domingo, 29 de abril de 2018

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DOMINGO


Juan 15,9-11

1.      TEXTO
9Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
12Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo siervos: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto os mando: que os améis unos a otros.

2.      COMENTARIO
El texto es continuación del domingo anterior. Recordamos que estamos en los postres de la cena de despedida. Solo queda tiempo para lo esencial. No hay tiempo para florituras ni frivolidades. Por eso, este evangelio es fundante: el amor. Y tengamos en cuenta que estos textos están justamente antes del relato de la Pasión.
Jesús parte de una convicción que ha orientado su vida: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. ¿Cuál esla fuente del amor, dónde está el centro? En el amor del Padre que ama a Jesús y que, asu vez, Él ha transmitido a todos. La fuente inagotable del amor está en el Padre. Si los discípulos se sienten seguidores de Jesús es a consecuencia del amor recibido. Se han sentido amados por el amor que proviene del Padre.

Como Jesús se siente amado por el Padre, así los discípulos pueden sentirse queridos por Jesús para amar a los demás. Jesús no habla de cualquier tipo de amor, sino de un amor a su estilo: amor de entrega, de servicio, (acababa de lavar los pies a los discípulos), de aceptación incondicional, de tolerancia, a pesar de intuir el abandono y la traición.

Esta forma de amar es la que produce alegría en Jesús. Es un amor que no busca la recompensa, la valoración del otro que no depende de sí mismo. Es un amor de amistad: hace iguales, no hay siervos ni señores, pues el amor tiene la propiedad de identificar a las personas sin distinción de rangos ni dependencias. Esta amistad no tiene límites, hace que la persona entregue hasta el último hálito de vida.

Termina Jesús sus palabras dejando claro que la iniciativa es suya, insistiendo en el fruto, como el domingo pasado. ¿De qué vale el amor sino se manifiesta en la práctica, si se queda encerrado en uno mismo, sino afecta a los demás, especialmente a los que más lo necesitan? El discípulo ha de recorrer el mismo camino que Jesús, hacia la meta del Padre, en su entrega a los demás. Solo este amor puede engendrar valores tan importantes como la libertad, la creatividad, la amistad.

Puede parecer demasiado bonito o ideal y, por tanto, difícil de cumplir o vivir. No olvidemos que la fuente de ese amor es Jesús. El proceso consiste en experimentar el amor de Jesús para poder amar a los demás y a uno mismo. Jesús no pide imposibles, ni perfectos ni formar una élite. Jesús expresa un estilo de vida que Él encarnó y llevó hasta las últimas consecuencias. Y sobre todo, le hizo ser y vivir de manera feliz, como el Padre es feliz.
A este amor, los católicos lo hemos llamado Espíritu Santo. Es una buena descripción decir que es el amor del Padre y del Hijo hecho persona, un amor que se hace vida, un amor que engendra a una Persona.

3.      PARA LA ORACIÓN
Gracias Jesús por permanecer en nosotros.
Gracias por tu amor sin límites,
por no considerarme siervo, sino amigo,
por quererme y tratarme como amigo,
por tu palabra que permanece en mí,
por tu alegría que nos conduce a la plenitud,
por entregar la vida por mí,
porque me quieres más allá de mis pecados.

Gracias por elegirnos,
por fijarte en nosotros,
por confiar en nosotros,
por destinarnos a dar vida,
a dar frutos de vida.

Gracias por cambiarnos la imagen de Dios,
al que podemos acercarnos como a nuestro Padre,
que lo es. 
Gracias Jesús.
Gracias por tanto amor.
SEMANA V DE PASCUA

SÁBADO 5 DE MAYO

Juan 15,18-21
18Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. 19Si fuerais del mundo, el mundo os amar como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. 20Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardan la vuestra. 21Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

COMENTARIO
El mundo, designa el sistema basado en el poder y en la opresión. En el evangelio se identifica con la institución religiosa, que tenía su centro en Jerusalén. Dentro de la perspectiva de la misión de Jesús, con esta expresión se incluye a todo sistema injusto.
El odio del que habla Jesús es el que siente hacia la luz que lo denuncia por actuar en contra de la persona. Precisamente, el mundo odia a Jesús por la denuncia que hace de su modo de obrar (Jn 7,7). El favor o la desgracia ante el mundo dependen de la aceptación o no de sus valores. El mundo exige que los individuos se integren en él, acomodándose a sus principios y no haciendo caso de su injusticia.

Al optar por Jesús, los discípulos han roto con el mundo, y la elección o acogida de Jesús los ha sacado de él. Éste es el éxodo al que Jesús invita: el paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. Por eso el mundo día a los discípulos como odia a Jesús.

Jesús repite la primera parte del proverbio que había citado con ocasión del lavado de los pies (Jn 13,16). La persecución es la consecuencia inevitable de poner la vida al servicio de los otros. La actitud de los partidarios del mundo ante Jesús y los suyos es la sospecha. Mejor que guardar la palabra es traducirlo por sospechar. El mensaje que propone una alternativa los irrita y los alarma, temen perder sus adeptos.

Los dirigentes se han negado a reconocer que Jesús era el enviado del Padre; han creado una imagen falsa de Dios y por eso se oponen al verdadero. El que ellos adoran se hace cómplice de la opresión, puesto que en su nombre ejercen el dominio. No pueden tolerar 
SEMANA V DE PASCUA

VIERNES, 4 DE MAYO 


Juan 15,12-17
12Este es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros sois mis amigo si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo siervo: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto os mando: que os améis unos a otros.

COMENTARIO
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo os he amado. El mandamiento que constituye la comunidad y le da su identidad, es, al mismo tiempo, el fundamento de la misión. No se puede proclamar el mensaje del amor si no es apoyado en su experiencia. Y donde no existe comunidad de amor mutuo como alternativa a la sociedad injusta, no puede haber misión.

Señala Jesús cuál es la cima del amor a los amigos, dar la propia vida por ellos. A continuación explica la confianza en él en términos de amistad. La amistad nace de la comunidad de la persona con Jesús y de la común vivencia de entrega, efectos de que el Espíritu habita en la comunidad. En als personas que la forman.
El amor mutuo hace hijos de Dios y da a los discípulos la característica de Jesús. Por eso requiere Jesús que la relación entre los suyos y él se conciba como amistad. Siendo el centro del grupo, no se coloca por en­cima de él; se hace compañero de los suyos en la tarea común. La igual­dad y el afecto crean la libertad. La comunicación de vida no produce subordinación, sino compenetración e intimidad.

La diferencia entre el siervo y el amigo estriba en la ausencia o presencia de la confianza. Jesús, que va a morir por los suyos, no tiene secretos para ellos. Lo que ha oído del Padre y les ha comunicado por entero es el proyecto de Dios sobre el ser humano y los medios para realizarlo. La relación entre amigos no es ya la de maestro y discípulo. Ha terminado el aprendizaje. Jesús se lo ha comunicado todo a ellos. No se reserva ninguna doctrina, no imparte ninguna enseñanza esotérica ni forma ningún círculo privilegiado.

Las palabras de Jesús se refieren a todos los discípulos de todos los tiempos.
En cierto modo, él ha elegido a la humanidad entera, pues ha venido a que el mundo por él se salve (Jn 3,17). Estas palabras expresan la experiencia de cada cris­tiano, pues, aun siendo consciente de su opción libre por Jesús, sabe que no puede atribuir sólo a su iniciativa la condición de miembro de la nueva comu­nidad. Había un amor precedente, en cuyo ámbito él ha entrado. Esta conciencia funda la acción de gracias.

Jesús elige personas para la misión. Los discípulos son colaboradores suyos. No los admite ni los envía en condiciones de inferioridad, sino en el plano de la amistad y de la cooperación.
Los discípulos han de recorrer, en medio de la humanidad, su camino hacia el Padre, el de su entrega a los demás. Harán realidad el propósito de Jesús: llevar a su fin la creación del hombre, hacer personas adultas, libres y responsables, animados por su mismo Espíritu. A través de ellos se irá realizando la salvación.

La labor de los suyos tiene un efecto duradero que va cambiando la sociedad, vuestro fruto permanezca. La eficacia de la tarea no se mide tanto por su extensión como por su profundidad, de la que depende la duración del fruto.

La dedicación a realizar las obras de Dios, que es la sustan­cia de la misión, pone a disposición de los discípulos la fuerza del Pa­dre.

Jesús repite su mandamiento (v. 12), enuncia la condición para estar vinculados a él y producir fruto. La repetición es, al mismo tiempo, un aviso: si no existe esta calidad de amor, falta lo esencial.


SEMANA V DE PASCUA

Resultado de imagen de SANTOS FELIPE Y SANTIAGOJUEVES, 3 DE MAYO

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES



Juan 14,7-14
7Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. 8Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. 9Jesús le replica: Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. 11Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
12En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre.
13Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

COMENTARIO
El Padre es el destino, la meta del camino. Cristo/camino se refuerza con esta expresión. Jesús es el único camino para el Padre. Fuera de él solo hay extravío/ mentira/muerte. Los destellos de verdad que podemos encontrar son destellos del camino.
El v. 7 está en relación con v. 9b: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Tienen el mismo sentido.

Por boca de Felipe aparece la falta de comprensión. Invitado por Jesús a seguirlo, Felipe lo identificó con la figura del Mesías, según la mentalidad judía. Jesús es la realización/plenitud, no de la ley, sino del amor de Dios.
¿Qué sabemos de Felipe? El nombre quiere decir “amante de los caballos”. Es uno de los Doce, siguió a Jesús después de presentarle a Natanael (Jn 1,43), aparece de intermediario en la escena de la multiplicación de los panes (Jn 6), entre Jesús y los paganos (12,21), en el camino de Jerusalén a Gaza sirvió de guía al eunuco: ¿entiendes lo que estás leyendo? ¿Cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica? Hech 8,26-39. A través de las palabras de Felipe, el evangelista proclama la necesidad honda/profunda y universal de conocer, de “ver” al Padre.

Jesús contesta con una queja. La convivencia con él no le ha sacado de la idea tradicional, no puede comprender que el Padre está presente en Jesús.

El verbo ver/visto no indica un ver con estos ojos físicos, como si Dios pudiera ser objeto de nuestra visión, sino comprensión en la fe, de experiencia de fe. Es la fuerza de un encuentro a nivel profundo y experimental. Se trata de una experiencia de revelación, de quitar velos, de auto manifestación del Padre para entrar en comunicación con el ser humano. A través del Hijo, el creyente está en presencia del mismo Padre.

Hay que tener en cuenta la doble perspectiva, un doble plano, que está presente en el relato:
·         Antes de Pascua: el discípulo aún no ha penetrado en el misterio de Jesús.
·         Después de la experiencia pascual: el discípulo se siente en la esfera de lo vino, en el ambiente del Padre por la comunión con Jesús, mediante el Espíritu.
La presencia del Padre en Jesús es dinámica. A través de él ejercer su actividad, por ser el lugar de la presencia del Padre.

Obras, "erga" en griego, tiene sentido pasivo, las obras realizadas. Son acciones a favor del ser humano y a, la vez, manifiestan al Padre. Son obras del Padre por las que se realiza su designio, su proyecto, su plan: dar vida en abundancia a la humanidad. Estas obras son el testimonio del Padre a favor de su hijo. Por ellas se llega a la fe en que Jesús es el enviado de Dios/Padre.
No hacer caso a estas obras como testimonio delata una situación de pecado.
Al consistir estas obras en acciones que dan al ser humano fuerza/libertad/plenitud de vida quien conozca al Hijo ha de reconocer la acción el Padre acción en ellas. La acción de Dios es comunicar vida por amor. Las obras de Jesús son señales, símbolos de lo visible. Por la fe llevan al conocimiento de la presencia de lo divino, el ámbito del Padre.

Las obras de los discípulos son las mismas que las de Jesús. Es realizar el plan de Dios/Padre (dar vida, comunicar el Espíritu) al estilo de Jesús, a través de la adhesión activa y continúa por la entrega de sí mismo a los demás. La situación de la humanidad ha de ser un estímulo a realizar las obras de Jesús que manifiestan el amor de Dios. No se trata de señales portentosas ni espectaculares, sino el trabajo por la liberación y la vida del ser humano. La comunión entre Jesús y su comunidad es tan estrecha que de la misma forma que Jesús expresa/simboliza al Padre, la comunidad debe expresar/simbolizar a él. Desde esa comunión cualquier cosa que los discípulos pidan al Padre en el nombre de Cristo, él la realizará. 

La comunidad de Jesús tiene que recorrer un camino, en un dinamismo de vida, de progresión. Su término pude ser el éxito (madurez, el pleno desarrollo de las facultades) o el fracaso (decadencia, ruina), pero es Jesús quien marca la dirección en la que el ser humano se realiza, el camino que él ha abierto en dirección a la solidaridad, a la entrega y al amor creciente. Este es el camino del éxito, de la vida definitiva. Y al mismo tiempo, Jesús comunica su vida, el Espíritu, para recorrer ese camino. El Espíritu empuja al ser humano por el camino, Cristo, hacia la meta, hacia el encuentro final del Padre.
Jesús acompaña siempre a los suyos en este camino. No es solo individual sino comunitario. La muerte no interrumpe la relación. Jesús los acompaña. Su amor se asocia al peregrino.

La obra de Jesús ha sido sólo un comienzo; el futuro reserva una labor más extensa. El discípulo podrá hacer lo mismo que Jesús e incluso más. Esto confirma que las señales hechas por Jesús no son irrepetibles por extraordinarias; su carácter principal es ser símbolos de la actividad que libera al hombre, ofreciéndole vida. Con estas palabras da ánimo a los discípulos para el futuro trabajo; la tarea liberadora puede ir adelante.
Los discípulos no están solos en su trabajo ni en su camino, Jesús seguirá actuando con ellos. A través de él, el amor del Padre, su gloria, seguirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para la misión.
La oración de la comunidad expresa su vinculación a Jesús. Se realiza desde la realidad de la unión con él, pidiendo fuerza para realizar su obra.

SEMANA V DE PASCUA

MIÉRCOLES, 2 DE MAYO


Juan 15,1-8
15 1Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

COMENTARIO
En varios pasajes del AT, la vid o viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12).
Ahora, las palabras de Jesús se contraponen a esos textos: no hay más pueblo de Dios, vid y sar­mientos,  que la nueva humanidad que se construye a partir de él:
·         la verdadera vid.
·         la luz verdadera (Jn 1,9).
·         el verdadero pan del cielo (Jn 6,32).
Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama mi Padre, quien ha plantado y cuida esta vid. El Dios del AT ahora es Jesús.

Las palabras de Jesús son severas. Definen la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que llevar a la práctica. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.
El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que ratificar la elección del propio ser humano. Al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de las tinieblas, de la no-vida. Es el que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se identifica con Jesús no se convierte en pan para los demás.

La confianza en la palabra y mensaje de Jesús implica la limpieza o decisión por su persona. No es limpieza en sentido de puro o impuro, como las leyes judías, sino en sentido de acogida o rechazo de su mensaje. Es la diferencia entre mundo justo e injusto, entre pecado/tinieblas y vida/luz. Sólo quien practica el amor a los demás agrada a Dios; y ese accede al Padre y el Padre vendrá a habitar con él (Jn 14,23).

Jesús exhorta a sus discípulos a renovar su confianza en él, mirando al fruto que han de producir. La unión con Jesús no es algo automático ni ritual, pide la decisión de la persona. A la confianza del discípulo responde la fidelidad de Jesús, y yo en vosotros. Esta unión mutua entre Jesús y los suyos, permaneced en mí, es la condición para la existencia de la comunidad, para su crecimiento y para que produzca fruto. Los discípulos no tendrán verdadero amor al hombre sin el amor a Jesús y sin amor al hombre no hay fruto posible.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad.

Repite Jesús su primera afirmación, no en relación con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y los suyos existe una unión íntima; la misma vida circ­ula en él y en ellos, gracias a la asi­milación a él (comer mi carne y beber mi sangre, Jn 6,56).
El fruto de que se hablaba antes se especifica ahora como dar fruto abundante. El fruto está en función de la unión con él, de quien fluye la vida. Sin estar unido a Jesús, el discípulo no puede comunicarla, sin mí no podéis hacer nada.
¿Y qué sucede si el discípulo/sarmiento no está unido a la vid/Jesús? El futuro del que sale de la comunidad por falta de amor es secarse, es decir, carecer de vida, se convierte en estéril. El final es el fracaso, los echan al fuego y arden. La muerte en vida acaba en la muerte definitiva.

Jesús continúa hablando de fecundidad. La respuesta a al mensaje de amor de Jesús el amor crea el ambiente propicio para el desarrollo de los miembros de la comunidad.  Y se hace colaborador en la tarea de los suyos, sin límite alguno, lo que deseéis.
La sintonía con Jesús, creada por el compromiso en favor del hombre, establece su colaboración activa con los suyos. Pedir signi­fica afirmar la unión con Jesús y reconocer que la fuerza de la vida pro­cede de él. La gloria, es decir, el amor del Padre, se manifiesta en la actividad de los discípulos, que trabajan en favor de los hombres.

SEMANA V DE PASCUA

MARTES, 1 DE MAYO

Juan 14,27-31
27La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28Me habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, 31pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo. Levantaos, vámonos de aquí.

COMENTARIO
Desear la paz era el saludo ordinario al llegar y al des­pedirse. La despedida y el saludo de Jesús no son, como los ordinarios, triviales. Tampoco se despide como todos, pues, aunque se va, no va a estar ausente. Ir al Padre, aunque sea a través de la muerte, no es una tragedia, puesto que su muerte va a ser la manifestación suprema del amor del Padre.
El Padre es más que Jesús:
·         En él Jesús tiene su origen.
·         El Padre lo ha consagrado y enviado. 
·         Todo lo que tiene procede del Padre.

Jesús había predicho la traición que lo llevaría a la muerte (13,19); ahora predice los efectos de ésta: el triunfo de la vida. La marcha es in­minente.
El príncipe de este mundo es la encarnación del poder opresor. Jesús no está en absoluto sometido a ese poder, ni este puede pretender autoridad sobre él ni tiene derecho a detenerlo y condenarlo. Pero va a acep­tar el enfrentamiento para mostrar a la humanidad su amor al Padre llevando a cabo su obra a costa de su propia vida.

La muerte de Jesús puede ser ocasión para mostrar a todos de la autenticidad de su mensaje y de su fidelidad al que lo envió. 


SEMANA V DE PASCUA

LUNES

30 DE ABRIL

Juan 14,11-18
11Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.  12En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre.
13Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. 15Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, 17el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.

COMENTARIO
Obras, "erga" en griego, tiene sentido pasivo, las obras realizadas. Son acciones a favor del ser humano y a, la vez, manifiestan al Padre. Son obras del Padre por las que se realiza su designio, su proyecto, su plan: dar vida en abundancia a la humanidad. Estas obras son el testimonio del Padre a favor de su hijo. Por ellas se llega a la fe en que Jesús es el enviado de Dios/Padre.
No hacer caso a estas obras como testimonio delata una situación de pecado.
Al consistir estas obras en acciones que dan al ser humano fuerza/libertad/plenitud de vida quien conozca al Hijo ha de reconocer la acción el Padre acción en ellas. La acción de Dios es comunicar vida por amor. Las obras de Jesús son señales, símbolos de lo visible. Por la fe llevan al conocimiento de la presencia de lo divino, el ámbito del Padre.

Las obras de los discípulos son las mismas que las de Jesús. Es realizar el plan de Dios/Padre (dar vida, comunicar el Espíritu) al estilo de Jesús, a través de la adhesión activa y continúa por la entrega de sí mismo a los demás. La situación de la humanidad ha de ser un estímulo a realizar las obras de Jesús que manifiestan el amor de Dios. No se trata de señales portentosas ni espectaculares, sino el trabajo por la liberación y la vida del ser humano. La comunión entre Jesús y su comunidad es tan estrecha que de la misma forma que Jesús expresa/simboliza al Padre, la comunidad debe expresar/simbolizar a él. Desde esa comunión cualquier cosa que los discípulos pidan al Padre en el nombre de Cristo, él la realizará. 

La comunidad de Jesús tiene que recorrer un camino, en un dinamismo de vida, de progresión. Su término pude ser el éxito (madurez, el pleno desarrollo de las facultades) o el fracaso (decadencia, ruina), pero es Jesús quien marca la dirección en la que el ser humano se realiza, el camino que él ha abierto en dirección a la solidaridad, a la entrega y al amor creciente. Este es el camino del éxito, de la vida definitiva. Y al mismo tiempo, Jesús comunica su vida, el Espíritu, para recorrer ese camino. El Espíritu empuja al ser humano por el camino, Cristo, hacia la meta, hacia el encuentro final del Padre.
Jesús acompaña siempre a los suyos en este camino. No es solo individual sino comunitario. La muerte no interrumpe la relación. Jesús los acompaña. Su amor se asocia al peregrino.

La obra de Jesús ha sido sólo un comienzo; el futuro reserva una labor más extensa. El discípulo podrá hacer lo mismo que Jesús e incluso más. Esto confirma que las señales hechas por Jesús no son irrepetibles por extraordinarias; su carácter principal es ser símbolos de la actividad que libera al hombre, ofreciéndole vida. Con estas palabras da ánimo a los discípulos para el futuro trabajo; la tarea liberadora puede ir adelante.
Los discípulos no están solos en su trabajo ni en su camino, Jesús seguirá actuando con ellos. A través de él, el amor del Padre, su gloria, seguirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para la misión.
La oración de la comunidad expresa su vinculación a Jesús. Se realiza desde la realidad de la unión con él, pidiendo fuerza para realizar su obra.


Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. El amor de Jesús es condición para vivir según sus mandamientos. La relación de Jesús y sus discípulos se manifiesta en la adhesión personal a Jesús que culmina en el amor. Se trata de una relación de amor. Y como en toda relación, se derivan unos mandamientos: surgen de la fuerza interior del Espíritu. Son superación de los de la ley antigua. No se enumeran ni se formulan, son la respuesta del amor del hombre a cada circunstancia. Son traducción del único mandamiento, Jn 13,34: os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros. No se trata de prescripciones morales. Mejor que mandamientos habría que traducirlo por “mis palabras”. La palabra se refiere a toda la actividad reveladora. Juan continúa en la tradición bíblica en la que ley es ante todo revelación/manifestación de Dios que conduce a la vida.

Jesús ejercer una función de mediador ante el Padre para la comunicación del Espíritu a los suyos. El verbo está en futuro, pediré. La comunidad recibe el Espíritu solamente a través de Jesús.
El término Paráclito quiere decir defensor, valedor, el que ayuda en cualquier circunstancia. En concreto, en la comunidad de Jesús tienen un doble papel: dentro de la comunidad, mantiene vivo e interpreta el mensaje de Jesús; respecto al mundo (orden del mundo), da seguridad a los discípulos y es el guía interpretando los acontecimientos. Otro Paráclito: mientras Jesús ha estado con los discípulos, les ha enseñado y protegido, les ha acompañado. Desde ahora será el Espíritu el que enseñe y proteja, por eso el v. 18.

Ese Paráclito es el Espíritu de la verdad. Él es la verdad, yo soy la Verdad y la comunica. Esta verdad pone en conexión con la vida, con el amor, con la libertad, pues la verdad hace libres. Es la Verdad sobre Dios, pues manifiesta el amor de Dios; y es la verdad sobre el hombre, pues revela la plenitud del ser humano, le hace posible conocer la salvación que Dios quiere para él.

Pero el mundo no puede recibirlo. Porque el mundo es el orden injusto, es lo contrario a Dios. Promueve la muerte, la injustica, la marginación. No pude reconocer ni aceptar el Espíritu de la verdad pues la mentira/muerte es incompatible con la vida.
Los discípulos tienen la experiencia del Espíritu, tienen la presencia de Jesús, en quien habita el Padre. Y esa experiencia será mayor con el Espíritu que Jesús les promete.

No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Huérfanos. Este término tiene connotaciones con el AT. El huérfano está bajo el poder de los poderosos, sobre el que se comete las mayores injusticias, no pertenece a nadie, está indefenso. Jesús no los deja indefensos ni huérfanos a pesar de la ausencia de su presencia física. Su ausencia no es definitiva. Es Presencia no física. Es Presencia espiritual, solo se descubre desde los “ojos de la fe”. El orden injusto no lo puede reconocer, no cree, vive en las tinieblas, no acepta la luz.

La muerte no pude con la Vida, la falsedad con la Verdad, las tiniebla con la Luz. Más allá de la muerte Jesús vive.  Las palabras de Jesús se refieren al día en que, aunque Jesús desaparezca físicamente, se hará presente en la comunidad. El Espíritu que procede del Padre y que Jesús comunica a los discípulos, le da a conocer que Él y el Padre que son uno.
Se constituye así una forma de vida donde el centro es el amor: la comunidad identificada con Jesús y a través de él con el Padre. En ella y a través de ella se ejerce la acción salvadora de Dios en la humanidad.