viernes, 5 de enero de 2018

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DOMINGO. 

BAUTISMO DEL SEÑOR

Marcos 1,7-11
7 Y Juan proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
9Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como una paloma. 11Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

COMENTARIO
7Y proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Juan no se considera protagonista, anuncia la llegada de otro superior a él, que el lector identifica con Jesús. Será superior a él en fuerza, pues poseerá la plenitud del Espíritu; también en su misión, que consistirá en fundar un nuevo pueblo, una sociedad nueva (nueva alianza), pues el papel de Esposo, propio de Dios en el AT (Os 2,4ss; Is 54,62; Jr 2; Ez 10), corresponde ahora a Jesús (cf. 2,19s); así lo supone la frase no soy quién para... desatarle la correa de las sandalias, que alude a la ley judía del levirato: quitar la sandalia significaba apropiarse del derecho de esposo (cf. Rut 3,5-11). La actividad del Mesías consiste en infundir el Espíritu (cf. Is 44,3-5; Ez 36,26-28), que potencia y consagra al hombre (Santo/ santificador): el hombre nuevo será el fundamento y el artífice de la nueva sociedad, etapa terrena del reino de Dios.

9Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
En aquellos días es una fórmula usada por los profetas para anunciar la nueva alianza Jr 31,31.33) o la efusión del Espíritu (Jl 3,2), señalando la época del cumplimiento de las promesas. Mc presenta a Jesús, el protagonista del evangelio: llega de Nazaret, un pueblo perdido de la región más nacionalista de Galilea.
Con su bautismo manifiesta Jesús su apoyo al movimiento suscitado por Juan y a su exhortación al cambio de vida, mostrando su compromiso por la eliminación de la injusticia. Su bautismo, sin embargo, no significa, como el de la multitud, una muerte al pasado (no hay confesión de pecados), sino un compromiso de entrega por el bien de la humanidad, que incluye la disposición a dar la vida por procurarlo (cf. 10,38s).

 10Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como una paloma.
El compromiso de Jesús, expresión de su amor sin medida a la humanidad, provoca inmediatamente una respuesta celeste, que el evangelista describe con rasgos figurados. Ante todo, se rompe la frontera entre el mundo divino y el humano y, en la persona de Jesús, se establece la plena y permanente comunicación entre Dios y el hombre (rasgarse el cielo).
Dios comunica a Jesús la plenitud de su vida/fuerza, el Espíritu, que constituye la unción mesiánica (cf. Is 11,9s; 42,1-4; 61, ls). La paloma remite a la primera creación (Gn 1,2: «el Espíritu del Señor se cernía sobre las aguas»): el Espíritu termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana al conferirle la condición divina: el Mesías ungido es el Hombre-Dios.
La experiencia interna de Jesús se formula de dos maneras: en términos de visión (vio al Espíritu...) y en términos de audición (11: una voz del cielo).

11Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
La voz del cielo explicita los efectos de la bajada del Espíritu: declara a Jesús «el Hijo de Dios», es decir, el rey Mesías (cf. Sal 2,7), «el amado», como el nuevo Isaac, cuya entrega acepta el Padre (cf. Gn 22,2), y el que es objeto del favor divino (en ti he puesto mi favor), como se dijo en otro tiempo del Servidor de Dios (Is 42,1), con misión universal (Is 49,1-13), que daba su vida para realizarla (Is 50,4-9; 51,1-8; 52,13-53,12).
La escena describe así la investidura mesiánica de Jesús, pero es la de un Mesías muy diferente del «hijo sucesor de David» esperado por el pueblo judío (10,47s; 11,9s; 12,35-37). Ha llegado el que es más fuerte que Juan (1,7).


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7Y proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Juan no se considera protagonista, anuncia la llegada de otro superior a él, que el lector identifica con Jesús. Será superior a él en fuerza, pues poseerá la plenitud del Espíritu; en su misión, que consistirá en fundar un nuevo pueblo, una sociedad nueva/nueva alianza ( Mc 14,24),
pues el papel de Esposo, propio de Dios en el AT (Os 2,4ss; Is 54,62; Jr 2; Ez 10), corresponde ahora a Jesús (2,19s); así lo supone la frase no soy quién para ... desatarle la correa de las sandalias, que alude a la ley judía del levirato: quitar la sandalia significaba apropiarse del derecho de esposo (Rut 3,5-11)(si el esposo auténtico renunciaba a fecundar , perdería su derecho y le desataban las sandalias y el que se lo desataba adquiría el derecho. Aquí: Dios no renuncia a fecundar al ser humano sino que es el único que tiene fuerza para hacerlo. El auténtico precursor sabe esto y lo proclama. La antigua alianza es estéril, solo el que viene (Jesús), es capaz de llenarnos de vida, fecundarnos y no renuncia a su derecho de hacerlo. 

La actividad del Mesías consiste en infundir el Espíritu (Is 44,3-5; Ez 36,26-28):
-          equivale  a viento, aliento de vida y por tanto es sinónimo de Dios (el que me hace vivir)
-          es el único que puede transformar, fecundar, llevar a plenitud al ser humano.
-          que potencia y consagra al hombre (Santo/ santificador) (a esto se le llama bautismo) el hombre nuevo será el fundamento y el artífice de la nueva sociedad, etapa terrena del reino de Dios.

9Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Aparece Jesús, el anunciado por Juan. Consciente de su misión mesiánica, expresa en el bautismo su compromiso con la humanidad y recibe la investidura para su misión, el Espíritu, que, al conferirle la condición divina, realiza su plenitud humana.
Impulsado por el Espíritu, Jesús entra en la sociedad judía, figurada por «el desierto».

Por entonces//en aquellos días es una fórmula usada por los profetas para anunciar la nueva alianza ar 31,31.33) o la efusión del Espíritu al 3,2), señalando la época del cumplimiento de las promesas. Mc presenta a Jesús, el protagonista del evangelio: llega de Nazaret, un pueblo perdido de la región más nacionalista de Galilea.

Con su bautismo manifiesta Jesús su apoyo al movimiento suscitado por Juan ya su exhortación al cambio de vida, mostrando su compromiso por la eliminación de la injusticia.
Su bautismo, sin embargo, no significa, como el de la multitud, una muerte al pasado (no hay confesión de pecados), sino un compromiso de entrega por el bien de la humanidad, que incluye la disposición a dar la vida por procurarlo (10, 38s).

El compromiso de Jesús, expresión de su amor sin medida a la humanidad, provoca inmediatamente una respuesta celeste, que el evangelista describe con rasgos figurados.
Ante todo, se rompe la frontera entre el mundo divino y el humano y, en la persona de Jesús, se establece la plena y permanente comunicación entre Dios y el hombre (rasgarse el cielo).

10Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como una paloma.
Dios comunica a Jesús la plenitud de su vida/ fuerza, el Espíritu, que constituye la unción mesiánica (d. Is l1,9s; 42,1- 4; 61,ls).
La paloma remite a la primera creación (Gn 1,2: «el Espíritu del Señor se cernía sobre las aguas»): el Espíritu termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana al conferirle la condición divina: el Mesías ungido es el Hombre-Dios.

La experiencia interna de Jesús se formula de dos maneras:
- en términos de visión (vio al Espíritu ... )
- y en términos de audición (una voz del cielo).


11Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
La voz del cielo explicita los efectos de la bajada del Espíritu:
·         declara a Jesús el Hijo de Dios, es decir, el rey Mesías (Sal 2,7), el amado, como el nuevo Isaac;
·         cuya entrega acepta el Padre (Gn 22,2);
·         y el que es objeto del favor divino, en ti me complazco,  como se dijo en otro tiempo del Servidor de Dios (Is 42,1);
·         con misión universal (Is 49,1-13), que daba su vida para realizarla (Is 50,4-9; 51,1-8; 52,13-53,12).


La escena describe así la investidura mesiánica de Jesús, pero es la de un Mesías muy diferente del «hijo / sucesor de David» esperado por el pueblo judío (10,47s; l1,9s; 12,35-37). Ha llegado el que es más fuerte que Juan (1,7). 

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