domingo, 1 de enero de 2017

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BAUTISMO DEL SEÑOR







Mateo 3, 13-17 
13Por entonces viene Jesús desde Galilea al Jordán y se presenta a Juan para que lo bautice. 14Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? 15Jesús le contestó: Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia.
Entonces Juan se lo permitió.         
16Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. 17Y vino una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.

1.      COMENTARIO
13Por entonces viene Jesús desde Galilea al Jordán y se presenta a Juan para que lo bautice.
No se dice el pueblo (Nazaret), sino la región, Galilea. Mateo, después de los relatos de la infancia, nos presenta al Dios con nosotros (Mt 1,23), se llama Jesús, que quiere decir “Dios salva”. El Dios de Jesús está con nosotros salvándonos. Jesús pertenece a la esfera e Dios. Va a comenzar a efectuarse, a hacerse realidad la salvación, la pascua, de Dios. Dios va a conducir DE la esclavitud A la liberación por medio de Jesús.

Jesús aparece el solo: él es el comienzo de todo, el origen. San Mateo nos cuenta el proceso vital vivido por Jesús.
Se pone en la fila de los pecadores. El bautismo era símbolo de muerte, al pasado de injusticia. Y de vida: renacer a una nueva vida de justicia según la voluntad de Dios. Jesús se presenta como solidario con los pecadores que han renunciado a la injusticia y no se presenta como juez de los que no han renunciado a la injusticia.  Y, ¿esto es cumplir con toda justicia (v. 15)? La palabra justicia pertenece al vocabulario propio de Mateo y en su evangelio significa la sumisión fiel la voluntad de Dios. Jesús y el ser humano tienen que comprender que el proyecto y la voluntad de Dios es que el Mesías se haga solidario con los pecadores. Por eso llama Jesús, Dios salva de los pecados. Jesús está donde tiene que estar, en consonancia con su nombre. El texto hay que entenderlo en su contexto, no acudir a él con prejuicios ideológicos intentado buscar que diga lo que no dice.

El Mesías de Dios no es el juez que desde arriba se impone. Es el que viene del desierto a encontrase con los que han roto con los valores del mundo. Es el que se pone en la fila de los pecadores, de los que han confesado sus faltas. Es el que viene a traer un nuevo concepto de Dios y de su Mesías, que Juan ha de aceptar porque la esencia del creyente, del cual Jesús es modelo, es la justicia, la obediencia a la voluntad de Dios. Juan ha de aceptar a este Mesías. No es el triunfante y juez, sino el entregado por salvar a la humanidad.

14Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús llega a donde está Juan, este lo reconoce, pero no llega a bautizarle, sino a ser bautizado. Juan se desconcierta, soy yo el que tú me bautices… Es como si dijera: “Yo espero a un Mesías que viene a bautizar y su bautismo es un juicio. Yo espero a un Mesías con un hacha que tale todos los árboles con frutos malos. Yo espero un Mesías que separe el trigo del a paja, buenos de malos y a los malos los queme y destruya. Y, ¿vienes tú a ser bautizado, en la cola con todos, sin fuego ni hachas?”.

15Jesús le contestó: Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.      
Jesús insiste. El principal criterio de actuación es la voluntad de Dios, cumplamos con toda justicia, lo que Dios quiere: hacer una nueva humanidad, completar la primera creación, llevar al hombre a su plenitud, mostrar que la plenitud del ser humano es y está en Jesús. Pero, ¿qué es lo que realmente quiere Dios?
Ante Juan, el pueblo confiesa sus pecados. Ahora, Jesús es el que salva de los pecados. Salvación indica pascua: pasar de la muerte a la vida. Provocar, instaurar un nuevo orden en la humanidad, hacer realidad que la gente pase de las situaciones de muerte a la nueva situación de vida.

Para todo esto, el bautismo en Jesús supone la entrega total a la voluntad de Dios: ser solidario con los que sufren incluso hasta pasar por la muerte. Es un bautismo que expresa la aceptación de las consecuencias de una manera de vivir que incluye pasar por la muerte de cruz.

La gente se bautizaba para significar la muerte al pasado. Jesús se bautiza  para expresar su muerte en un futuro. No basta con denunciar la injusticia (bautismo de Juan), es necesario entregar, entregarse, hasta dar la vida (bautismo de Jesús en  el Espíritu), porque la vida fundamentalmente es un proceso de entrega.

16Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
En el mismo momento en que Jesús se bautiza, que acata la voluntad de Dios (descender hasta lo profundo), se producen una serie de signos internos, expresados de manera simbólica. Y así se han de interpretar:
·         Se abrieron los cielos. El cielo expresa la esfera de lo divino.
Se abrieron: la comunicación entre lo humano y lo divino nunca quedará interrumpida. Esto es para siempre. Hay una relación irresistible. El compromiso manifestado por Jesús en el gesto del bautismo establece para siempre la relación, el contacto, la comunicación fluida de vida entre Dios y los hombres. 
·         Y vio. Desde ese ámbito divino, Jesús ve bajar al Espíritu de Dios en forma de paloma. Vio no con los ojos físicos. Se trata de una experiencia de fe, de confianza, de relación. Es una experiencia personal de encuentro, que está en el inicio de toda experiencia religiosa divina y humana.  
·         Que el Espíritu de Dios. No se dice “Espíritu Santo” porque “santo” se refiere a la relación del Espíritu con la humanidad pecadora. Jesús nunca se ha separado de Dios ni está en duda su fidelidad a Dios. Jesús no necesita santificación. Espíritu de Dios alude al relato de la creación, el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas (Gén 1,2). En Jesús, la creación ha alcanzado su plenitud. Jesús posee la plenitud humana porque está lleno del Espíritu de Dios. En la medida que el ser humano se entrega vive en plenitud, poseído por el Espíritu, sucede una nueva creación. En el Espíritu está la clave. Jesús posee la plenitud humana, es el hombre acabado, y por eso, es el Hijo de Dios. Cuanto más  humano “mas” hijo de Dios.
·         Bajaba como una paloma. Es la figura de un ave que vuela sobre su nido. No es una paloma, sino como. Se elige la paloma por la atracción irresistible que tiene por el nido… Como la atracción irresistible que tiene Dios por el ser humano que se entrega.
·         Y se posaba sobre él. Es una alusión al profeta Isaías (11,1-5; 42,1-7ss). Es una expresión aplicada al Siervo de Yahvé. Ese Siervo es Jesús, cuya misión es la liberación pascual, el paso de la opresión a la libertad. Es una misión universal, de todos y cada uno de los bautizados.   
En correspondencia con esta experiencia visual, también hay una experiencia auditiva. 

17Y vino una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.
He aquí la respuesta de Dios. La expresión de la voluntad/justicia de Dios, expresada a través de imágenes y símbolos que es preciso interpretar:
·         Y vino una voz del cielo. Expresa lo “visto” por Jesús.
·         Este es mi hijo. Es una mención al Sal 2,7, salmo mesiánico. Jesús es el Mesías/rey que esperaban y cantaban los Salmos.
·         Amado. Referencia a Gén 22,2. Pasaje en el que Dios pide a Abraham el sacrificio de su único hijo, a Isaac, al que quiere. Jesús es el Mesías-rey, pero su reinado es por la entrega total.  
·         En quien me complazco. Indica a Is 42,2. En los que se recitan los cantos del Siervo: el camino del Mesías no es el triunfo, el honor y la gloria, sino lo contrario. El Dios de Jesús acepta la forma y el estilo de vida elegido por Jesús para llevar a cabo su misión.

En general, podemos decir que la escena representa Jesús como el Mesías. El Espíritu lo capacita para su misión liberadora y universal. Es la respuesta de Dios al compromiso hecho por Jesús para vivir entregándose a los demás, fuente de plenitud del ser humano. Este acto de entrega lleva al hombre a su plenitud y a la vivencia de su condición divina. Lo que nos hace ser hijos de Dios es la fuerza del Espíritu que habita en nosotros y que nos empuja a entregarnos a los demás. Lo importante es que nosotros seamos Mesías para los demás. El Padre nos hace hijos cuanto nos entregamos. El evangelio nos enseña que la entrega total es el camino de la liberación. La vida es un camino de entrega. Al final, entregamos todo, hasta la vida. La vida es un proceso de entregar-se. 

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