sábado, 31 de enero de 2015

SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO



TEXTO
Marcos 1,21-28
21Y entran en Cafarnaún y, al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar; 22estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
23Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: 24 ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.
25Jesús lo increpó: Cállate y sal de él.
26El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. 27Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen. 28Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

2.    COMENTARIO
Jesús recorre los pueblos de Galilea anunciando, en los centros de reunión y en las fiestas judías, la Buena Noticia, la nueva manera de concebir e interpretar las relaciones. Para lo cual se requiere la conversión, el cambio de mentalidad. El relato es un ejemplo claro de las resistencias a dicho cambio, anunciado y encarnado por Jesús.  

Justamente en uno de los lugares más significativos de la enseñanza judía, aparece un hombre con un espíritu inmundo. La mayoría de los enfermos/as que aparecen en el evangelio no tiene nombre, como este hombre. Son personajes representativos de grupos, de gran parte del pueblo de Israel sometido, de paganos oprimidos, incluso de la humanidad que sufre a causa de su visión e interpretación de la realidad.
-       Un hombre con un espíritu inmundo. Es lo contrario a Espíritu Santo. El Espíritu de Jesús es lo que conduce al ser humano a la plenitud, a la libertad. El espíritu inmundo es lo contrario a lo que hace desarrollarse como persona, lo que le esclaviza. Es la mentalidad que oprime, basada en el miedo y la culpa, es la causa de la marginación.
-   Lo mismo utiliza el nosotros que el yo: Este hombre se identifica con el grupo reunido y se convierte en representante de los que dirigen y enseñan en las sinagogas, los escribas.
-     Sé quién eres, dice el hombre. Se identifica con la mentalidad de los escribas. Sin embargo, lo que dice es cierto. Jesús es el santo de Dios, el consagrado de Dios. Pero tal afirmación al provenir de una mentalidad como la de los escribas (centrada en el poder, en el dominio, en la soberanía), es rechazada por Jesús que va reaccionar de manera inmediata. 

Jesús lo increpó: Cállate y sal de él. Jesús no permite confusión alguna sobre su mesianismo y la calidad de este. La visión de los escribas y la de Jesús son irreconciliables, no pueden convivir juntas ambas mentalidades, una excluye a la otra. Jesús le ordena, cállate y sal de él.
En la mentalidad de la época, tanto el Espíritu Santo como el espíritu inmundo, se conciben como fuerzas o principios activos que proceden del exterior del hombre.

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él.
Esta descripción del evangelista nos revela hasta qué punto este hombre ha interiorizado la doctrina y mentalidad de los escribas. Es la doctrina de los letrados la que endemonia, lo hace inmundo, con su enseñanza. Y esta forma de pensar y de vivir es contraria al proyecto y Reinado de Dios.  

La gente queda asombrada no por lo que Jesús ha hecho, sino por la novedad de su enseñanza, con autoridad, una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Los presentes quedan asombrados por lo que Jesús hace. Lo que libera es la Palabra de Jesús, no la doctrina de los letrados. Lo que devuelve la dignidad y saca de la marginación, de la impureza legal, es la Palabra de Jesús que es nueva, dicha con autoridad, porque no se basa en el cumplimiento de unas leyes o en el poder, sino en la entrega y en el servicio.

3.    ORACIÓN. LÍBRANOS SEÑOR
De los espíritus inmundos,
de la mentalidad que nos hace exclusivos, violentos,
de las ideas que nos hacen creer que somos importantes por lo que tenemos, por nuestras apariencias, por nuestra fama, por nuestro dinero, por nuestro poder. Líbranos Señor

De nuestros complejos,
de nuestros falsos caminos,
de creer en un dios a nuestra imagen y semejanza,
de creernos en posesión de la verdad,
de escapar de la realidad con falsas escusas. Líbranos Señor

De justificarnos sin asumir nuestra responsabilidad,
de enseñar sin autoridad como los letrados,
de nuestras quejas porque Dios no es como nos gustaría,
de nuestros sueños egoístas,
de nuestra falta de alternativa. Líbranos Señor


4.    REFLEXIÓN
Vivir y aceptar la realidad desde el Evangelio es fuente de salud porque nos sitúa en los fundamentos de la realidad.
Jesús no pretende hacer esclavos cumplidores de leyes, sino seguidores libres de ideologías y fanatismos. Liberar al ser humano de la ideología que lo domina y deshumaniza no es algo independiente de la enseñanza de Jesús. Se debe a la novedad con la que Jesús propone su enseñanza, con autoridad. Es imagen del Espíritu, de la fuerza de la que Jesús es portador capaz de vencer la oposición ideológica a su mensaje.
Leído de esta forma, los relatos evangélicos se convierten en fuentes actuales de liberación. Que el lenguaje no nos confunda,  sino que nos abra los horizontes para poder acoger la liberación de Jesús. Y así podremos hablar de uno de nuestros espíritus inmundos más comunes: la culpa. Sentimiento que nace por la distancia que hay entre el yo ideal/idealismo y el yo real. Las cosas y las personas son como son. Surge de la distancia entre los "debería", los deberes y obligaciones confrontados con la realidad personal.

Culpa que se ha mantenido como argumento patológico durante demasiado tiempo en la Iglesia. Y una vez desechada de los ámbitos eclesiales, se la han apropiado la sociedad, la moda, la cultura, el pensamiento dominante. Todo aquel/aquella que se salga de lo que hay que hacer, pensar, vestir, hablar... se sentirá culpable porque no hace o no vive como debería hacerlo. Y ya sabemos lo que ocurre cuando alguien no hace lo que debe: culpable.

De la culpa confesada por tres veces, como total, en el "Yo confieso", nos liberaba Dios. Y ahora, una vez apartado Dios de nuestras vidas, ¿quién nos libera? ¿El otro, las compras, el tiempo libre, los viajes, el dinero, el poseer? Erróneas respuestas, a mi parecer.  
Podremos acudir a psicólogos y psicoanalistas, nos podremos pasar toda la vida dando vueltas sobre nosotros mismos, sobre lo que no debíamos hacer o sobre aquello que deberíamos haber hecho pero que nunca hicimos, sobre lo que ya no podemos cambiar y nos atenaza en el presente... sin salir de la culpa que nos convierte en víctimas.
Solo Cristo puede liberar de esta mentalidad que nos hace sentirnos culpables a nosotros y a los demás. Y Cristo lo hace a través de:
-          Su Palabra proclamada y compartida en evangelio. 
-          El Sacramento del Perdón, celebrado como perdón incondicional, acogido como don gratuito.
-          La Eucaristía que, en los ritos iniciales, es una invitación a reconocer nuestra necesidad de perdón y aceptación incondicional.

Solo en un contexto de gracia y de perdón podemos afrontar nuestra culpa/pecado. Solo en un espacio y tiempo de sanación nos atrevemos a mostrar nuestras heridas. Solo dejándonos mirar por Cristo podremos quedar libres de ellas. Solo ante el Médico podemos enseñar y curar nuestras heridas. ¿Endemoniados por nuestras culpas? Sí. Pero lo más importante es sentirnos liberados por Cristo.  

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