DOMINGO.
BAUTISMO DEL SEÑOR
Marcos 1,7-11
7 Y
Juan proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco
agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he
bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
9Y sucedió que por aquellos días
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10Apenas
salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como
una paloma. 11Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo
amado, en ti me complazco.
COMENTARIO
7Y
proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco
agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he
bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Juan no se considera
protagonista, anuncia la llegada de otro superior a él, que el lector
identifica con Jesús. Será superior a él en fuerza, pues poseerá la plenitud
del Espíritu; también en su misión, que consistirá en fundar un nuevo pueblo,
una sociedad nueva (nueva alianza), pues el papel de Esposo, propio de Dios en
el AT (Os 2,4ss; Is 54,62; Jr 2; Ez 10), corresponde ahora a Jesús (cf. 2,19s);
así lo supone la frase no soy quién para... desatarle la correa de las
sandalias, que alude a la ley judía del levirato: quitar la sandalia
significaba apropiarse del derecho de esposo (cf. Rut 3,5-11). La actividad del
Mesías consiste en infundir el Espíritu (cf. Is 44,3-5; Ez 36,26-28), que
potencia y consagra al hombre (Santo/ santificador): el hombre
nuevo será el fundamento y el artífice de la nueva sociedad, etapa terrena del
reino de Dios.
9Y
sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue
bautizado por Juan en el Jordán.
En aquellos días es una
fórmula usada por los profetas para anunciar la nueva alianza Jr 31,31.33) o la
efusión del Espíritu (Jl 3,2), señalando la época del cumplimiento de las
promesas. Mc presenta a Jesús, el protagonista del evangelio: llega de
Nazaret, un pueblo perdido de la región más nacionalista de
Galilea.
Con su bautismo manifiesta
Jesús su apoyo al movimiento suscitado por Juan y a su exhortación al cambio de
vida, mostrando su compromiso por la eliminación de la injusticia. Su bautismo,
sin embargo, no significa, como el de la multitud, una muerte al pasado (no hay
confesión de pecados), sino un compromiso de entrega por el bien de la
humanidad, que incluye la disposición a dar la vida por procurarlo (cf.
10,38s).
10Apenas
salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como
una paloma.
El compromiso de Jesús,
expresión de su amor sin medida a la humanidad, provoca inmediatamente una
respuesta celeste, que el evangelista describe con rasgos figurados. Ante todo,
se rompe la frontera entre el mundo divino y el humano y, en la persona de
Jesús, se establece la plena y permanente comunicación entre Dios y el
hombre (rasgarse el cielo).
Dios comunica a Jesús la
plenitud de su vida/fuerza, el Espíritu, que constituye la
unción mesiánica (cf. Is 11,9s; 42,1-4; 61, ls). La paloma remite
a la primera creación (Gn 1,2: «el Espíritu del Señor se cernía sobre las
aguas»): el Espíritu termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana
al conferirle la condición divina: el Mesías ungido es el Hombre-Dios.
La experiencia interna de Jesús
se formula de dos maneras: en términos de visión (vio al
Espíritu...) y en términos de audición (11: una voz del
cielo).
11Se
oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
La voz del cielo explicita los
efectos de la bajada del Espíritu: declara a Jesús «el Hijo de Dios», es decir,
el rey Mesías (cf. Sal 2,7), «el amado», como el nuevo Isaac, cuya entrega
acepta el Padre (cf. Gn 22,2), y el que es objeto del favor divino (en
ti he puesto mi favor), como se dijo en otro tiempo del Servidor de
Dios (Is 42,1), con misión universal (Is 49,1-13), que daba su vida para
realizarla (Is 50,4-9; 51,1-8; 52,13-53,12).
La escena describe así la
investidura mesiánica de Jesús, pero es la de un Mesías muy diferente del «hijo
sucesor de David» esperado por el pueblo judío (10,47s; 11,9s; 12,35-37). Ha
llegado el que es más fuerte que Juan (1,7).
*****
7Y
proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco
agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he
bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Juan
no se considera protagonista, anuncia la llegada de otro superior a él, que el
lector identifica con Jesús. Será superior a él en fuerza, pues poseerá la
plenitud del Espíritu; en su misión, que consistirá en fundar un nuevo pueblo,
una sociedad nueva/nueva alianza ( Mc 14,24),
pues
el papel de Esposo, propio de Dios en el AT (Os 2,4ss; Is 54,62; Jr 2; Ez 10),
corresponde ahora a Jesús (2,19s); así lo supone la frase no soy quién para ... desatarle la correa de las sandalias, que
alude a la ley judía del levirato: quitar la sandalia significaba apropiarse
del derecho de esposo (Rut 3,5-11)(si el esposo auténtico renunciaba a fecundar
, perdería su derecho y le desataban las sandalias y el que se lo desataba
adquiría el derecho. Aquí: Dios no renuncia a fecundar al ser humano sino que
es el único que tiene fuerza para hacerlo. El auténtico precursor sabe esto y
lo proclama. La antigua alianza es estéril, solo el que viene (Jesús), es capaz
de llenarnos de vida, fecundarnos y no renuncia a su derecho de hacerlo.
La
actividad del Mesías consiste en infundir el Espíritu (Is 44,3-5; Ez 36,26-28):
-
equivale a viento, aliento de vida y por tanto es
sinónimo de Dios (el que me hace vivir)
-
es
el único que puede transformar, fecundar, llevar a plenitud al ser humano.
-
que
potencia y consagra al hombre (Santo/
santificador) (a esto se le llama bautismo) el hombre nuevo será el
fundamento y el artífice de la nueva sociedad, etapa terrena del reino de Dios.
9Y
sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue
bautizado por Juan en el Jordán.
Aparece
Jesús, el anunciado por Juan. Consciente de su misión mesiánica, expresa en el
bautismo su compromiso con la humanidad y recibe la investidura para su misión,
el Espíritu, que, al conferirle la condición divina, realiza su plenitud
humana.
Impulsado
por el Espíritu, Jesús entra en la sociedad judía, figurada por «el desierto».
Por entonces//en
aquellos días es
una fórmula usada por los profetas para anunciar la nueva alianza ar 31,31.33)
o la efusión del Espíritu al 3,2), señalando la época del cumplimiento de las
promesas. Mc presenta a Jesús, el protagonista del evangelio: llega de Nazaret,
un pueblo perdido de la región más nacionalista de Galilea.
Con
su bautismo manifiesta Jesús su apoyo al movimiento suscitado por Juan ya su
exhortación al cambio de vida, mostrando su compromiso por la eliminación de la
injusticia.
Su
bautismo, sin embargo, no significa, como el de la multitud, una muerte al
pasado (no hay confesión de pecados), sino un compromiso de entrega por el bien
de la humanidad, que incluye la disposición a dar la vida por procurarlo (10,
38s).
El
compromiso de Jesús, expresión de su amor sin medida a la humanidad, provoca
inmediatamente una respuesta celeste, que el evangelista describe con rasgos
figurados.
Ante
todo, se rompe la frontera entre el mundo divino y el humano y, en la persona
de Jesús, se establece la plena y permanente comunicación entre Dios y el
hombre (rasgarse el cielo).
10Apenas
salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como
una paloma.
Dios
comunica a Jesús la plenitud de su vida/ fuerza, el Espíritu, que constituye la
unción mesiánica (d. Is l1,9s; 42,1- 4; 61,ls).
La
paloma remite a la primera creación (Gn 1,2: «el Espíritu del Señor se cernía sobre las aguas»): el Espíritu
termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana al conferirle la
condición divina: el Mesías ungido es el Hombre-Dios.
La
experiencia interna de Jesús se formula de dos maneras:
-
en términos de visión (vio al Espíritu
... )
-
y en términos de audición (una voz del
cielo).
11Se
oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
La
voz del cielo explicita los efectos de la bajada del Espíritu:
·
declara
a Jesús el Hijo de Dios, es decir, el
rey Mesías (Sal 2,7), el amado, como
el nuevo Isaac;
·
cuya
entrega acepta el Padre (Gn 22,2);
·
y
el que es objeto del favor divino, en ti
me complazco, como se dijo en otro
tiempo del Servidor de Dios (Is 42,1);
·
con
misión universal (Is 49,1-13), que daba su vida para realizarla (Is 50,4-9;
51,1-8; 52,13-53,12).
La
escena describe así la investidura mesiánica de Jesús, pero es la de un Mesías
muy diferente del «hijo / sucesor de David» esperado por el pueblo judío
(10,47s; l1,9s; 12,35-37). Ha llegado el que es más fuerte que Juan (1,7).
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