viernes, 2 de octubre de 2015

SEMANA XXVII
JUEVES

Lucas 11,5-13
5Y les dijo: Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le  dice: "Amigo, préstame tres panes, 6pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle"; 7y, desde dentro, aquel le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos"; 8os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. 9Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; 10porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. 11¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? 12¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

COMENTARIO
5 Y les dijo: Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes, 6 pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle"; 7 y, desde dentro, aquel le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos"; 8 os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
La segunda parte de la secuencia contiene una parábola. El marco narrativo de la parábola es lo que sucede en Palestina. Los viajes se hacen cuando el sol no calienta, por eso es normal la llegada de noche. Todo sucede en un ambiente de amistad. Así ha de ser la oración, “relación de amistad con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús). El amigo se atreve a despertarlo porque sabe que es amigo, y el que se despierta lo hace por un amigo. La amistad permite acudir a medianoche, como despertarse porque el amigo ha venido a pedir.

No se nos dice porqué no tiene pan. Pero sí que este personaje sigue los principios de la entrega, contrarios a la ambición y a almacenar para sí mismo de manera egoísta, como se ve en oración del Padre nuestro, danos hoy el pan de cada día Lc 11,4. Ese modo de vivir auténtico da la seguridad y la confianza en que el amigo le dará de la plenitud que necesita, tres panes.
No importa la hora, ni las circunstancias, ni la aparente y lógica resistencia. Cuando un amigo auténtico acude en una situación de apuro a otro amigo, aunque sean horas intempestivas, no puede admitir un “no” como respuesta. Por lo tanto, dirá Jesús, la oración es cuestión, también de insistir. Cuando se pide con estas premisas, no hay un “no” posible. El que recibe una petición así no podría dormir tranquilo. Si los seres humanos no actuamos así, menos lo hará Dios, que tiene entrañas de misericordia.

La escena de la parábola sucede a medianoche, símbolo de la hora en que viene el esposo y conviene estar dispuesto para abrirle. No hay amigo inoportuno, todo el que viene a nosotros a pedirnos la plenitud de lo que le falta, tres panes, no es un cualquiera, no es sólo un amigo. Es alguien en el que se hace presente la imagen del esposo que viene a medianoche.

La parábola, de todos modos, nos lleva a una situación de suspense: el amigo, ¿se levantó o no para darle los tres panes para el otro amigo? Aquí se interrumpe el relato. Todo era una pregunta de Jesús, una interpelación a sus oyentes, a los discípulos de entonces y de ahora. Una pregunta que llevaba implícita la respuesta negativa ¿quién de vosotros haría eso? Ninguno, nadie. Pues el Padre del cielo, mucho menos.

Así, podemos extraer dos mensajes de esta parábola:
-          Dios da a pesar de las múltiples reservas que pudiese tener, no rechaza nunca a los amigos.
-          Nosotros podemos seguir el ejemplo del que nos pide. No hemos de vacilar nunca, sino insistir siempre. Al final, Él da todo lo que necesites

9 Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; 10 porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. 11 ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? 12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13 Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
A continuación se pone una serie de ejemplos entresacados de la vida cotidiana. Para concluir con una frase lapidaria Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? A diferencia de Mateo Mt 7,11: dará cosas buenas, Lucas explicita que el don por excelencia es el Espíritu Santo. La comunidad no tiene que pedir cosas materiales: es necesario que concentre su oración en el don del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para llevar a cabo el proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús.
Hay que pedir con la insistencia y la libertad con que se pide a un amigo y con la confianza de saber que seremos escuchados, pues si nosotros respondemos a las peticiones de nuestros seres queridos, mucho más cierta será la respuesta del Padre Dios si le pedimos para esta tierra un pedazo de cielo: su Espíritu, su vida, su presencia permanente en un mundo que con Él nosotros nos comprometemos a hacer a su medida.
Si nuestras oraciones no encuentran respuesta puede deberse a que o no nos dirigirnos al Padre o que pedimos demasiado poco porque nos da miedo, porque nos parece demasiado compromiso pedir el cielo.

OTROS COMENTARIOS
REZAR, ¿PARA QUE?
Que la oración está en crisis es algo que no hace falta demostrar. Los cristianos, casi en desbandada, se han apartado de las prácticas tradicionales de oración: meditaciones, rezos, ejercicios espirituales, retiros. La misma palabra «oración» está devaluada. Rezar, ¿para qué?, se pregunta mucha gente. Más vale hacer más y rezar menos, se oye decir. Hacer es ya, en cierto modo, rezar.
Hoy tiene prioridad la acción, la opción por los oprimidos, el amor a los marginados, la lucha por la justicia. Esto es lo específico del cristiano, se suele oír. Lo de rezar está pasado de moda.
Por otro lado, la creciente secularización del viejo y cristiano continente y la politización de los cristianos en el tercer mundo parecen hacer ineficaz, si bien por diferentes razones, la práctica de la oración cristiana.
A la oración le llegan ataques desde todos los ángulos. Tras Freud, ha sido la psicología quien la ha sentado en el banquillo. Según esta ciencia, 'la oración es para muchos una creación de su fantasía delirante, o una proyección narcisista de la propia imagen en un pretendido diálogo yo-tú que equivale, en realidad, a un diálogo yo-yo, un espejo donde uno se ve, se habla y se responde a sí mismo, o un situarse ante un Dios que castiga toda transgresión e impone la sumisión ante su ley: un diálogo en torno a la culpa, la rebelión-dependencia, los propósitos y conversiones, un suplicio del que se intenta escapar sin resultado, pues ese Dios, especie de superyó, persigue al orante de modo implacable para que acabe de rodillas ante él.
Ante tanta acusación, muchos cristianos han abandonado la práctica de la oración y se han lanzado a la vida.
Lo que la psicología dice y lo que el hombre moderno sospecha no está desprovisto de razón ni es del todo nuevo. En el evangelio, Jesús critica distintos modos o métodos judíos de oración, entendida como el narcisismo espiritual del fariseo en la parábola del fariseo y el publicano, donde se condena la autoafirmación egoísta de aquél Lc 18,9-14, o la falta de pobreza ante Dios de aquellos que oran en las calles y plazas haciendo de la oración obra de exhibicionismo Mt 6,5, o la de los que reducen la oración a pura palabrería, al fatigar a los dioses de la religión pagana Mt 6,7, o la instrumentalización opresora de los letrados, que se comen los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos Mc 12,40.
No por ello consideró Jesús que la oración fuese inútil, baldía, vana, alienante. Todo lo contrario. Él mismo aparece orando en los evangelios.

Con las palabras del llamado “padre nuestro” trazó Jesús las líneas maestras de toda oración. Lástima que, de tanto recitarlas, las hayamos reducido a pura monotonía. Orar, según Jesús, es dirigirse a Dios como Padre, pedirle que venga su reino de justicia y amor y empeñarse en hacerlo presente en nuestro mundo, esperar de él cada día el pan de mañana, sin acumular o acaparar bienes, estar dispuesto a perdonar como garantía del perdón divino, no ceder a la tentación del poder o del triunfalismo.
Una oración dentro de estas coordenadas no es ni narcisista ni alienante. Quien la practica encuentra en ella la fuente y el motor de su vida.

 Entre los judíos, el padre era el jefe de la familia (familia patriarcal, formada por los hijos, los nietos y los siervos con sus respectivas familias...), una figura caracterizada por la autoridad sobre todo; la relación del hijo con el padre era de sometimiento, obediencia y respeto Lc 15,29, véase comentario núm. 13; por su parte, el padre garantizaba, dentro de la familia, medios de subsistencia y protección contra las amenazas del exterior. Cuando en el AT se llamaba a Dios Padre -el hijo es siempre, o el pueblo en su conjunto, o el rey que lo representa, o el justo; predominan estos aspectos- Ex 4,22; Jr 3,19; Os 11,1; Sal 2,7; 89,28; Sab 2,13; 5,5.

Jesús, por el contrario, cuando llama a Dios Padre, le da un sentido totalmente nuevo: se refiere a Él de manera personal y expresa una relación de intimidad, conocimiento mutuo, amor y comunicación de vida: Mi Padre me lo ha entregado todo; quién es el Hijo, lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo...Lc 10,21-22. Marcos nos ha dejado el testimonio de la palabra concreta que Jesús usaba: Abba, expresión del lenguaje familiar semejante a “papá”y que expresa confianza y cariño. De esta manera (y usando la misma palabra, según Rom 8,15; Gál 4,6) es como los seguidores de Jesús deben llamar a Dios Padre, pues también lo es de ellos y tiene, como característica principal, el ser compasivo Lc 6,36. Dios no es autoritario, violento o vengativo; esas imágenes de Dios pertenecen ya, y para siempre, al pasado.
Como en todas las culturas, en la hebrea el padre gozaba al ver cómo sus hijos se le parecían; llamar a Dios Padre supone considerarse hijos suyos y, por consiguiente, tratar de parecerse a él: Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque El es bondadoso con los desagradecidos y malvados. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo Lc 6,35-36; llamar a Dios Padre exige comprometerse a vivir como hijos suyos, como hermanos de todos sus hijos, sin excluir de nuestro amor ni siquiera a los que lo rechazan a Él como Padre.


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