VIERNES
9 DE FEBRERO
Marcos 7,31-37
31Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. 32Y le
presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le
imponga la mano. 33Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió
los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. 34Y
mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, ábrete). 35Y
al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y
hablaba correctamente. 36Él les mandó que no lo dijeran a nadie;
pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. 37Y
en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos.
COMENTARIO
32Y le
presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le
imponga la mano
Unos individuos, sin
nombre y sin determinar, le llevan a Jesús, tampoco se le nombra, a un hombre,
sin nombre, sordo y tartamudo. El
sordo no puede escuchar a Jesús, no es consciente de su sordera. Le llevan, no dice nada, no es
consciente de su incapacidad o de su necesidad de cambiar para acoger la
novedad del mensaje. Y, además, apenas
podía hablar/tartamudo. Es la única vez que aparece esta palabra en el Nuevo
Testamento. En el Antiguo Testamento solo aparece una vez, en el contexto del
éxodo de Babilonia (Is 35,5), haciendo referencia a la necesidad de liberación
de los “ciegos, sordos y mudos”. En esta ocasión, la mudez hace referencia a la
actitud de los discípulos en su tarea de anunciar el mensaje. Lo están malinterpretando
según las claves dadas por Jesús, ellos lo hacen sin abandonar su mentalidad
antigua.
La narración está en
referencia a Mc 7,17 en la que Jesús reprochaba a sus discípulos, ¿Así que también vosotros sois incapaces de
entender? La incomprensión continúa.
Los que han llevado al
hombre, piden a Jesús que le imponga la
mano como lo hizo con la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga, símbolo de
la transmisión de una fuerza vital.
33Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los
dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Jesús le toma aparte, a solas. Estas expresiones
aparecen siempre referidas a Jesús y sus discípulos en un contexto de
incomprensión. Jesús “les hace un aparte” para una explicación más extensa o
profunda. De esta manera simbólica, se nos dice que se trata de los discípulos.
Jesús no quiere confundir a los presentes.
Respecto a la sordera,
Jesús mete los dedos en los oídos, no
le toca con la mano como le habían pedido. Es una forma de simbolizar el poder
de Dios, el poder de la vida. Respecto a la tartamudez, le toca la lengua con su saliva. En la antigüedad, se
atribuía a la saliva propiedades curativas. Simbolizaba el aliento de la
persona, en este caso, el Espíritu de Jesús.
Jesús se tiene que
aplicar a fondo para liberar de la incomprensión a sus discípulos. En lenguaje
figurado, ha de perforar los oídos para llegar a su mente y que estos se
conviertan a la nueva actitud hacia los paganos. Ha de impregnar su lengua, con
su Espíritu, para que proclamen el mensaje de acuerdo con lo que Jesús anuncia.
34 Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
Effetá (esto es, ábrete). 35Y al momento se le abrieron los oídos,
se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
No basta solo con
meter los dedos y poner saliva en la boca, se precisa la colaboración de Dios
ante la cerrazón mental de los discípulos. Como la sordera y tartamudez es
continua, Jesús suspira ante tanta traba. Ordena que se abran del todo, effetá, de par en par, los oídos y las
bocas, la persona y la humanidad entera ante el anuncio de la Buena Noticia
universal.
Ahora, el hombre puede
escuchar sin problemas, en sentido físico de oír y en sentido interno de
entender, de comprender el mensaje de Jesús y proclamarlo sin desvirtuarlo. El
que era sordo, ahora, es capaz de escuchar, comprender y de hablar correctamente, de proclamar el mensaje
sin deformarlo.
36Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto
más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. 37Y en
el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos.
Jesús avisa a todos que no hagan público lo
experimentado. No confía en que sea algo definitivo. Los discípulos seguirán
enraizados en su judaísmo y en su falta de comprensión. Al contrario que los
presentes, no hacen caso a Jesús y lo proclaman, impresionados por la fuerza
liberadora de Jesús.
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