LUNES
27 DE JUNIO
Mateo 8,18-22
18Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de
cruzar a la otra orilla.
19Se le acercó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré
adonde vayas.
20Jesús le respondió: Las zorras tienen madrigueras y
los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
21Otro que era de los discípulos, le dijo: Señor, déjame
ir primero a enterrar a mi padre. 22Jesús le replicó: Tú, sígueme y deja
que los muertos entierren a sus muertos.
COMENTARIO
18Viendo Jesús
que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Después de haber derribado las barreras de la marginación
dentro del judaísmo, Jesús invita a los discípulos a pasar a la otra orilla, a la pagana. La salvación que trae es universal.
Viéndose rodeado por la multitud, da orden de cruzar
al otro lado. La misión de esta vida es movimiento, hacer camino. Hay momentos
que saben a plenitud, a meta, y si bien anticipan la plenitud, en realidad no
lo son. Lo va a recordar en el versículo siguiente a uno que quería seguirle.
Mientras vivimos en esta vida estamos siempre consiguiendo plenitudes y metas
parciales que una vez logradas nos impulsan a cruzar a la orilla siguiente. La
expulsión de los demonios en esta orilla, v.16, prepara lo que va a pasar en la
otra, v.28.
19Se le acercó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré
adonde vayas.
Un escriba, cuya doctrina ha desacreditado Jesús con
su discurso en el monte (Mt 7,29). El letrado reconoce en Jesús, un maestro
superior a sí mismo y se ofrece a seguirlo sin condiciones.
20Jesús le
respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Aparece por primera vez en Mateo la expresión el Hijo del hombre, significa plenitud y excelencia:
·
Es el
Hombre acabado, el modelo de hombre, por poseer en plenitud el Espíritu de Dios
(3,16).
·
Se
identifica con el Mesías: Enviado para servir.
·
Tiene
una misión que cumplir, cuya urgencia no le permite descanso.
El escriba supone que el camino de Jesús
tiene un término. Jesús lo niega: toda su vida, hasta el momento de su muerte,
va a ser una entrega plena, sin instalación ni descanso. Tal es el camino «del
Hombre». El discípulo ha de participar en esta misión del maestro. Toda la vida del ser humano es un camino hacia la
plenitud en cuanto ser humano, a través de la entrega.
El seguidor de Jesús ha de hacer el camino desde la
pobreza:
-
Usar los bienes
materiales necesarios con austeridad, pero sin indigencia.
-
Jesús toma lo
suficiente, no era un indigente ni vivía de limosna.
-
Vivir la vida con
el espíritu de providencia narrado en el Sermón del Monte.
21Otro que era de los discípulos, le dijo: Señor, déjame
ir primero a enterrar a mi padre. 22Jesús le replicó: Tú, sígueme y
deja que los muertos entierren a sus muertos.
Se le acerca después un
discípulo que quiere cumplir con los deberes de piedad para con el padre
difunto, poniéndolos por encima de la urgencia de la tarea. Jesús lo disuade.
La urgencia de la misión es tan grande, que no deja tiempo ni para los deberes
más elementales.
Sin embargo, tomado literalmente, el dicho de Jesús es tan brutal,
que hay que pensar en un sentido teológico:
·
El padre» representa la tradición, el modelo al que hay que
ajustarse. De hecho, «abandonar al padre» (Mt 4,22) significa independizarse de
la tradición transmitida por él.
·
Jesús
no tiene padre humano y el discípulo ha de renunciar al propio.
·
Enterrar al padre índica veneración, respeto y estima por
el pasado que representa.
La orden de Jesús puede significar que el discípulo, que ya lo
sigue, tiene que desentenderse de ese pasado, romper su dependencia de
tradiciones humanas.
Los muertos mencionados en primer lugar son los que
profesan esas tradiciones; sus muertos
son figura de las tradiciones mismas. El mundo de la tradición es un mundo de
muerte. La tradición muerta engendra muertos. El discípulo mostraba, por tanto,
no haber roto definitivamente con su pasado, considerarlo aún como un valor
positivo.
La mención del padre pone este episodio en relación con la llamada de Eliseo, que pidió permiso a Elías para despedirse de su padre (1
Re 19,20). La diferencia está en que en el AT la tradición (el padre) estaba
viva, mientras que para Jesús está muerta.
La escena remite, pues, a la llamada de Simón y Andrés (Mt 4,19); la invitación que hace Jesús a seguirlo
ofrece al mismo tiempo la comunicación del Espíritu.
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