viernes, 29 de diciembre de 2017

NAVIDAD

MIÉRCOLES

27 DE DICIEMBRE, SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

Juan 20,2-8
20, 1El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
2Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les dijo: - Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
3Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; 5y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
6Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y 7el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
8Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
9Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
10Los discípulos se volvieron a su casa.    

1.    COMENTARIO.
Terminada la creación del hombre 19,30 y preparada la verdadera Pascua 19,31-42, comienza el nuevo ciclo, la creación nueva y la Pascua definitiva.

Al amanecer indica que hay luz, Cristo ya ha resucitado. Esta afirmación es difícil de conciliar con aún estaba oscuro, para expresar que los discípulos aún no han descubierto la realidad de la resurrección. María va al sepulcro poseída por la falsa idea de la muerte, en la tiniebla, en la oscuridad, y no se da cuenta que el nuevo día ha comenzado ya. Va únicamente a visitar el sepulcro, sin llevar nada.

Por otro lado, la losa nunca estuvo puesta en el sepulcro. Es un primer signo. La muerte no retiene a nadie en su ámbito o bajo su poder. La vida de Jesús no se ha interrumpido, su historia no se ha cerrado.

María se alarma. Avisa a los discípulos que vertebran el evangelio de Juan: El discípulo modelo, sin nombre, lo que podríamos ser o estamos llamados a ser, el discípulo ideal, y el discípulo corriente, Pedro, lo que somos.
María es incapaz de pensar en la resurrección, cualquier otra opción les parece más lógica y eso que Jesús les anunció que resucitaría, les ha demostrado que es más fuerte. Ahora, sin embargo, parece que cualquiera se lo puede llevar a su antojo. Propone su propia interpretación, no el hecho objetivo, no dice que no hay losa, sino se han llevado del sepulcro al Señor. María se siente perdida sin Jesús. Hay una actitud de búsqueda pero buscan a un Señor muerto. Él era su fuerza y su punto de referencia.

En este relato se menciona la palabra sepulcro nueve veces, dando a entender que la idea de Jesús muerto es lo que domina a los suyos. Ninguno recuerda que el sepulcro estaba en un huerto, lugar de vida.
Salen corriendo los dos discípulos, pero el otro corría más que Pedro, ha estado junto a la cruz, corre más deprisa, ha entrado a la sesión del Consejo que ha condenado a Jesús… Encuentra la losa quitada y los lienzos no atan a Jesús, distingue la señal de vida, pero no la comprende. Aún no concibe que la vida pueda superar a la muerte. No entra en el sepulcro, cede el paso a Pedro. Después de las negaciones es un gesto de aceptación y reconciliación.

Pedro no se detiene a mirar, entra directamente. Ve los lienzos por el suelo, el sudario, símbolo de la muerte, que cubría solo la cabeza, porque su muerte era como un sueño.
Pedro ve el sudario enrollado en un sitio aparte, simbolizando al templo. Al matar a Jesús, las autoridades judías han intentado suprimir del mundo la presencia de Dios, y con ello han condenado a la destrucción de su propio templo. La muerte, el sudario, vencida por Jesús envuelve y amenaza sin remedio a la institución que lo condenó. 

El otro entra, ve las mismas señales que Pedro, pero él las comprende: la muerte no ha interrumpido la vida. Resalta el contraste entre los dos discípulos, solo cree el segundo. Cada uno debe sacar sus propias conclusiones, el que ama ve los signos de la vida, lienzos colocados, y el sudario aparte. El que está en proceso ve también los mismos signos pero no concluye creyendo.

En toda la escena, Pedro y el otro discípulo no han hablado entre ellos, no hacen comentario alguno sobre lo que han visto. Parece indicar el fuerte impacto que la muerte de Jesús supuso en la comunidad y las diversas reacciones ante el hecho de la resurrección.

Lo que sí aparece claro es que aunque Jesús ha muerto, no es un cadáver; es inútil ir a buscarlo al sepulcro. Su historia no ha terminado. 

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