domingo, 26 de junio de 2016

SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO
LUNES

27 DE JUNIO

Mateo 8,18-22
18Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
19Se le acercó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
20Jesús le respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
21Otro que era de los discípulos, le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. 22Jesús le replicó: Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

COMENTARIO
18Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Después de haber derribado las barreras de la marginación dentro del judaísmo, Jesús invita a los discípulos a pasar a la otra orilla, a la pagana. La salvación que trae es universal.
Viéndose rodeado por la multitud, da orden de cruzar al otro lado. La misión de esta vida es movimiento, hacer camino. Hay momentos que saben a plenitud, a meta, y si bien anticipan la plenitud, en realidad no lo son. Lo va a recordar en el versículo siguiente a uno que quería seguirle. Mientras vivimos en esta vida estamos siempre consiguiendo plenitudes y metas parciales que una vez logradas nos impulsan a cruzar a la orilla siguiente. La expulsión de los demonios en esta orilla, v.16, prepara lo que va a pasar en la otra, v.28.

19Se le acercó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
Un escriba, cuya doctrina ha desacreditado Jesús con su discurso en el monte (Mt 7,29). El letrado reconoce en Jesús, un maestro superior a sí mismo y se ofrece a seguirlo sin condiciones.

20Jesús le respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Aparece por primera vez en Mateo la expresión el Hijo del hombre, significa plenitud y excelencia:
·         Es el Hombre acabado, el modelo de hombre, por poseer en plenitud el Espíritu de Dios (3,16).
·         Se identifica con el Mesías: Enviado para servir.
·         Tiene una misión que cumplir, cuya urgencia no le permite descanso.
El escriba supone que el camino de Jesús tiene un término. Jesús lo niega: toda su vida, hasta el momento de su muerte, va a ser una entrega plena, sin instalación ni descanso. Tal es el camino «del Hombre». El discípulo ha de participar en esta misión del maestro. Toda la vida del ser humano es un camino hacia la plenitud en cuanto ser humano, a través de la entrega.
El seguidor de Jesús ha de hacer el camino desde la pobreza:
-          Usar los bienes materiales necesarios con austeridad, pero sin indigencia.
-          Jesús toma lo suficiente, no era un indigente ni vivía de limosna.
-          Vivir la vida con el espíritu de providencia narrado en el Sermón del Monte.

21Otro que era de los discípulos, le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. 22Jesús le replicó: Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Se le acerca después un discípulo que quiere cumplir con los deberes de piedad para con el padre difunto, poniéndolos por encima de la urgencia de la tarea. Jesús lo disuade. La urgencia de la misión es tan grande, que no deja tiempo ni para los deberes más elementales.
Sin embargo, tomado literalmente, el dicho de Jesús es tan brutal, que hay que pensar en un sentido teológico:
·         El padre» representa la tradición, el modelo al que hay que ajustarse. De hecho, «abandonar al padre» (Mt 4,22) significa independizarse de la tradición transmitida por él.
·         Jesús no tiene padre humano y el discípulo ha de renunciar al propio.
·         Enterrar al padre índica veneración, respeto y estima por el pasado que representa.
La orden de Jesús puede significar que el discípulo, que ya lo sigue, tiene que desentenderse de ese pasado, romper su dependencia de tradiciones humanas.
Los muertos mencionados en primer lugar son los que profesan esas tradiciones; sus muertos son figura de las tradiciones mismas. El mundo de la tradición es un mundo de muerte. La tradición muerta engendra muertos. El discípulo mostraba, por tanto, no haber roto definitivamente con su pasado, considerarlo aún como un valor positivo.

La mención del padre pone este episodio en relación con la llamada de Eliseo, que pidió permiso a Elías para despedirse de su padre (1 Re 19,20). La diferencia está en que en el AT la tradición (el padre) estaba viva, mientras que para Jesús está muerta.

La escena remite, pues, a la llamada de Simón y Andrés (Mt 4,19); la invitación que hace Jesús a seguirlo ofrece al mismo tiempo la comunicación del Espíritu.

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