¡Cuánto
dolor supone soportar a los demás!
Que difícil reconocer a los otros como
prójimos, incluso como hermanos.
Los otros se convierten en enemigos, en
adversarios.
No es que
Jesús o tú no aguantes, es que te abofetean, te empujan, abusan de ti. Te das
cuenta pero no lo puedes cambiar.
¡Quien dijo que este mundo fuera justo!
Toda
la vida dedicada a los demás, a su servicio,
y de repente nos encontramos con
que a los demás no les interesa en absoluto lo que nosotros queremos o podemos
darles.
Son los
momentos construidos sobre la incomprensión, los malentendidos, las
marginaciones y los prejuicios.
Es el dolor hecho a base de miedo y de
soledad.
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