DOMINGO V (OPCIÓN B)
LA UTOPÍA DEL REINO Y LA REALIDAD DE LA PAN
DEMIA
Elementos de un relato de milagro
Un relato de milagro consta generalmente de los
siguientes elementos:
a) Se
presenta al enfermo, subrayando a veces la gravedad de la enfermedad;
b) El
interesado u otra persona pide su curación;
c) Jesús
lo cura, a veces con solo su palabra, a veces con algún tipo de acción;
d) El
enfermo demuestra que ha sido curado; p. ej., el paralítico carga con su
camilla, el cojo da saltos.
Curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31)
29
Y enseguida, al salir ellos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa
de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e
inmediatamente le hablaron de ella. 31 Él se acercó, la cogió de la mano y la
levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
En este caso, el relato es extraordinariamente breve y
todo se cuenta con rapidez.
Quien lee este relato de Marcos no presta atención al
hecho de que la curación tenga lugar en sábado. Pero cuando se conocen los
otros evangelios, y se sabe que una de las acusaciones más fuertes contra Jesús
fue la de curar en sábado, el detalle adquiere mayor importancia.
La fiebre de la enferma no es de escasa importancia,
le obliga a guardar cama. Y el hecho de que se lo cuenten a Jesús significa que
le preocupa a la familia. Él no dice una palabra, se limita a tomarla de la
mano y levantarla. Para demostrar que se ha curado plenamente, se pone a
servirlos.
Una feminista radical estadounidense dedujo de este
detalle final que ni siquiera el evangelio libera a la mujer de su situación de
esclavitud a los varones. Pero es una visión demasiado estadounidense y actual
del relato. Lo que quiere decir Marcos no es que la mujer cristiana deba estar
al servicio del varón, sino que la suegra se curó plenamente.
Curaciones al atardecer (Mc 1,32-34)
32
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y
endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta.
34
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los
demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Al ponerse el sol termina el descanso sabático. La
gente puede caminar, comprar, etc., y aprovecha la ocasión para llevar ante
Jesús a todos los enfermos y endemoniados. En este contexto dice Marcos, casi
de pasada, que Jesús «expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían,
no les permitía hablar». Esta idea, que ya apareció en el relato del
endemoniado y que se repetirá en otros momentos, la presentó Wilhelm Wrede en 1901 como «el secreto
mesiánico». Jesús no quiere que la gente sepa desde el principio su
verdadera identidad, tienen que irla descubriendo poco a poco, escuchándolo y
viéndolo actuar.
No se dice cuánto tiempo dedicó a curar a muchos de
ellos. Se supone que hasta tarde. En Israel, como en todo el Mediterráneo, la
noche no cae de repente. Tampoco se dice dónde cenan Jesús y sus discípulos, ni
dónde se quedan a dormir. Los evangelios no son biografías ni se detienen en
detalles que consideran secundarios.
Jesús y sus colaboradores siguen proclamando el Reino
(1,35-39)
35
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar
solitario y allí se puso a orar.
36
Simón y sus compañeros fueron en su busca y, 37 al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
38
Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar
también allí; que para eso he salido».
39
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los
demonios.
La conducta de Jesús, levantándose de madrugada para
rezar, trae a la mente las palabras del Salmo 63: «¡Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo!». Estamos al comienzo
del evangelio, y Marcos indica algo que será una constante en la vida de Jesús:
su oración, el contacto diario e intenso con el Padre, del que saca fuerzas
para llevar adelante su misión.
Esta misión no se caracteriza por elegir lo cómodo y
fácil. En Cafarnaúm toda la gente pregunta por él, quiere verlo y escucharlo.
Sin embargo, él decide recorrer de nuevo toda Galilea. Ya lo había hecho solo,
cuando metieron a Juan en la cárcel. Ahora lo hace acompañado de los cuatro
discípulos. Y no solo predica, también expulsa demonios.
PRIMER LECTURA
El demonio de la depresión (Job
7,1-4.6-7)
La primera lectura, tomada del libro de Job, ha sido
elegida pensando en los enfermos a los que cura Jesús. Job pertenece al grupo
de los endemoniados, pero en sentido moderno. No se trata de que esté poseído
por un espíritu inmundo, sino de que se halla sumido en una profunda depresión.
No le
encuentra sentido a la vida,
la ve
como una carga insoportable,
una
noche que no se acaba,
un
futuro sin esperanza.
La solución le vendrá por un duro enfrentamiento con
Dios, que le obligará a salir de sí mismo, a abrir la ventana y contemplar las
maravillas que lo rodean, hasta terminar reconociendo humildemente que no puede
discutir con Dios ni culparlo de lo que le ocurre.
Relacionando esta lectura con el evangelio, parece
sugerir al deprimido: acude a Jesús, o que alguien te lleve a él. No te hablará
duramente, como Dios a Job, pero quizá te ayude a salir de ti mismo y a superar
tu depresión. Porque, como dice el Salmo de hoy: «Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas» (Sal 146,3).
SALMO
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados
Alabad al Señor,
que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
2 El Señor
reconstruye Jerusalén,
reúne a los
deportados de Israel;
3 Él sana los
corazones destrozados,
venda sus
heridas.
4 Cuenta el
número de las estrellas,
a cada una la
llama por su nombre.
5 Nuestro Señor
es grande y poderoso,
su sabiduría no
tiene medida.
6 El Señor
sostiene a los humildes,
humilla hasta el
polvo a los malvados.
«Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados
(Sal 146,1)
En las diversas y numerosas curaciones que ha contado
el evangelio, resulta extraño que nadie dé las gracias a Jesús. Ni la suegra de
Simón, ni su familia, ni los que acuden al ponerse el sol, ni los enfermos de
toda Galilea. Pasa haciendo el bien sin esperar recompensa.
Por eso es bueno que el Salmo nos invite a alabar al
Señor, reconociendo todo el bien que nos ha hecho. Este himno recoge motivos
muy diversos para alabar a Dios: empieza por la reconstrucción de Jerusalén y
la vuelta de los deportados, pero no pierde de vista a cada individuo, vendando
las heridas de los que tienen el corazón destrozado y sosteniendo a los humildes.
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