domingo, 7 de enero de 2018

SEMANA I

JUEVES

11 DE ENERO

Marcos 1,40-45
40Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme. 41Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero: queda limpio. 42La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
43Él lo despidió, encargándole severamente: 44No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.
45Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Este relato de Marcos está situado en un lugar indeterminado y el personaje es central porque es el prototipo de los marginados: el leproso. Supone una vuelta de tuerca en el avance de la predicación de Jesús y en lo que supone poner en práctica el Reino de Dios, así como lo que este Reino lleva consigo.
Según la concepción judía, el leproso era impuro y transmitía impureza a las personas y objetos que tenían contacto con él (Lev 13,45). Esto lo excluía de tener acceso a Dios y a los semejantes. La lepra era considerada un castigo de Dios. Rechazado por Dios, no podía salvarse.

 COMENTARIO
40Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme.
El relato comienza presentándonos a un leproso que se acerca a Jesús. Este personaje no tiene nombre lo cual quiere decir que representa a un grupo, como pueden ser los marginados por la religión y su ideología sobre lo puro y lo impuro. El ser leproso era el caso extremo y la marginación prototipo de exclusión religiosa y social. Declarar injusta la marginación del leproso, como hace Jesús, es denunciar toda marginación. ¿Cómo iba a ser castigado por Dios? El leproso se acerca a Jesús, lo cual nos está diciendo que se está saltando la ley. Ningún leproso se podía acercar a una persona sana y lo mismo ocurría al contrario. Si alguien se acercaba a un leproso, además de tener la posibilidad de contraer la enfermedad, incurría inmediatamente en pecado, en impureza.

El hecho que se acerque de rodillas es expresión de la propia angustia e intenta prevenir a Jesús para que castigue el hecho de que se haya acercado. El leproso no pide a Jesús que lo cure. En el relato no aparece la palabra curar, que manifestaría el aspecto físico de la enfermedad. Se habla de limpiar/purificar, lo cual está indicando que se trata de un problema religioso. El mayor problema no es la enfermedad sino la marginación en nombre de Dios a causa de la enfermedad.
El marginado no duda que Jesús pueda limpiarlo. Pero no está seguro de que quiera hacerlo. No sabe qué es lo que mueve a Jesús a anunciar el Evangelio o hacer posible el Reino de Dios.  

41Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero: queda limpio. 
Aquí está la clave del relato y una especie de principio que podemos observar en todos los Evangelios. Cuando se trata de excluidos a causa de la religión, Jesús, compadecido, conmovido,... extendió la mano y le dijo: Quiero: queda limpio.
El verbo compadecerse, conmoverse, se aplicaba a Dios para expresar su ternura hacia los hombres. Si ahora se aplica a Jesús, podemos decir que Jesús se comporta como Dios mismo, es Dios mismo.

Extender la mano nos retrae a aquellas escenas del Éxodo cuando Moisés extendió su mano ante el paso del Mar Rojo y se abrió en dos. Son referencias a relatos de liberación. El objetivo de Jesús es tocar físicamente, lo cual estaba terminantemente prohibido. Jesús se coloca al lado de los marginados, en la otra margen de la ley. El leproso viola la ley al acercarse a Jesús y, ahora, Jesús la viola al tocar al leproso. Jesús/Dios le toca, lo cual supone negar que Dios margine o excluya a un ser humano, y menos aún, a un enfermo. Esa ley de pureza/impureza queda invalidada, sin fundamento. ¿Cómo va a provenir esa ley de Dios?

42La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
Lo que dice Jesús se hace al momento. El quiero de Jesús se cumple inmediatamente. El ser humano no puede por un segundo más seguir viviendo en esta marginación. Las cosas suceden al revés de cómo se creían: Jesús habría quedado impuro/leproso por haberle tocado, esto no sucede, y el leproso queda limpio por el contacto y las palabras de Jesús.
El leproso queda restablecido en su relación con Dios, no es indigno ante Él, Dios lo acepta como es. Que Dios acepte al ser humano no es porque sea puro o impuro. Lo primero es la aceptación incondicional de Dios. Después, es la desaparición de la lepra, de esa mentalidad leprosa que convierte en marginados de Dios. La lepra desaparece en el mismo instante que el leproso experimenta que Dios le acepta, siente ternura por él. Y todo se concentra en un quiero. Querer dice a la voluntad, ya sabemos cuál es la voluntad d Dios. 

43Él lo despidió, encargándole severamente: 44No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.
Jesús le advierte severamente. El leproso, como le habían enseñado en la sinagoga, sigue creyendo que Dios lo rechaza. Jesús le regaña por seguir pensando así. El verdadero milagro es la liberación mental de esa imagen horrible de Dios. Quien margina no es Dios, sino la institución religiosa. Además de la acción de Jesús en su favor, es él mismo el que tiene que liberarse de esa mentalidad, de la creencia en la institución que le marginaba. 
De ahí que Jesús lo despidió y le ordena que no se lo diga a nadie. Él mismo tiene que discernir dónde está la auténtica liberación: si en la gratuidad de Dios, manifestada en Jesús, o en el cumplimiento de los ritos mandados para comprobar si la purificación era la adecuada. Para Jesús todas esas leyes sobre lo puro y lo impuro no provienen de Dios, sino de Moisés.

45Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
La experiencia que ha tenido le causa tal alegría que ya no vuelve a los sacerdotes, a las instituciones. Comienza a anunciar, a divulgar lo que le ha pasado. La experiencia de compasión de Dios y la liberación vivida causa tal alegría que no se puede esconder. Así, un leproso, un marginado por la ley religiosa y social, es el primero que se convierte en apóstol que anuncia la salvación de Dios, su liberación.

Así, Jesús comienza a mostrar la oposición total que hay con el sistema y mentalidad judíos. Sin embargo, se produce una reacción inesperada: acude gente de todas partes. Esta gente no pide curación ni enseñanza, solo que están con Jesús pues Él ha puesto fin a la discriminación y marginación. 

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