Celebramos el Perdón
Hay un momento en la Eucaristía, al comienzo,
que se llama "ACTO PENITENCIAL". Normalmente rezamos el "Yo
confieso..." o decimos a Jesús que "tenga piedad de nosotros"...
Es un momento normalmente breve, pero
importante porque nos prepara para acoger el Perdón de Jesús.
A la Eucaristía entramos por la puerta del Perdón. Es el momento para reconocer que somos pecadores.
Para
hablar de perdón, de pecado, de penitencia, de aceptación, hay que ir al
Evangelio...
En los evangelios vemos como Jesús se siente solidario con
los hombres y mujeres víctimas de los propios pecados y de los demás.
Jesús no piensa
en el pecado como ofensa, sino como enfermedad.
Jesús ve
como la gente sufre: son como enfermos, como ovejas sin pastor, como “poseídos”
por sus propios demonios (por las ideas que nos hacen sufrir) les roban la
libertad.
Y no es justo que a los enfermos, a “los endemoniados” se
les ponga en mano de un juez, de un amo, sino de un médico, de un sanador, de
un pastor. Y ese es Dios.
¿Qué
quiere decir esto? Que somos personas, criaturas, tenemos fallos, sufrimos y hacemos sufrir.
Parémonos un instante. El sufrimiento
es el síntoma de que las cosas no van bien. A esto lo llamamos pecado:
·
¿Qué me hace sufrir: mi
genio, mi resentimiento hacia otras personas o hacia mí mismo, que yo, los
demás, o las cosas no salgan como a mí me gustarían? ¿Mi miedo?
·
Cuándo hago sufrir a los demás? Cuando soy injusto con
ellos, cuando "paso de ellos" o soy indiferente, cuando les juzgo y
"les pongo a parir", cuando me aprovecho de ellos, les miento...
Pues
todo y esto y más, es el motivo para acércanos a Jesús y dejar que Él nos
perdone, nos acoja, nos acepte incondicionalmente.
Así lo
vemos en el evangelio de hoy con el leproso...
PEDIMOS PERDÓN... Y
SINTÁMONOS PERDONADOS
Señor Jesús me he vuelto a equivocar. He pensado solo en mí. Me siento
culpable, a disgusto, nervioso, me siento mal.
Casi siempre me pasa lo mismo.
Pero sé que tú eres más grande que mi pecado.
Tú eres más fuerte que mis culpas y sufrimientos.
Me amas porque eres Bueno conmigo y con todos.
Me siento amado, aceptado, acogido, curado, sanado.
Sé que tu perdón es total.
Que tengo la oportunidad de volver a empezar
sabiendo que siempre me perdonarás.
Como el leproso te digo: Señor, si
quieres puedes limpiarme, puedes perdonarme, devolver la paz a mi corazón,
sentir que para ti soy valioso, importante.
Que tú me amas.
Y Jesús dijo: Quiero. Queda limpio.
No tengas miedo. Y escucha la voz que dice: Tú
eres mi hijo amado.
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