MARTES
30 DE ENERO
Marcos 5,21-43
21Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se
le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 22Se
acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus
pies, 23 rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas;
ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva. 24Se fue
con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
25Había una mujer que padecía flujos de sangre desde
hacía doce años. 26Había sufrido mucho a manos de los médicos y se
había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto
peor. 27Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la
gente, le tocó el manto, 28pensando: Con solo tocarle el manto
curaré. 29Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó
que su cuerpo estaba curado. 30Jesús, notando que había salido
fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: ¿Quién me
ha tocado el manto? 31Los discípulos le contestaban: Ves cómo te
apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?". 32Él
seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33La
mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido,
se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 34Él le dice:
Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad.
35Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del
jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más
al maestro? 36Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe
de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. 37No permitió que lo
acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38Llegan
a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se
lamentaban a gritos 39y después de entrar les dijo: ¿Qué estrépito y
qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida. 40Se
reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la
niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, 41la cogió de
la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: Contigo hablo, niña,
levántate). 42La niña se levantó inmediatamente y echó a andar;
tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 43Les
insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
COMENTARIO
Jesús
vuelve del país de los gerasenos. Ahora, se encuentra con una multitud
procedente del judaísmo. Se le acerca el jefe de la sinagoga que lo busca
desesperadamente. Tanto este jefe como la mujer sufriente representan al pueblo
de Galilea/Israel, sometidos, oprimidos por la institución.
Mucha gente se reúne en
torno a Jesús, esperando su liberación. Una liberación que no acaban de
comprender. Jesús, se queda junto al mar, símbolo del horizonte universal de su
mensaje.
Llega un jefe de la
sinagoga llamado Jairo, que significa “iluminado de Dios”, “luz de Dios”. Llama
la atención que:
-
un jefe de la sinagoga vaya al encuentro de Jesús cuando esta institución ha
expulsado a Jesús (Mc 3,2);
-
se llame Jairo, “luz de Dios”, y sea jefe de la
sinagoga (administrador, sacristán). ¿Querrá decir esto que la sinagoga ya no
es luz de Dios para el pueblo?;
-
al ver a Jesús se echó a sus pies, gesto que implica un
reconocimiento de la superioridad de Jesús. El que es jefe de la institución
religiosa local se pone a los pies del que es rechazado por esta
institución.
Efectivamente,
el motivo es apremiante y urgente, mi niña está en las últimas. Jairo no ha
encontrado solución dentro del sistema legal y va a buscarla en Jesús. Además,
ruega con insistencia tres cosas a Jesús: Que toque a su hija. Aquello
significaba la transmisión de una fuerza personal. Se usaba para curar o
bendecir, como comunicación de vida; para que se salve. Es decir, que salga de
esta situación previa a la muerte; y viva. ¿No es lo mismo salvar que vivir?
Son complementarios, se trata de que su hija se salve, salga de la muerte para
entrar en la vida. Es una situación de éxodo manifestada a través de los verbos
salir y entrar: salir de la esclavitud de la muerte para entrar en la tierra de
la vida, en la tierra prometida.
Jairo
ha entendido que la institución impide la vida del pueblo/hija y solo Jesús
puede salvarla.
Jesús
no responde nada a Jairo, sencillamente se va con él. Marcos añade que lo
seguía mucha gente: ya no son los mismos que lo esperaban a que desembarcara.
Ahora se trata de los excluidos por el sistema que han decido seguir a Jesús,
le aceptan, comprenden su mensaje.
Aquí
se interrumpe el relato sobre Jairo y Jesús. Aparece la mujer con flujos de
sangre…
Todavía estaba hablando
Jesús con la mujer curada, cuando se presentan los de la sinagoga, los que
creen en la opresión y la muerte. Sus noticias no pueden ser otras que la
muerte, tu hija ha muerto. La forma de hablar, tu hija, denota posesión y
dominio. Como la relación que tiene el pueblo con sus dirigentes. Añaden una
pregunta, ¿Para qué molestar ya al maestro? Los emisarios no esperan nada de Jesús,
no creen en Él. Jairo si, por eso acude a Jesús.
Jesús no hace caso de las
malas noticias de esos emisarios. Dirigiéndose a Jairo le dice que no tenga
miedo y que continúe en su posición y actitud de confianza. Es todo un proceso
de fe.
Jesús solo deja que le
acompañe Pedro, Santiago y Juan, que son los más reticentes a descubrir a Jesús
como la Buena Noticia universal de Dios y la ruptura que implica con la vieja
institución judía[1].
Se encuentran con que hay
alboroto, lloros, gritos. No es la casa de una familia, sino el lugar de la
institución representada por el jefe de la sinagoga. Es la casa del duelo, del
fracaso de la vida por la muerte definitiva, sin solución alguna. Así es la
existencia del pueblo.
Jesús entra en la
casa/institución y reprocha el alboroto, la desesperanza, es decir, la falta de
fe. E inmediatamente les propone su alternativa, la niña no está muerta, está
dormida. Jesús quita el carácter definitivo de la muerte. Lo antiguo tenía que
morir. La Alianza que Jesús trae es totalmente Nueva. Jesús les invita a creer
en Él, a confiar en Él.
La propuesta de Jesús no se
entiende, por eso los presentes se ríen de Él. ¡Han pasado del llanto y del
griterío a la risa en segundos! En casa del jefe de la sinagoga es Él quien
manda. Sorprendente. Y la casa de la sinagoga, de la institución, cambia
totalmente.
Jesús coge al padre (ya no
es el “jefe de la sinagoga”), a la madre, fuente de vida, a los discípulos,
como testigos, y fue donde estaba la niña. El término que aparece no es el que entendemos
hoy por niña, aunque tenía 12 años, sino de “muchacha casera”, apta para
engendrar. Nos encontramos en un contexto de boda como se describe en Cant
(2,19; 3,4). Lo que se nos describe, de manera simbólica y figurada, son los
desposorios de la Nueva Alianza: Jesús es el esposo y la muchacha la esposa.
Jesús, como le había pedido
el padre se acerca a la muchacha/novia. La toca, la coge de la mano y le habla:
Talitha qumi (que significa: Contigo
hablo niña, levántate). Cuando Marcos pone en boca de Jesús palabras en arameo
quiere decir que el personaje al que se refiere pertenece al pueblo judío. Esto
confirma el carácter simbólico de la niña, símbolo del pueblo, de la mentalidad
de la autoridad judía. Es la Palabra de Jesús la que libera, la que da vida. La
respuesta a la palabra es la fe. La muchacha/el pueblo se levanta, dando fe a
las palabras de Jesús.
Aparece la edad de la niña,
doce años, edad de los esponsales de una adolescente, la misma edad que los
flujos de la mujer. Los doce años de la mujer adulta representaban el pasado
del pueblo marginado. Los doce años de la muchacha representan el futuro para
el nuevo Israel.
La reacción de los
presentes fue llenos de estupor, fuera de sí. No podían imaginar la posibilidad
de vida fuera de la institución o que Dios fuera así, capaz de hacer brotar
vida de lo antiguo.
La
nueva vida ha de crecer, ha de comer para progresar. No todo está hecho de una
vez y para siempre. La nueva vida de la niña/pueblo no viene de los padres ni
mucho menos de la sinagoga, sino de Jesús.
[1] De hecho, los sobrenombres que Jesús les ha dado nos
explican bastante de su actitud: a Pedro le llama piedra por su obstinación, cabezonería; a Santiago y Juan, hijos del trueno, por la imagen del dios
terrible de la tradición. Jesús quiere mostrar que seguirle a Él conlleva la
ruptura con el pasado. No es posible la continuidad.
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