domingo, 8 de diciembre de 2019

SEMANA II DE ADVIENTO


LUNES, 9 DE DICIEMBRE


Lucas 5,17-26

17Un día estaba él enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones. 18En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. 19No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. 20Él, viendo la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados están perdonados.
21 Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: ¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? 22 Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: 23¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados están perdonados", o decir "levántate y anda"? 24Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: "A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla, vete a tu casa". 25Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. 26El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.

1.     COMENTARIO
El episodio nos presenta de nuevo a Jesús enseñando uno de aquellos días. Han confluido de todas las aldeas (sinónimo de lugares dominados por una ideología avasalladora) de todo el país judío y, sobre todo, de la capital, Jerusalén, los fariseos y maestros de la Ley para contrarrestar la enseñanza liberadora de Jesús con sus enseñanzas legalistas.
Lucas después de contraponer ambas enseñanzas (la de Jesús y la de los maestros de la ley, también estaban sentados, en actitud magisterial), pone a Dios como valedor de las enseñanzas de Jesús.

Los focos de la escena se concentran sobre unos individuos que llevan en un catre a un hombre que estaba paralizado. La casa donde Jesús enseña, abarrotada de gente, es la casa de Israel, que cierra el paso, por el exclusivismo judío, a la entrada de los paganos. Pero los hombres libres no se inmutan. Abren una brecha en la azotea y descuelgan al paralítico, situándolo en el centro de la escena, al lado de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, se dirige al paralítico: Hombre, tus pecados quedan perdonados. La fe en Jesús de los hombres libres hace posible que el hombre inmovilizado por su pasado recupere la condición de hombre libre.

Entonces, los representantes de la Ley se alarman ante la actitud liberadora de Jesús, sin fronteras raciales ni religiosas, y lo tildan de blasfemo. ¿Quién puede perdonar pecados -refunfuñan- sino solo Dios? Es el principio que religa (vuelve a unir) al hombre con Dios... y que fundamenta su posición privilegiada de representantes de Dios.
Jesús invierte este principio. Después de dejar bien claro que la postración del hombre está en relación directa con su pasado de injusticia, formula un principio revolucionario: Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla, vete a tu casa.

Es el primer paso de la teología imperecedera de la liberación del hombre. Tampoco en esta ocasión integra Jesús al hombre en el grupo de discípulos, lo manda a su casa. Será la comunidad de discípulos la que recibirá el encargo de llevar esta buena noticia hasta los confines de la tierra.

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