jueves, 15 de octubre de 2015

SEMANA XXVIII
DOMINGO
Marcos 10,17-30
17Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 19Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
20El replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud. 21Jesús se lo quedó mirando, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme. 22A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
23Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas! 24Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.

26Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. 28Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
29Jesús dijo: En verdad os digo que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, 30recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna. 31Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.


1.    COMENTARIO
Un hombre angustiado, se acerca un hombre (sin nombre) corriendo, se arrodilla ante Jesús, busca solución para un problema crucial: ¿cómo evitar que la muerte sea el final de todo?, ¿qué hacer para seguir viviendo después de la muerte? Reconoce en Jesús un saber superior, maestro bueno, cree que no puede resolver su problema y calmar su angustia. Jesús le responde que no es necesario consultarle a él, pues en esta cuestión, los judíos han tenido los mejores maestros: Dios[1].

Él declara que siempre ha sido fiel a los mandamientos. Marcos describe aquí una figura ideal, el perfecto judío. Jesús muestra su amor invitándolo a seguirlo, incorporándose al grupo de discípulos, y le expone otra manera de ver la vida: una cosa te falta... El seguimiento de Jesús no se puede plantear en términos de ‘cumplimientos de mínimos’ o de ‘proyectos morales’. Jesús da un paso más adelante, que no pide la Ley: ponte en camino, sígueme.  Jesús no pide cosas, sino la entrega total, haciéndose último y servidor de todos (Marcos 9,35), y para ello tiene que abandonar sus riquezas, porque era muy rico.
Aunque personalmente no es injusto, este hombre está implicado, por su riqueza, en la injusticia de la sociedad. La ética pro­puesta en los mandamientos de Moisés no elimina la desigualdad ni lleva a una sociedad verdaderamente justa. La verdadera riqueza y la seguridad definitiva se encuentran sólo en Dios, así tendrás un tesoro en el cielo, que actúa a través de la solidaridad y el amor mutuo de la comunidad de Jesús, y garantiza el desarrollo personal.
El hombre, por su apego a la riqueza, no acoge la invitación de Jesús. No está dispuesto a trabajar por un cambio social, por una sociedad justa; la antigua le basta. Prefiere el dinero al bien del hombre.

Jesús resume lo sucedido con el rico y resalta el obstáculo que consti­tuye la riqueza para formar parte del Reino, es decir, de la sociedad nueva. Aquí aparece la diferencia entre la vida eterna/vida definitiva, a la que aspira­ba el rico y que puede alcanzar si evita la injusticia, y el Reino de Dios, en el cual no entra. En concreto, es la comunidad de Jesús.
Las palabras de Jesús siembran la sorpresa entre los discípulos: ellos piensan que en el reino de Dios continúan exis­tiendo la riqueza individual y la dependencia que esta crea.
Con una frase exagerada, más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja (de las de coser), acentúa la práctica imposibilidad de que un rico renuncie a la seguridad que le da su rique­za para contribuir a la creación de una sociedad nueva, el Reino de Dios. O se cambia la mentalidad o no hay Reino.

Pedro se hace portavoz del grupo. No se conforma con el principio enunciado por Jesús. Quiere saber qué les va a tocar a ellos. Atribuye al grupo dos méritos: haberlo dejado todo (Marcos 1,18.20) y haber seguido siempre a Jesús.
La respuesta de Jesús no se refiere en particular al grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), sino a cualquier seguidor que lo abandone todo para manifestar su adhesión a él y dedi­carse a la propagación del mensaje. Comparando quien deje con recibirá, se advierte que en la segunda se omite la mención del padre, figura de la autoridad.

Como se trata de la etapa terrena del Reino, todo eso se verificará en medio de la hostilidad de la sociedad, entre persecuciones. Y esos segui­dores, por supuesto, heredarán la vida futura/eterna. Y no precisamente por los méritos. La vida eterna no se gana, se hereda. Es decir, la disfrutamos por ser hijos, por eso se hereda.



2.    ORACIÓN
Jesús, gracias por tu propuesta:
quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más...

Aunque no la entendamos o no la sigamos,
pero al menos que escuchemos que existe algo, Alguien,
más allá de nuestras ambiciones y riquezas.
Nos parece poco ser criaturas tuyas que nos tenemos que convertir en nuestros propios dioses
para ver si de esta manera somos algo...
Nos parece poco ser criaturas tuyas,
más aún ser tus hijos e hijas.
¡Cómo nos gustaría ser dioses con mucho dinero
y todo el poder!
Nuestra radical verdad como criaturas e hijos
nos parece nada.
Preferimos cualquier distracción a enfrentarnos con esta verdad creatural.
Queremos asegurarnos a nosotros mismos
Obtener la garantía, ante los demás, de que somos alguien,
aunque para ellos tengamos que ser distintos de como somos,
fingir una confianza que no sentimos,
un interés que nos aburre.

Danos tu fuerza, Señor,
para presentarnos ante ti tal y como somos.
Ilumina nuestras tinieblas.


[1] De los diez mandamientos, Jesús omite los tres primeros, que se refieren a Dios; recuerda solamente los éticos, los que se refieren al prójimo. Marcos añade no estafarás. Son mandamientos negativos, prohíben cometer ciertas injusticias con el prójimo. Invirtiendo el orden, menciona el cuarto mandamiento, honra a tu padre y a tu madre, insinuando con ello que la obligación para con la familia no es pretexto para eximirse de la obli­gación para con la humanidad. La condición mínima para superar la muerte es, pues, no ser personalmente injusto con los demás.


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