(V) RELATOS Y ORACIONES DE SEMANA SANTA... Y PARA SIEMPRE
2.3. EL JUSTO QUE
MUERE INJUSTAMENTE
Esta
idea del Justo, que toma su modelo del salmo 22 (23), fue otra figura de
sentido que permitió a los primeros seguidores de Jesús explicarse por qué Jesús
murió en la cruz. Si el grito de Jesús en la cruz (Mc 15,34 y par.) fue
pronunciado por Jesús o es una relectura de sus seguidores es un tema que no
cambia el hecho de que el primer versículo de este salmo ("Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado") se
conservó y sirvió para dar sentido a su muerte.
Según
esta interpretación, Jesús, que no ha cometido falta, ha sido despreciado por
los injustos precisamente por ser justo.
Entre
los datos que el relato de la pasión y muerte de Jesús reflejan de esta figura
destacan la elección por parte de Dios y su sometimiento a la su voluntad, su
inocencia, su silencio, el abuso sobre él, el hecho de ser contado entre los
malhechores.
Como
al Justo del salmo, no se soporta a Jesús por su justicia. A primera vista,
parece que los justos fracasan mientras los injustos triunfan, pero eso no es
más que la apariencia de la realidad; en realidad Yahvé va a resarcir a los justos,
les va a reivindicar premiándoles definitivamente (Sal 22,20-31).
Desde
esta interpretación, la muerte de Jesús no sería más que el paso necesario para
la reivindicación posterior. Igualmente, cualquier justo perseguido
injustamente puede encontrar en Jesús el modelo de identificación, sentirse
reconfortado, y esperar que Yahvé le reivindique.
Esta
lectura no subraya especialmente el sufrimiento de Jesús, sino el hecho de
morir como justo a manos de los injustos, como el del Sal 22. Sin embargo, esta
muerte conllevaba un sufrimiento moral, precisamente por su injusticia, que se
abrió y confundió con otra figura más popular en el universo simbólico judío:
la del siervo sufriente de Yahvé.
2.4. EL SIERVO
SUFRIENTE
Esta
interpretación está basada en los cánticos del DeuteroIsaías (Is 40-55), un
autor del tiempo del exilio que proyectó el dolor y la esperanza del pueblo en
un personaje piadoso que servía como tipo de la situación de Israel; por el
rechazo y sufrimiento inocente del que fue objeto, cargó sobre sí las culpas de
todos y fueron perdonadas por Dios (cf. Is 53,2-12)28: "con sus heridas hemos sido curados"
(Is 53,5).
Esta
figura permitió al pueblo en el exilio interpretar el destierro y la suspensión
del culto, no solo como un castigo por los pecados acumulados, sino como una
oportunidad para que todos los pueblos viesen en ellos un modelo a seguir y se
unieran a Israel en el cargar los pecados de otros se solapa en gran medida con
la siguiente interpretación, la del sacrificio de expiación.
De
este modo, los primeros seguidores de Jesús utilizaron esta figura para
interpretar la muerte de Jesús como aquella que, precisamente por ser inocente
y dolorosa, cargó sobre sí el dolor y el sufrimiento de todos aquellos que
habían pecado y merecían la muerte. En este sentido se pueden entender las
alusiones a la "entrega" de
Cristo (por ejemplo: Rom 4,25 o 1 Cor 15,1-8)[1].
Vicariamente Jesús echaba sobre sí
toda esa carga y liberaba a todos de sufrir el castigo merecido por la muerte
de Jesús y por la infidelidad a Dios. Esta interpretación resultó bastante popular entre los primeros cristianos y se
incorporó con rapidez a los primeros relatos de la pasión de modo que resulta prácticamente
imposible separar en estas narraciones el hecho de su interpretación.
Así,
por ejemplo,
-
se
puede ver en el relato pre-marcano de la pasión, donde hay continuas alusiones al
AT que recogen esta lectura (cf. Mc 15,27-28 e Is 53,12).
-
Posteriormente,
la Primera carta de Pedro se centrará en esta figura para explicar la muerte de
Jesús como clave para entender el sufrimiento cristiano (lPe 2,21-25).
Esta
aceptación de una figura típicamente judía podría haber caído en desuso al
extenderse el grupo de seguidores por Roma, pero continuó, probablemente, por la
difusión de las teologías del sufrimiento en el abigarrado mundo cultural
grecorromano: ciertos cultos mistéricos pretendían, igualmente, explicar el sentido
del padecimiento mediante la analogía de algunos dioses como Isis y Osiris,
cuyo padecimiento y muerte se trocaba en el conocimiento del sentido de la vida
y en una vida tras la muerte.
La
idea del sufrimiento en general y de Jesús en particular, ha sido uno de los
aspectos más explotados en el arte (pintura, música, literatura, escultura,
cine, etc.) que, además de reflejar el impacto de esta interpretación, ha ejercido un notable influjo en la
pervivencia y preeminencia de esta lectura sobre otras.
2.5. EL SACRIFICIO DE
EXPIACIÓN
Esta
interpretación, tiene un gran parecido con la anterior, si bien el modelo es
ligeramente diferente.
En
Lv 16 se narra el sacrificio por los pecados del pueblo que tiene lugar el Yom Kippur,
Día de la Expiación, que todavía se celebra con mucha devoción por los judíos.
El
texto del Levítico narra cómo debe proceder el sumo sacerdote ese día; a un
cabrito le impone las manos para que de
este modo cargue con todos los pecados del pueblo y, así cubierto con ellos, se
le manda al desierto para que los haga desaparecer. A continuación se degollaba
un novillo con cuya sangre se asperjaba
la tapa del arca de la alianza (el hilasterion) que estaba en el Sancta Sanctorum
del templo. Esas gotas que salpicaban el arca de la alianza (así como otros
lugares del templo) servían como actos de purificación
que desprendían las impurezas de los espacios para hacerlos adecuados a Yahvé.
Es
muy importante el concepto de pureza para
entender el rito y su sentido: la santidad de Yahvé debe ser preservada a
toda costa y la vida de los hombres produce impureza consciente e
inconscientemente, de modo que la relación con Dios requiere de continuos actos
de purificación de personas y lugares para que se pueda dar el encuentro con
Dios. Esta idea no era del todo ajena a los cultos mistéricos griegos que
sirvieron de trasfondo en la extensión del cristianismo, por lo que esta
interpretación pervivió y encontró eco cultural en todo el Mediterráneo.
Esta
interpretación expiatoria aparece en textos como
-
Mt
26,26-28 (26 Mientras comían, Jesús tomó
pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y
les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo». 27 Después tomó el cáliz,
pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; 28 porque esta es mi
sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados)
-
Rom
3,24-26 ("Todos son justificados por el don de la gracia de Dios en
virtud de la redención realizada en Cristo Jesús a quien exhibió Dios como
instrumento de propiciación (expiación) por su propia sangre, mediante la fe, para
mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos
anteriormente"), donde la sangre de Jesús, especialmente en la cruz,
es interpretada como el vehículo ritual
para el perdón de los pecados.
Así,
esta interpretación que veía en la muerte de Jesús el verdadero sacrificio
abrió la puerta a la siguiente: Jesús como nuevo templo.
2.6. EL NUEVO TEMPLO
DE JERUSALÉN
Esta
lectura establece una analogía entre la muerte de Jesús y el final de la función
del templo de Jerusalén. El templo, siguiendo la interpretación anterior,
además de ser el único lugar en la tierra en el que habitaba Yahvé, era donde
se ofrecían sacrificios de expiación por los pecados personales y comunitarios.
Si
la sangre derramada en la muerte de Jesús tenía sentido expiatorio, los demás
sacrificios (como el que hemos mencionado antes de Lv 16) y el mismo templo
podrían quedar en entredicho, puesto que su función era precisamente esa, ofrecer
sacrificios para el perdón de los pecados.
En
el final del Evangelio de Marcos (Mc 15,33-39 33Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas
hasta la media tarde.
34Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: -Eloí,
Eloí, lamásabactaní. (Que significa. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?)
35 Algunos de los presentes, al oírlo, decían: -Mira, está llamando a Elía
36 Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre,
la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: -Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
37 Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.38El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39El centurión,
que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: Realmente este hombre
era Hijo de Dios. ),
la muerte de Jesús tiene dos consecuencias inmediatas:
-
primera,
la confesión del centurión, un pagano, que afirma: "verdaderamente éste es Hijo de Dios"
-
y,
segunda, el velo del templo se desgarra en dos.
En
el Evangelio de Marcos únicamente se desgarran dos cosas: el cielo en el
momento del bautismo (Mc 1,10) y el velo del templo en el momento de la muerte
(Mc 15,38). El verbo que utiliza Marcos es "desgarrarse"
(sjitzo en griego), es decir, se abre
de tal modo que ya no se puede volver a unir jamás. El cielo y el velo del
templo son en este relato las dos únicas cosas que separaban a Dios de los
hombres; sin embargo, como consecuencia de la actividad terrena de Jesús,
especialmente de su muerte en cruz, se han desgarrado y no se pueden volver a
unir más. La separación de judíos y paganos quedaba superada con la esperanza de
un nuevo templo abierto para todos, en el que nadie quedara excluido (Mc 11,17;
d. Is 56,7).
Esta
interpretación entiende que con Jesús el templo ha dejado de tener su función
como lugar en el que Yahvé habita y ya no es lugar para el verdadero culto (cf.
Jn 4,21-24).
Entre
los primeros cristianos se desarrolló la idea de un templo alternativo: el propio
grupo de creyentes, la comunidad. Así, Pablo muestra en Rom 12,1 que la
comunidad (ekklésia) es el nuevo
lugar de sacrificios, este vez no de animales o de sangre, sino de la vida del propio
creyente. Esta será una idea que desarrolle después la Carta a los Hebreos
extendiendo el concepto de una nueva alianza (cf. Heb 8,7-13)44.
2.7. EL CORDERO PASCUAL
Ésta
última interpretación, de nuevo, es en cierto modo desarrollo de la anterior,
aunque toma como modelo el acto ritual por antonomasia de la Pascua judía, el sacrificio y la comida del
cordero en familia (Dt 16,1-8). Así, por ejemplo, parece pensar Pablo
cuando establece una analogía entre Jesús y la comida de Pascua (1 Cor 5,7-8).
Sin embargo, quien más claramente establece esta relación es el Evangelio de Juan,
que hace morir a Jesús el día de la Preparación de los corderos (Jn 19,14.31.42)45.
Así, la interpretación que hace esta tradición subraya la función de Jesús en
la nueva Pascua.
Conclusión
Todas
estas interpretaciones reflejan, como se puede apreciar, una gran pluralidad;
todas intentaban responder al problema de la muerte de Jesús, su sentido y
significado. Todas ellas lograron incorporar la muerte de Jesús en el plan de
Dios; su muerte tenía un sentido en este contexto, había cumplido una función
salvífica.
De
este modo, los primeros seguidores de Jesús pudieron identificar a aquel Crucificado
con el Mesías y también identificar al Mesías esperado con aquel Crucificado.
Esta fue una originalidad del
cristianismo primitivo que no existía en el entorno del judaísmo y que tuvo
mucho calado e importancia; existían diferentes esperanzas mesiánicas, pero la convergencia
de la figura del Crucificado con la figura del Mesías de Yahvé resultaba una
respuesta original y atrevida. Esta identificación provocó una modificación de
las esperanzas mesiánicas de acuerdo con el acontecimiento de la cruz: releyeron el mesianismo a partir de la cruz.
Sin
embargo, aunque todas cumplieron una función muy importante, el hecho de que
proliferaran tantas apunta a la insuficiencia de cualquiera de ellas para
explicar todas las preguntas: cada una, a la vez que pretende responder al
sentido de la muerte de Jesús (¿quién fue Jesús y qué función tuvo su muerte?),
genera más preguntas y problemas, algunos de los cuales generarán muchas
discusiones. Por ejemplo:
-
qué
imagen de Dios desprende cada una de esas interpretaciones,
-
qué
consecuencias tiene cada una para la vida cotidiana de los seguidores,
-
qué
relación tiene con la tradición judía,
-
qué
lugar ocupan los paganos en el plan de Dios, etc.).
[1] Algunos autores ponen como base de
interpretación las palabras de Jesús en la “institución” de la Eucaristía desde
este Siervo sufriente.
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