MIÉRCOLES
17 DE ENERO
Marcos 3,1-6
3 1Entró otra vez en la sinagoga y había
allí un hombre que tenía una mano paralizada. 2Lo estaban
observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
3Entonces le dice al hombre que tenía la mano
paralizada: Levántate y ponte ahí en medio. 4Y a ellos les pregunta:
¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a
un hombre o dejarlo morir? Ellos callaban. 5Echando en torno una
mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la
mano. La extendió y su mano quedó restablecida. 6En cuanto salieron,
los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.
7Jesús se
retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre
de Galilea.
COMENTARIO
Jesús continúa con su tarea liberadora.
Este episodio, como el 3.1 tiene
lugar en la sinagoga de Cafarnaún, en el centro de la institución judía. La
expectación ante la presencia de Jesús es máxima. En la sinagoga se encuentran los fariseos, estrictos observantes de
la ley, y fuera de ella, los herodianos,
representantes del poder político, partidarios del rey Herodes.
Lo
que está en juego es si Jesús cura o no en sábado. Observar el sábado era uno
de los pilares de la religión judía junto con el templo y la fiesta de la
Pascua. La no observación del sábado implicaba la expulsión o excomunión de la
institución judía, y en casos extremos, la condena a muerte.
3 1Entró otra vez en la sinagoga y había
allí un hombre que tenía una mano paralizada.
Jesús entra en la sinagoga
de Cafarnaún. Esta vez no entra para enseñar ni para proclamar la Buena Noticia
sino con el objetivo de realizar un último esfuerzo dirigido a los fariseos
para iluminarles y proponerles salir del error en el que viven.
El evangelista Marcos nos
describe, a través de la liberación del hombre con el brazo atrofiado, símbolo
de la incapacitación producida por haber colocado la ley por encima de la
persona, como Jesús va a romper definitivamente con la institución y los
dirigentes de Israel.
En aquella sinagoga, se
encontraba un hombre, que como en los
episodios anteriores, no tiene nombre y además tiene una mano paralizada. El
hecho que no tenga nombre nos dice que representa y es símbolo de todos
aquellos que viven sometidos, paralizados, marginados, sin libertad de acción y
movimiento por la manera de vivir la antigua alianza.
La mano/el brazo es símbolo de la actividad, de la iniciativa y
creatividad de la persona; paralizada,
quiere decir que no es de nacimiento, sino falta de desarrollo. La invalidez ha
sido adquirida, no es natural.
2Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado
y acusarlo.
Los fariseos estaban observando/ “al acecho”. Siguen
obsesionados en su postura intransigente. Necesitan una prueba para denunciar a
Jesús y se valen de la presencia de este hombre. No se oponen a que Jesús sane,
quieren comprobar si se atreve a hacerlo en sábado y en su presencia. Si Jesús
se salta la ley del sábado aunque sea a favor de la sanación de la persona,
esta acción será su condena, y así sucesivamente, hasta llegar al final del
relato: la muerte en Cruz.
3Entonces le dice al hombre que tenía la mano
paralizada: Levántate y ponte ahí en medio.
Jesús ordena al hombre, representante del
pueblo/humanidad que se levante y se
ponga en el centro, en medio. En el
centro de su misión, Jesús ha puesto la liberación del oprimido social y
religiosamente. El hombre obedece y se
pone en pie, resucita en sentido
figurado, se levanta de su postración y sumisión a la ley, y ocupa su lugar
propio: el centro.
4Y a ellos les pregunta: ¿Qué está permitido en
sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo
morir? Ellos callaban.
Jesús, libremente, se
dirige a los fariseos haciendo una pregunta con el fin de manifestar la
contradicción en la que viven. La pregunta no necesita de más explicaciones. Hacer
bien es igual a salvar una vida, hacer daño es igual a matar. ¿Qué está permitido –hacer- en sábado? La respuesta parece que solo
es una. Toda norma, incluida la del sábado, que admita hacer el bien, es buena,
digna de obediencia. Y toda norma, que haga daño o impida hacer el bien es
mala, sea civil o religiosa. Este es el designio de Dios.
5Echando en torno una mirada de ira y dolido por la
dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la mano. La extendió y su mano
quedó restablecida.
Ante la cerrazón/fanatismo
de los fariseos, Jesús continúa hablando y actuando, y, al mismo tiempo, se
siente conmovido por la cerrazón de los fariseos. Para ellos también ha venido.
Jesús mira con ira (mejor, sería
decir tristeza), y se siente dolido por
la cerrazón farisea y por la deteriorada situación en la que se encuentra el
pueblo.
Jesús ordena al hombre que extienda la mano, es decir, que recupere
la capacidad de iniciativa, de movilidad, de libertad frente a esta manera de
pensar y de vivir. Al pronunciar estas palabras, Jesús está arriesgando su vida
al violar la ley sagrada del sábado.
El hombre/pueblo hace
inmediatamente lo que realiza Jesús y la mano queda restablecida,
des-atrofiada. No era de nacimiento, no era algo irreversible sino adquirido.
Lo que libera al hombre/pueblo es la Palabra de Jesús, sin ella no hay
curación, y al mismo tiempo, sin la aceptación de Jesús por parte del
hombre/pueblo tampoco.
6En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con
los herodianos para acabar con él.
7Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar
y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Es la ruptura definitiva
entre Jesús y la institución judía.
La reacción de los fariseos
es inmediata. Como si les hubiera faltado tiempo para reunirse con los
herodianos y conspirar contra Jesús. Hiciera lo que hiciera Jesús la decisión
estaba tomada de antemano. No hay cambio, no hay conversión.
Jesús
decide retirarse a la orilla del mar.
Abandona el lugar, ha roto definitivamente con el judaísmo, se va camino de los
paganos para seguir anunciando el Evangelio. Está fuera de la “casa de Israel”.
A partir de ahora se acercará solamente a aquellos israelitas que hayan roto
con la institución oficial o se sientan marginados por la misma. Y, a su vez,
sus adversarios no dejarán de seguir buscando razones para ir contra Él hasta
conseguir darle muerte.
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