martes, 3 de diciembre de 2019


Resultado de imagen de fano orar el evangelioORAR EL EVANGELIO DE MANERA COMPARTIDA (apuntes) -1-

¿Qué conversación es esa que traéis por el camino?
Es la pregunta del Resucitado a aquellos discípulos que han decido abandonar Jerusalén, después del fracaso de la cruz.
Lo que estamos viviendo es el punto de partida para el encuentro con el Resucitado. No hace falta irse a otros lugares para encontrarnos con Jesús. A Jesús podemos encontrarlo presente en nuestra vida, en los acontecimientos de cada día.

Hay muchas maneras de acercarse al Evangelio. Una de ellas es desde la oración comunitaria compartiendo la propia vida. Se trata de dejar que el Evangelio de Jesús  ilumine la propia vida. Es interpretar la vida a luz del evangelio. Es discernir. Compartir lo que estoy viviendo a la luz del Evangelio.
Para esto no se necesita ser especialista. Solo disponibilidad, apertura metal y afectiva, cierta dosis de sinceridad.

El evangelio surgió como experiencia vital de una comunidad que leía sus propias historias a la luz de la historia de Cristo. Los personajes del evangelio son personajes históricos y, a la par, simbólicos. Esto quiere decir que el Evangelio se escribe no para contar unos hechos que acontecieron hace 2000 años, sino principalmente son catequesis para que todo aquel que se acerque a los evangelios pueda ver iluminada su historia. Pues la historia que se está contando en el evangelio es la propia historia.

Si participas en algún grupo de orar el Evangelio se requiere capacidad para dejarse sorprender. El evangelio va a chocar contra la propia estructura mental. Al principio se siente un fuerte rechazo hacia la nueva propuesta del evangelio. Jesús al comienzo de su predicación anuncia: Convertíos y creed en la Buena Notica del Evangelio. ¿Qué es convertirse? Es cambiar la forma de pensar… porque El evangelio me propone otra forma de pensar, de sentir, de actuar. Y por tanto, de interpretar la vida, la realidad.

Mucha gente vivía en tiempos de Jesús, pero fueron pocos los que se decidieron a seguir a aquel carpintero de Nazaret. ¿Por qué? Entre otras razones, porque seguirle suponía la renuncia a los viejos esquemas y adentrarse en la nueva manera de ver la vida. Incluso, los que en principio más y mejor lo podían haber reconocido, las autoridades religiosas, fueron los que lo mataron pensando que aquel juicio y condena era una acto religioso. Matan al Hijo de Dios en nombre de dios.

Una de los principales desafíos actuales es: ¿Cómo hacer posible que el evangelio de Jesús sea hoy Buena y Nueva Noticia?
ü Por un lado, nos encontramos que en todas las Eucaristías se lee, se proclama, el Evangelio. ¿Y? Pues que no dice nada o casi nada. Ayer leíamos el evangelio del encuentro de Jesús con Zaqueo, recaudador de impuestos, ladrón, pecador público (=publicano). ¿Nos imaginamos dicho encuentro? ¿Lo vemos normal? ¿De verdad? ¿Podemos imaginar el encuentro de uno de nosotros con una corrupto público pues hemos decido aceptarlo incondicionalmente? Ah, claro es que nosotros somos mejor que Zaqueo. ¿De verdad? ¿Acaso no somos ladrones, también nosotros?

ü ¿No estaremos domesticando el Evangelio? ¿No habremos perdido la novedad radical de la Buena noticia de Jesús? ¿Cómo es posible que después de tantos años, el evangelio de Jesús no supone una alternativa de vida? ¿No habremos perdido el atractivo original del evangelio?

ü Para compartir el evangelio se requiere la disponibilidad de compartir la propia vida. Orar el evangelio juntos supone cierta dosis de estar dispuesto a abrirse mental y afectivamente para compartir lo que en este momento estoy viviendo.

ü Muchas veces tenemos miedo: ¿qué digo? ¿Cómo lo digo? ¿Qué van a pensar los demás de lo que estoy diciendo o viviendo? Y el miedo nos bloquea, y no hablamos. Decimos cosas pero no lo que realmente estamos viviendo, y no progresamos en el conocimiento de Cristo. Las palabras pueden ser obstáculo para expresar lo que realmente vivimos.

ü No se trata de analizar la experiencia, (esto no es psicoanálisis ni cualquier otra forma de terapia) sino contemplarla a la luz de Cristo, de su Evangelio. El protagonista es Cristo, su Palabra, que es siempre luz. Yo he venido al mundo como luz.

ü No hay actividad más importante que compartir el Evangelio. No la hay. Porque el Evangelio es compartir la propia vida. Creo que en estos momentos nos sobra información, ideas, noticias… y nos faltan testigos de la experiencia del Dios de Jesús.  

ü Para compartir la vida en la oración evangélica se requiere de la oración personal. Como todo encuentro es mejor prepararlo para después compartirlo con los compañeros de camino. La meta de la oración compartida no es solo exponer ideas, sensaciones, emociones o vivencias, sino dejarse interpelar la propia vida desde la experiencia del evangelio. El evangelio surge como fruto de la reflexión de los primeros cristianos. Buscan interpretar su vida desde la fe en Jesús de Nazaret. Comienzan a recoger escritos, testimonios de aquellos que habían convivido con el Maestro porque aquello suponía otra forma de interpretar su vida.  Cuando dos o más se reúnen en mi nombre yo estoy en medio de ellos.

ü Orar el evangelio es entrenarse cada día en el estilo de vida de Jesús. Cada día, en la vida. Si reducimos el evangelio solo a la celebración dominical, es que no acabamos de descubrir su importancia en nuestra vida. Se precisa distinguir lo urgente de lo importante. Y el evangelio nos traslada a la zona y al espacio de lo importante.

En la medida que nos abrimos en la oración evangélica, el Espíritu de Jesús va penetrando en nuestro interior y lo va transformando. En la medida que nos abrimos, el Espíritu va entrando. Es más, aunque permanezcamos cerrados, el Espíritu entra en nosotros… Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo…
ü No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia.
Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón. Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.

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