SÁBADO
SAN JUAN BOSCO

Marcos 4,35-5,1
35Aquel
día, al atardecer, les dice Jesús: Vamos a la otra orilla.
36Dejando
a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. 37Se
levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi
llenarla de agua. 38Él estaba en popa, dormido sobre un cabezal. Lo
despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
39Él
se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio, enmudece! El viento
cesó y vino una gran calma. 40Él les dijo: ¿Por qué tenéis miedo?
¿Aún no tenéis fe? 41Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!
5, 1Y llegaron a la otra orilla del mar, a
la región de los gerasenos.
COMENTARIO
![]() |
Prepárate para la Cuaresma y Pascua |
En la travesía de una orilla a
otra, se producen resistencias por parte de los discípulos, hay obstáculos.
Todo esto está simbolizado en una tempestad que pretende impedirles llegar. Al
final se realiza la travesía, sólo desembarca Jesús, no los Doce.
Estamos ante un texto catequético y
teológico con el que Marcos pretende transmitir el mensaje universal de Jesús.
35Aquel
día, al atardecer, les dice Jesús: Vamos a la otra orilla.
Una vez que Jesús ha acabado la enseñanza
en parábolas (Mc 4, 135), ordena a sus discípulos pasar al otro lado, a la otra
orilla del lago, para anunciar la Buena Nueva, a seguir derribando muros que
oprimen al ser humano. En los dos lados, en ambas orillas del lago, hay gente a
la que liberar de la marginación y opresión.
Comienza el relato con una indicación
temporal al atardecer, es decir, hay
ausencia de luz, es la hora de las tinieblas. Simbólicamente es el momento de
la incomprensión de los discípulos. El evangelista nos introduce, nos avisa de
algo que va a suceder.
La invitación de Jesús, vamos a la otra orilla, es una indicación
de pasar del desierto a la tierra prometida. Cruzar el lago/el mar está situado
en un contexto de Éxodo. Israel/la tierra prometida se ha convertido en tierra
de opresión.
36Dejando
a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Jesús sigue en la barca en la que ha estado
enseñando (4,1). Hay, además, otras
barcas que lo acompañaban, es decir, hay otros que se identifican con Él,
que acogen su enseñanza. Hay dos grupos: los que están con Jesús en la barca
son los discípulos que se encargan de dejar
a la gente, y se llevan a Jesús
dirigiendo la barca según sus ideas. Van a intentar llevar al otro lado,
siguiendo el mandato de Jesús. Y los de las otras
barcas.
Todo este movimiento y actividad expresa la
apropiación de los discípulos hacía Jesús. No dejan que la multitud le siga,
los dejan en la tierra de sus ideas, que no hagan Éxodo.
37Se
levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi
llenarla de agua. 38Él estaba en popa, dormido sobre un cabezal. Lo
despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
En el momento que los discípulos actúan de
manera exclusivista con Jesús, se levanta una fuerte tempestad. Es la actitud de los discípulos lo que causa el fuerte viento. Cuando Jesús
estaba en la barca enseñando, el mar estaba en calma. Pero apenas toman las
riendas de la barca los discípulos, se desata un fuerte viento que hace
zozobrar la barca. Su mentalidad de pensar que Israel es superior, que todos
han de someterse a Israel para obtener la salvación de Dios, está representada
en las olas contra la barca.
Frente al fuerte viento y oleaje, contrasta
Jesús: dormido sobre un cabezal. No
es Jesús el que guía la barca/la comunidad. El llamado cabezal es lo que se ponía bajo la cabeza de un difunto. Es como si
Jesús estuviera muerto, no sirve para nada. Cuando la barca/comunidad
desconecta de Jesús va a la deriva, sin rumbo, como la vida misma. Solo cuando
los discípulos descubren que actuar sin Jesús o contra Él les lleva al
naufragio de sus vidas, solo entonces lo despiertan y dicen Maestro ¿no te importa que perezcamos?
No le llaman Jesús, sino Maestro,
ellos son sus discípulos, de alguna manera le pertenecen, y Él no les hace
caso. ¿No te importa? Es igual a ¿no
te importamos?
39Él
se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio, enmudece! El viento
cesó y vino una gran calma.
Una vez despierto Jesús responde
inmediatamente liberándoles del peligro y del miedo. Jesús trata al viento y al mar como si fueran seres
personales, lo que indica que son símbolos y figuras que representan a
personas. El viento, que mueve el mar
y provoca la tempestad, representa la mentalidad de los espíritus inmundos
(cfr. 3.1), figura de la mentalidad exclusivista. El mar, movido por el viento, representa a la humanidad removida
por esa mentalidad “inmunda”, contraria a la entrega. Los efectos de la orden
de Jesús son inmediatos, cesó el viento y
sobreviene la calma, mostrando la condición divina de Jesús. En el Antiguo
Testamento es Dios quien domina el mar y el viento.
40Él
les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? 41Se llenaron de
miedo y se decían unos a otros: ¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar
lo obedecen!
5,
1Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos
Después de actuar, Jesús les hace dos
preguntas.
- Primera, ¿por qué tenéis miedo? No se
refiere al miedo que han pasado en la tempestad sino al miedo que tienen
de abandonar sus ideales y mentalidad. Tienen miedo a presentarse a los
paganos como iguales. Si tienen miedo es que hay poca confianza, poca fe.
- Segunda, ¿Aún no tenéis fe? Es decir, ¿aún
no confiáis en mí? Como no han asumido la misión universal de Jesús ni se
han identificado con Él siguen desorientados e inseguros.
A pesar de que han visto a Jesús calmando
la tempestad, el viento y el oleaje se
llenaron de miedo. ¿Por qué? Jesús ha mandado callar la agresividad del
viento y del mar. Jesús les ha mandado callar, pero no han salido de ellos.
Están en proceso. Siguen sin asumir la novedad de Jesús. La pregunta que se
hacen corresponde a personas que se encuentran en la mentalidad de la Antigua
Alianza ¿quién es éste…? Siguen en
los principios de vivir la fe en un Dios violento, de dominio, de hostilidad.
De
todas maneras, a pesar de los miedos, vientos y tempestades, logran llegar a la
otra orilla, al llamado país de los gerasenos (nombre que deriva de la ciudad
que allí existía llamada Gerasa). Como se verá en el capítulo siguiente solo
desembarca Jesús. Los discípulos desaparecen del relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario