nuca debió producirse.
Si hay negativa hay que intentarlo con la misma disposición por segunda y
tercera vez, ayudándose de algunos miembros o de toda la comunidad para que la
oferta de reconciliación salga adelante. La comunidad está implicada cuando hay
ruptura de la fraternidad por parte de alguno de sus miembros.
Cuando uno ha puesto todos los medios con toda la buena disposición, el
otro rechaza todos los cauces para la vuelta a la fraternidad, sea para ti pagano y publicano. Pagano es el que no conoce al verdadero Dios, que es
perdón y fraternidad; publicano es el
que conociendo al Dios verdadero, hace caso omiso de su voluntad.
No se trata de excomulgar a nadie del seno de la Iglesia. El texto no
dice “sea expulsado de la comunidad”. Sigue siendo un miembro de la comunidad
que está en proceso de entender plenamente que es la fraternidad, en proceso de
hacerse hermano, como es Dios en su
auténtico rostro. Tú has hecho lo que tenías que hacer. También estás en
proceso de purificar tu idea de fraternidad, tu imagen de Dios y su voluntad,
quizás esto te sirva también para madurar en algún aspecto.
18En
verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. 19Os
digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos.
Cada uno es responsable de lo que ate
y desate. Será responsable de su atadura y su cerrazón, de tu perdón, de
intentar desatar y desliar los conflictos y malentendidos. Cada cual responderá
de lo suyo, de su manera de entender la fraternidad, a Dios y su voluntad.
No basta con intentar arreglar las ofensas yendo a entrevistarse con el
ofensor y llevando dos o tres testigos,
ahora se añade que esto mismo hay que hacerlo en la oración, pedir algo. No se trata de perdonar e ir
con buenas disposiciones a restañar la fraternidad, además hay que pedir al
Señor por ello, individualmente y con dos o tres. En esta fraternidad animada
por el Espíritu de Jesús, las cosas no se deben hacer solo con la opinión o
interpretación humana, sino también contando con la presencia del Señor que es
quien nos guía a todos.
20Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
La reunión en nombre de Cristo, no es una reunión que se
hace por costumbre, por disciplina o por sumisión a un precepto. La atmósfera
de este encuentro es otra cosa. Son seguidores de Jesús que se reúnen en su nombre, atraídos por él,
animados por su espíritu. Jesús es la razón, la fuente, el aliento, la vida de
ese encuentro. Allí se hace presente Jesús, el Resucitado.
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