lunes, 26 de diciembre de 2016

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TIEMPO DE NAVIDAD


SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA, MADRE DE JESÚS

DOMINGO, 1 DE ENERO, 
AÑO NUEVO

San Lucas  2,16-21 

16Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. 18Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. 19María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
21Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

1.      COMENTARIO
16Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
Los pastores encuentran un niño, sin nombre todavía, acostado, tan anónimo y marginado como ellos. Transmiten su experiencia: han sido iluminados, el Mesías no los has destruido con su rayo. Al contario es Buena Noticia que les hace salir de su marginación, fueron corriendo.  

17Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. 18Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. 
Y todos se quedaron extrañados, admirados. ¿De qué? ¡Hay algo que no encaja! Había toda una tradición religiosa que hablaba de un Dios que detestaba y quería exterminar a los pecadores, a los considerados impuros. El pueblo esperaba a un Mesías justiciero que, a su llegada, los aniquilaría. Se quedan admirados porque el anuncio sea este. A ellos les han enseñado que el Mesías es de poder. Se extrañan que se anuncie a los excluidos, a los pastores. Se desconciertan ante esta novedad.  

Todos, incluida María, se maravillan de esto. Este el inicio de la admiración, de la incomprensión por parte de María y de José. Varias veces dice el evangelista que no comprendían estas cosas y en esto reside la grandeza de María: se encuentra con algo del todo nuevo, algo inaudito. El Hijo le presenta un Dios diferente del que había conocido a través de la religión. María, aún sin comprender lo que está pasando, sigue adelante, es capaz de convertirse en discípula de su hijo. La grandeza de María no consiste en haber dado a la luz a Jesús, sino en haber llegado a ser discípula.

19María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
María también se extraña, no entiende, pero lo guarda en su corazón. Lo medita, es lo contrario de lo que la mentalidad le decía, pero no rechaza. Dios es sorprendente respecto a lo que de él se dice, se enseña o se escribe. María no es la obediencia ciega ni el servilismo, sino la fe activa. Guarda en el corazón y espera. En el mundo hebreo, el corazón es la mente. También María está trastornada, hay algo que la desborda y no comprende, pero no lo rechaza. Piensa, medita, reflexiona en su corazón.

María intentaba comprender el significado profundo de lo que le han contado y de lo que está viviendo. El verbo que aparece, meditando, en griego se dice “simballein”. Significa “juntar, reunir, acertar con el sentido”. De aquí viene la palabra “símbolo” que quiere decir juntar las piezas, reunir las piezas de un puzle –de la vida-  para que tenga sentido. Lo contrario de “symballeim” es “diabollein”: lo que separa, desune, lo absurdo, el sin-sentido. De aquí viene la palabra “diablo”.   

20Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Los pastores hacen como María cuando la visita el ángel, se levantó y fue deprisa. María llevo el Espíritu a casa de Zacarías.
Los pastores llevan el mensaje. Dios es de otro modo a como nos lo enseñaron en la catequesis de la sinagoga. Ahora es un niño, frágil, símbolo de la ternura de la vida. Luego, aunque es omnipotente, quizás haya elegido ser impotente y por eso prefiere nacer en un pesebre en vez de en un palacio o un Templo. Dios ha decido el camino de la humildad. Por no tener no tiene ni nombre. Sin duda, porque aunque tiene el nombre sobre-todo nombre (Flp 2,9), ha decido no ponerse ninguno para que todos los seres humanos se llamen como él.
Este es el cambio de valores anunciado en el Magníficat. Y es el cambio de imagen de Dios. Dios no es como lo imaginaron los poderosos ni los especialistas. Es infinitamente más humano y sencillo, más normal y natural.
Los pastores se vuelven de Belén glorificando y alabando a Dios. Esta es tarea exclusiva de los ángeles. Y ahora resulta que los considerados excluidos están al nivel de los ángeles. Quien es capaz de ver la luz, oír los cantos y se envuelve de luz, pasa a estar y actuar como los seres celestes.

El evangelista hace una afirmación realmente clamorosa: después de hacer la experiencia del Dios amor, todos las personas, incluso los pastores, que la religión consideraba alejados de Dios, pueden tener un contacto íntimo, estrecho con Dios y pueden alabarlo y glorificarlo, como hacían los ángeles del servicio. Y aún más asombroso resulta que el ángel no les haya conminado a cambiar de oficio. No. Ellos siguen siendo pastores, no tienen que dejar de serlo. Y de ahí el desconcierto que acompaña la lectura del evangelio. Pues, ¿por qué Jesús perdona y acoge a los publicanos, otro ejemplo de pecadores, sin reclamarles que cambien de trabajo?

21Cuando se cumplieron los ocho días fueron para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

La circuncisión es el signo de la alabanza y de la pertenencia al pueblo de Dios. Jesús queda marcado por la señal de la alianza. A través de la circuncisión queda incorporado oficialmente al pueblo de Israel. Jesús quiere decir “Dios salva”. Expresa la identidad y la misión de este niño, de su vida. 

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