sábado, 22 de agosto de 2015

SEMANA XXI TIEMPO ORDINARIO-- CICLO B
DOMINGO
(He puesto todo lo que parece en el "cuaderno" "CREYENTES Y DISCÍPULOS" que recoge texto del evangelio, comentario, oración y reflexión sobre los domingos del tiempo ordinario del Ciclo B..... Ver, pinchar en la ETIQUETA: LIBROS)

Juan 6,60-69
60Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
61Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os escandaliza?, 62¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? 63El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. 64Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. 65Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. 66Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
67Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos?
68Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; 69nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.

1.    COMENTARIO
Los discípulos han comprendido el sentido de las palabras de Jesús sobre comer su carne y beber su sangre. Jesús no busca gloria humana ni la promete a los suyos. No propone un mesianismo triunfal ni nacionalista, como lo esperaban sus contemporáneos. Seguir a Jesús no significa no sólo renunciar a toda ambición de poder, sino estar dispuesto a dar la propia vida por los demás.
Muchos de sus discípulos protestan contra estas exigencias de Jesús; las consideran excesivas. Interpretan su anunciada muerte como una debilidad y un fracaso y, en consecuencia, se niegan a seguirlo en esa entrega.
Jesús se da cuenta de lo que sucede y afronta la situación:
-          Jesús quiere hacerles comprender que una muerte como la suya no significa un final, no es un fracaso ni signo de debilidad, sino la máxima expresión del amor, única fuerza y creadora de vida.  La bajada a la muerte incluye la vuelta a la vida, subir adonde estaba antes.
-          Los términos carne y espíritu reflejan dos concepciones del hombre y, en consecuencia, de Jesús y de su misión.
o   La carne sola, sin fuerza ni amor, el hombre no acabado, es débil y sus iniciativas no llegan a término ni tienen permanencia.
o   El Espíritu es la fuerza del amor del Padre. Es vida y la comunica. Todos los que se asimilan vitalmente al Hijo del hombre reciben el Espíritu.
Al llegar la crisis va a manifestarse quiénes son los verdaderos seguidores. El Padre concede el encuentro con Jesús a los que han aprendido de él. El encuentro con Jesús se identifica con la acogida del Espíritu.
Los discípulos disidentes habían limitado su visión al horizonte de la carne, es decir, al hombre sin Espíritu; no pueden aceptar la propuesta de Jesús, que consideran excesiva para las fuerzas humanas.

A pesar de la explicación, la mayor parte abandona a Jesús definitivamente. La propuesta de renunciar a la ambición personal y estar dispuesto, en cambio, a un servicio sin reservas, provoca en ellos absoluto rechazo, ¿también vosotros queréis marcharos? En esta situación difícil, Jesús se dirige a los Doce. Este número aparece aquí por primera vez referido a los discípulos. Jesús está dispuesto a quedarse sin discípulos antes que renunciar a su línea. Para él no existe salvación para la humanidad fuera de la entrega por amor.  Otro proyecto, por brillante que parezca, deja al hombre en la mediocridad y, por lo mismo, termina en el fracaso.

La grave pregunta de Jesús suscita una reacción en el grupo de los Doce. En representación de todos (en plural), ¿a quién vamos acudir?, responde Simón Pedro. Los Doce comprenden que fuera de Jesús no hay vida. No hay otro que pueda tomar su puesto. Las exigencias de Jesús no son una doctrina que pueda separarse de su persona, pues en ellas expresa él su propia actitud. Ellas remiten a la plenitud que él posee, de la que los suyos pueden participar asimilándose a él.

2.    ORACIÓN
¿También vosotros queréis marcharos?
No me lo preguntes más, Jesús.
¿Qué sería de mí sin Ti?
No quiero ni pensarlo,
Aunque mi respuesta no sea absoluta, ni fiel, ni sincera,
como la de Pedro,
no quiero marcharme de ti.
No quiero otro pan,
ni otra carne,
ni otro vino,
ni otra sangre,
ni otras palabras que no sean las tuyas,
que no seas TÚ.

Sé que es fácil decirlo, escribirlo.
Quiero convertirlo en experiencia,
en estilo,
en opción,
en lealtad,
en seguimiento,
en hechos,
en gestos,
en vida.

Me pasará como a Pedro:
fallaré, renegaré,
seguiré con mi mentalidad triunfalista y espectacular,
continuaré con mi cabezonería,
me afirmaré en mi fidelidad aunque a la más mínima oportunidad te traicione,
me entrará el miedo,
me iré llorando.

Pero...
reclamaré que tú me has elegido,
me has invitado a seguirte,
has puesto tu confianza en mí,
que Tú me amas. 

3.    REFLEXIÓN
El final de este capítulo 6 de san Juan es "tremendo". Siempre me ha fascinado por varias razones: por la libertad de Jesús al plantear la pegunta, ¿también vosotros queréis marcharos?; por la respuesta de Pedro: ¿A quién vamos a acudir...? Y por el antes: muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Me identifico con cada momento, he pasado por cada situación: la intención de seguir adelante frente a tantas adversidades; la sensación de que los demás te quieren solo cuando están de acuerdo contigo; la duda de por dónde tirar, qué camino escoger, por qué estilo de vida optar y proponer; sentirme afectado porque muchos que pasan, se echan a atrás dejan de ir contigo, se acabaron las lealtades...  ¡Qué fácil es apoyar cuando pensamos que el otro tiene razón y qué difícil seguir cuando creemos que está equivocado! Pero he aquí la clave del discipulado.

Es el momento de tomar conciencia sobre qué es lo realmente importante en nuestra vida: ¿hacer cosas o transparentar la gloria de Dios? ¿Hasta qué punto la celebración de la Eucaristía se convierte en la fuente sana del Espíritu de Jesús que penetra en mí para vivir la vida de Jesús?
Es el momento de ser, de la identidad, del verdadero yo que no necesita imponerse o compararse, no necesita convencer a los demás, no siente la necesidad de irradiar siempre cordialidad y sosiego.

Es el momento de que la vida se convierta en Eucaristía. Pasar del rito a una forma nueva de vida, a un estilo de vida, a una actitud. Es la manera que tiene Cristo de transformar la vida vista como un castigo o el peso de una culpa a vivirla como una continua acción de gracias al Padre. De sentirnos deudores a sentirnos agradecidos, de vivir como víctimas a convertirnos en altar, de vivir comprando afectos a vivir compartiendo los dones que Dios nos ha dado, de descubrir las fuentes de la "eterna juventud" porque sin ti no hay palabras de vida en plenitud.
Es el momento de valorar la Eucaristía por lo que es, no por lo que me parece o me he acostumbrado. No es cuestión de necesidad, es cuestión de acoger a Cristo como Vida.     

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