viernes, 2 de octubre de 2015

SEMANA XXVII
MIÉRCOLES

Lucas 11,1-4
11 1Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. 2Él les dijo: Cuando oréis, decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, 3danos cada día nuestro pan cotidiano, 4perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación".

COMENTARIO
Comenzamos una nueva secuencia perfectamente marcada por:
-          el nuevo escenario (cambio de decorado): Y sucedió que, mientras él se encontraba orando en cierto lugar;
-          unos nuevos personajes Jesús y los discípulos: al terminar, uno de sus discípulos le pidió;
-          una nueva temática, la oración: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.  

11 1Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. 2Él les dijo: Cuando oréis, decid:
Los discípulos no han participado en la oración de Jesús, mientras él se encontraba orando, pero sienten la necesidad de tener unas formas de orar parecidas a las del Bautista, enséñanos a orar, como Juan... Este ya había hecho escuela. Jesús todavía no. Quieren unas formas rígidas, que llenen las horas del día y de la noche, que den solidez e identidad al grupo que se está constituyendo. La oración de Jesús, o no la han comprendido o no la comparten.
No piden que les enseñe a orar como él lo hace. Quieren aprender unas formas como las que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús contrasta esta forma de orar ritualizada con una oración de compromiso personal: Cuando oréis, decid: "Padre..."  

Jesús inaugura una forma de orar inaudita. La oración judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por excelencia. Jesús convierte el sitio donde se encuentra en lugar adecuado para la oración mientras él se encontraba orando en cierto lugar.

"Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, 3danos cada día nuestro pan cotidiano, 4perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación".
Veamos los elementos de la oración de Jesús:
·         Padre. Por primera vez hay quien se dirige a Dios con confianza filial: Abba (en arameo, “Padre”). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! A diferencia de Mateo, Padre nuestro, Lucas no pone el acento en el aspecto comunitario. En la primera parte de la secuencia el centro es el Padre, en contraste con el Dios del Antiguo Testamento;

·         santificado sea tu nombre. Que las buenas obras de la comunidad hagan que la humanidad proclame su santidad (en vez de la blasfemia); 
·         venga tu reino. Jesús quiere que el reinado de Dios, del que la comunidad ya tiene experiencia, se extienda a todo hombre y que esta lo haga presente con su estilo de vida; 
·         danos cada día nuestro pan cotidiano. Lo que parecía reservado para el mañana (mentalidad escatológica), se anticipe ya ahora, el banquete mesiánico en relación con la Eucaristía. Hablar de “la otra vida” es propio de todas las religiones. Jesús habla de hoy: el reino de Dios tiene que ir construyéndose cada día;
·         perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Respecto al hermano no hay pecado, hay una deuda, el que nos debe. La comunidad se anticipa en el perdón/amor al prójimo para “forzar” el perdón de Dios; 
·         y no nos dejes caer en tentación. La comunidad no ha de ceder a las pretensiones nacionalistas y religiosas del Tentador. Es el peligro que la amenazará en todo momento. Jesús superó todas las pruebas (tres) en el desierto. La comunidad pide poder hacer otro tanto en el desierto de la sociedad sin ceder al providencialismo irresponsable o a la ambición de gloria y poder.




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