jueves, 27 de agosto de 2015

SEMANA XXI
MARTES

Mateo 23,23-26
23¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! 25¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

COMENTARIO
23¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
Jesús establece una oposición entre lo obligatorio y lo secundario. Lo primero se enuncia con frase afirmativa; lo segundo, con negativa. Los puntos suspensivos marcan la oposición. Sin descuidar: Jesús no se dirige a sus discípulos, sino a los fariseos, que se consideraban obligados al diezmo por estar prescrito en la Ley de Moisés. Su ceguera expresa una perversión religiosa total, tragarse el camello y filtrar el mosquito.

25¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.
La denuncia: no solamente omiten lo esencial, sino que su actitud es contraria a toda justicia. Son malvados, aunque por fuera presenten una apariencia respetable. En esto está su principal hipocresía. La denuncia se dirige sobre todo a los fariseos, que profesaban la más estricta observancia de la Ley. Su anhelo de pureza es una ficción; ésta no depende de ritos exteriores, sino de la disposición del corazón. Y el interior de escribas y fariseos es profundamente impuro. Es inútil querer estar limpios por fuera sin estarlo por dentro: la suciedad interior se transparentará y se hará visible, porque el árbol se conoce por sus frutos.




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