(II)
La mujer del perfume
(Mc 14,3-9)
El
evangelista Marcos introdujo el relato de la pasión con una escena un tanto desconcertante. No es fácil saber si estaba ya o no en el relato de la pasión
que él recibió de la tradición; en cualquier caso, para Marcos, la mujer del
perfume ofrece una clave imprescindible para comprender lo que ocurre a
continuación: la muerte de Jesús.
El problema más agudo de la historia de Jesús es por qué murió en la cruz. No nos referimos a cuáles fueron las causas de este final, sino al porqué de Dios.
¿No era posible otro final para Jesús?
¿No podía Dios haberse revelado de otro modo?
Ésta es, precisamente, la pregunta que quiere provocar Marcos: ¿qué ha visto la mujer en Jesús para entregar algo tan costoso de modo tan inútil? ¿Qué le ha hecho romper el frasco (no se contenta con abrirlo y vaciarlo) y derramarlo entero sobre Jesús?
Marcos no nos cuenta la respuesta de la mujer. Sólo nos plantea la pregunta. Es como si nos dijera: hasta que no sepas por qué la mujer ha hecho semejante estupidez, no podrás comprender lo que sigue, por qué Jesús ha muerto en la cruz.
Sin embargo, no es difícil intuir qué hay en el fondo de este relato: esta mujer ha descubierto que en Jesús hay algo por lo que merece la pena desgastar un año de la propia vida. Y lo que ha descubierto es, aparentemente, inútil.
Su pasión le ha llevado a una generosidad incomprensible, estúpida incluso.
Ha hecho algo que provocará el rechazo de los demás (los más sensatos); se ha arriesgado a la incomprensión y al rechazo por algo aparentemente inútil.
Algo le ha arrancado de su cotidianidad, de lo de siempre; Jesús le ha abierto una puerta que nadie comprende, pero que ella sabe que le trae una nueva dimensión a su vida: “Dondequiera que se proclame la Buena Noticia, en el mundo entero, se hablará también de lo que ella ha hecho para memoria suya”.
El problema más agudo de la historia de Jesús es por qué murió en la cruz. No nos referimos a cuáles fueron las causas de este final, sino al porqué de Dios.
¿No era posible otro final para Jesús?
¿No podía Dios haberse revelado de otro modo?
La
mujer del perfume ofrece una respuesta.
Marcos no nos ofrece ningún dato de la mujer; es cualquier mujer, cualquier lectora del evangelio. Sólo nos dice una cosa de ella, que nos revela lo más importante para Marcos: llevaba un frasco de perfume de unos 300 denarios y lo derrama en la cabeza de Jesús. 300 denarios es una cantidad astronómica (el sueldo de un año) y hace del gesto algo incomprensible y conmovedor: ¿cómo es posible gastarse el sueldo de un año en algo tan inútil cuando se le podía haber dado un uso mucho más práctico?
Marcos no nos ofrece ningún dato de la mujer; es cualquier mujer, cualquier lectora del evangelio. Sólo nos dice una cosa de ella, que nos revela lo más importante para Marcos: llevaba un frasco de perfume de unos 300 denarios y lo derrama en la cabeza de Jesús. 300 denarios es una cantidad astronómica (el sueldo de un año) y hace del gesto algo incomprensible y conmovedor: ¿cómo es posible gastarse el sueldo de un año en algo tan inútil cuando se le podía haber dado un uso mucho más práctico?
(Imagina que coges el sueldo de un año - 12 meses x 600 € =72.000 €- , te vas a la "Milla de oro" en Madrid y compras un perfume por ese valor.
Imagina lo que dirían de ti...)
Ésta es, precisamente, la pregunta que quiere provocar Marcos: ¿qué ha visto la mujer en Jesús para entregar algo tan costoso de modo tan inútil? ¿Qué le ha hecho romper el frasco (no se contenta con abrirlo y vaciarlo) y derramarlo entero sobre Jesús?
Marcos no nos cuenta la respuesta de la mujer. Sólo nos plantea la pregunta. Es como si nos dijera: hasta que no sepas por qué la mujer ha hecho semejante estupidez, no podrás comprender lo que sigue, por qué Jesús ha muerto en la cruz.
(Marcos dice "quebró el frasco y lo derramó sobre la cabeza". Esto nos conduce a la sangre derramada, al cuerpo entregado... totalmente. No quedo ni gota por derramar, por entregar)
Sin embargo, no es difícil intuir qué hay en el fondo de este relato: esta mujer ha descubierto que en Jesús hay algo por lo que merece la pena desgastar un año de la propia vida. Y lo que ha descubierto es, aparentemente, inútil.
Su pasión le ha llevado a una generosidad incomprensible, estúpida incluso.
Ha hecho algo que provocará el rechazo de los demás (los más sensatos); se ha arriesgado a la incomprensión y al rechazo por algo aparentemente inútil.
Algo le ha arrancado de su cotidianidad, de lo de siempre; Jesús le ha abierto una puerta que nadie comprende, pero que ella sabe que le trae una nueva dimensión a su vida: “Dondequiera que se proclame la Buena Noticia, en el mundo entero, se hablará también de lo que ella ha hecho para memoria suya”.
Jesús altera los valores porque mueve a una generosidad difícilmente explicable; Jesús lleva hasta el final su entrega porque sólo de ese modo se puede descubrir con toda su hondura el rostro de Dios.
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