JUEVES
23 DE JUNIO
JUEVES: Mateo 7, 21-29
21No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino
de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu
nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre
muchos milagros? 23Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido.
Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad.
24El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica
se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. 25Cayó
la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra
la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
26El que escucha estas palabras mías y no las pone en
práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27Cayó
la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la
casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande.
28Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba
admirada de su enseñanza, 29porque les enseñaba con autoridad y no
como sus escribas.
COMENTARIO
Jesús
continúa con el primado de las obras sobre las palabras. Recuerda cuales son
los frutos buenos: cumplir la voluntad de Dios, de mi Padre.
Nos
situamos ahora en el final:
·
Allí no valdrán
las palabras ¡Señor!..
·
Ni siquiera
valdrán las obras: profetizamos, expulsamos demonios, hicimos milagros en tu
nombre... Se puede invocar a Dios como Señor e incluso hacer buenas obras. Si
los criterios son mundanos, no solo no los acepta sino que los considera sin
valor y propio de malhechores (agentes de iniquidad... v. 23)
El
verdadero discípulo no es solo el que dice ¡Señor, Señor! y hace cosas buenas
en nombre del Señor, sino el que las hace con recta intención, sin disfraz.
El
criterio que decide sobre la validez y la autenticidad son las obras, aunque
sobre la validez de esas obras solo decide Dios, no el hombre o la comunidad.
Hay
que mirar sobre qué cimentamos nuestra vida, nuestra existencia, nuestra casa.
Se habla de dos tipos de hombres, prudentes
y necios, que han oído el discurso precedente. La diferencia está en
llevar o no llevar a la práctica las
palabras de Jesús.
La
casa representa al ser humano. El éxito de su vida y la capacidad de mantenerse
firme depende de que su vida tenga como cimiento unas obras acordes con su
mensaje.
Mateo
concluye el Sermón del Monte con esta doble parábola que coloca a los lectores
ante la gran alternativa. Son palabras escatológicas: será como...No se trata de una situación intramundana, sino del
juicio final. La supervivencia del constructor que ha edificado sobre la roca (es la roca del calvario y la
roca del sepulcro, símbolos de la entrega total) o ha edificado sobre
arena, que en el contrapunto con la roca, significa lo inestable, o diminuto,
lo que casi ni cuenta ni se ve.
28Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba
admirada de su enseñanza, 29porque les enseñaba con autoridad y no
como sus escribas.
Asistimos
al final del Sermón del Monte.
La
multitud que había seguido a Jesús, antes de comenzar el discurso (Mt 4,25) y
que ha escuchado su enseñanza, reacciona con asombro. Está entre la enseñanza
de Jesús y la de los fariseos... les
enseñaba con autoridad, no como los escribas.
Hay
que notar que las palabras de Jesús no están dirigidas solo a los discípulos,
sino a la muchedumbre. El Sermón del Monte va dirigido a todo ser humano que
deberá elegir entre:
·
Los escribas de
cada tiempo: la cultura, el ambiente, la mentalidad, etc;
·
y la enseñanza de
Jesús que unas veces interpretan, otras corrigen y otras anulan la cultura y la
mentalidad en la que vivimos.
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