LUNES
20 DE JUNIO
Mateo 7,1-5
7 1No
juzguéis, para que no seáis juzgados. 2Porque seréis juzgados como
juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. 3¿Por
qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga
que llevas en el tuyo? 4¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame
que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? 5Hipócrita:
sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del
ojo de tu hermano.
COMENTARIO
Comenzamos
a ver en estos versículos la propuesta de Jesús respecto a la actitud del ser
humano con lo que le rodea, con las personas y con Dios.
Lo
primero con las personas, después con Dios.
El
siguiente relato está estructurado de esta manera:
-
vv. 1-2:
principio general válido para todos.
-
vv. 3-4: dos
preguntas duplicadas, guiadas de una conclusión.
¿A
quién se refiere Jesús con la prohibición de suspender todo juicio?
·
Se refiere a todo
ser humano. El verbo se refiere a un juicio negativo, de condena. No es lícito
el juicio condenatorio del hermano.
·
Por eso, el
seguidor de Cristo y aspirante al Reino no puede romper la relación con otra
persona (que según el evangelio es hermano) por los defectos que en ella se
encuentren.
¿Cuáles
son las razones para no juzgar?
·
La primera es: y no os juzgarán (en futuro). Ese futuro
se refiere a Dios, lo que se refiere a los hombres está en presente. Dios
aplica con nosotros la reciprocidad. Si con Él siempre somos deudores y el
suspende su juicio sobre nosotros, ¿no debemos suspender nosotros el juicio de
condena sobre los demás?
Cuando
condenamos al otro, (hermano) no le amamos, ha dejado de ser humano para
nosotros. Su mota, su defecto, su
pecado, ha generado en nosotros (en nuestro ojo), es decir, en nuestro corazón,
una viga tan grande que nos hace perder la visión, la lucidez. La viga en el
propio ojo es la falta de amor con que se juzga a los demás.
Solo
el amor puede ayudar eficazmente a quitar motas y defectos. Con el juicio de
condena nos auto-condenamos en ese futuro ante Dios.
·
Perdemos la
visión, el sentido de hermandad, la luz del amor.
·
Si tuviéramos
luz, nos daríamos cuenta de nuestras motas
de cómo Dios no nos juzga sino que espera y sigue llamando a su Reino, que
atrae desde el amor y no desde la crítica implacable y el juicio negativo. Solo
con amor se puede ayudar eficazmente.
La
persona ha de estar atenta a que no se meta ninguna viga en el ojo. Es una
metáfora exagerada que supera toda proporción. Se trata de estar atento a que
la visión interna, ojo, no sea cegada
por una viga de gigantescas proporciones respecto a un ojo como es perder la
perspectiva de la vida: somos hermanos, somos familia, las relaciones no pueden
salirse de estos parámetros.
El
criterio para actuar contra la mota del hermano es que no tengamos vigas, que
no estemos ciegos, que no nos salgamos de los presupuestos del Reino: el otro
es hermano.
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