VÍA CRUCIS DEL DOLOR Y LA MISERICORDIA
ORACIÓN INICIAL
Al contemplarte
Cristo en tu Pasión, enséñanos quién es Dios. Dios está manifestando su
naturaleza en los sufrimientos de Cristo. Por tanto, el Dios que se manifiesta
en este momento es el Dios que entra en nuestro dolor, y en el dolor del mundo.
Deja a un lado su divinidad y se convierte en esclavo por amor nuestro.
En Cristo, que es
Dios, el pecado de la humanidad y la bondad de Dios se encuentran en la misma
persona. Cristo absorbe en sí el dolor y ora: "Padre, perdónales".
Cuando el pecado de
la humanidad ha hecho lo peor, Dios, en Cristo, contesta con la sangre y el
agua de su costado abierto. Tu amor Dios de bondad es más grande que el odio de
los hombres.
1ª ESTACIÓN: La Cena del
Señor (Lc
22,14-20)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Haced
esto en memoria mía. Tomad y
comed, esto es mi Cuerpo.
Tomad
y bebed esta es mi Sangre
Comenzamos este Vía
crucis haciendo memoria de Cristo en la última cena.
Señor Jesús, a través
de los símbolos del pan y del vino, en cada eucaristía, Tú continúas
entregándote a Dios y a nosotros por amor, como aquella tarde en el Calvario.
La Eucaristía, Señor, la tuya y la nuestra,
no es un objeto sagrado, no es una cosa, no es un
rito mágico sin más.
Celebramos la Eucaristía como don,
para que tu presencia pueda ser real en nuestra vida,
una presencia viva en nuestras actitudes y valores,
en nuestro estilo de pensar
y en la vida que elegimos vivir.
Padre
nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
2ª ESTACIÓN: Jesús, en
el Huerto de los Olivos (Lc 22,39-46)
Te adoramos, Cristo, y
te bendecimos
Que, por tu santa Cruz,
redimiste al mundo
Padre, que pase este
cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Tu voluntad, Señor, es nuestra libertad.
Tu voluntad es nuestro deseo más profundo.
Tu voluntad quiere que descubramos lo que de
verdad somos, queremos y deseamos.
Y esto siempre supone una lucha...
Tú, Señor, eres la alegría y la plenitud de
nuestros deseos.
Danos fuerza para aceptar tu voluntad,
para descubrir nuestros deseos más profundos, que muchas veces ignoramos
o no queremos reconocer.
Solo tu voluntad nos puede hacer felices.
Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Padre
nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
3ª ESTACIÓN: Jesús es
condenado por el Sanedrín (Mt 26,57-66)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios vivo a
que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo
has dicho. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
Ha blasfemado... ¿Qué decidís? Y ellos contestaron: Es reo de muerte.
Señor ha empezado el drama preparado desde los
comienzos.
A ti te condenan porque eres consecuente con tu
estilo de vida, tus valores, por hacer de tu vida servicio y entrega: es el
estilo del Reino de Dios.
Señor, nuestros sufrimientos no están causados,
precisamente, porque nuestra vida esté dedicada a tu Reino, sino que provienen
de nuestra frustración, cuando sentimos el fracaso de nuestros deseos al
construir nuestros reinos de honor, de poder, de prestigio...
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
4ª ESTACIÓN: Jesús es negado
por Pedro
(Mt 26,69-75)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Se acercaron los que
estaban allí y dijeron a Pedro: Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te
delata.
Entonces él se puso a
echar maldiciones y a jurar diciendo: No conozco a ese hombre. Y enseguida
cantó un gallo
Todos somos Pedro.
Es el momento de la duda, del miedo al reconocer
nuestra incompetencia.
Son los momentos en los que brotan nuestros
sentimientos de inferioridad al compararnos con los demás
de nuestra debilidad física o torpeza mental y
afectiva,
de nuestras dificultades para relacionarnos,
el miedo de nuestras soledades...
Pero también queremos creer en ti Jesús,
tu sales al encuentro en nuestro dolor por muy
insignificante y mediocre que sea.
Padre
nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
5ª ESTACIÓN: Pilato
juzga a Jesús, es flagelado y coronado de espinas (Jn 19,1-5)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Pilatos
lo mandó azotar. Los soldados gritaban ¡Salve, rey de los judíos!
Jesús nos revela lo
que realmente hace grande al ser humano: el amor que llega hasta dar la vida.
Jesús no
opone resistencia, no protesta, pero esto no quiere decir insensibilidad, sino
aceptación. De esta manera se escenifica el derrumbe del prestigio del poder.
La grandeza del hombre no está en los signos de esplendor ni en su prestigio
ante los otros, está en su mismo ser.
Ahora, Señor, solo te
pido humildad para presentarte en este viacrucis nuestro sufrimiento,
debilidad, nuestra mediocridad y escuchar tu sagrada voz: Te basta mi gracia. Mi fuerza se
manifiesta en la debilidad.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
6ª ESTACIÓN: Jesús carga
con la cruz
(Jn 19,13-17)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Jesús, tomando su cruz, salió hacia el lugar
llamado de 'la Calavera'.
Cuando contemplamos
estas escenas, Señor, a veces, surge la pregunta: ¿que Dios se manifiesta en tu
pasión, en tu sufrimiento, en tu cruz? U otras más neutrales que no conducen a
nada como: ¿por qué Dios lo permitió? O ¿porque Dios lo quiso?
En este camino de la
cruz comenzamos a descubrir que tú eres un Dios sufriente, solidario. Eres el
Dios que te mantienes dentro del dolor, entras en nuestro dolor,
en el dolor del
mundo.
Dejas a un lado tu
divinidad, te despojas, tomas la condición de esclavo, pasas por uno de tantos,
te sometes incluso a una muerte, a una muerte de cruz... Y todo esto por amor.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
7ª ESTACIÓN: Jesús es ayudado por el Cireneo (Lc 23,26)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Echaron mano de un tal Simón y lo cargaron con la
cruz.
Donde un hombre sufre,
se derrama la sangre de Cristo. Todo sufrimiento humano es sufrimiento de
Cristo, prolongación de su Pasión. Ayudar al hermano es tanto como ayudar a
Dios, que se deja ayudar en todos los que sufren
La cuestión del
sufrimiento no es porqué sufrimos, sino ¿hacia dónde me conduce: hacia Dios o
hacia mí mismo?
Lo que puede
parecemos una razón para desesperamos pueden ser un momento de gracia y el
comienzo de una nueva vida con sólo reconocer nuestro fracaso y confiar en
Dios. La respuesta está en el sufrimiento; ningún estado humano es
desesperanzador.
Padre
nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
8ª ESTACIÓN: Jesús
encuentra a las mujeres de Jerusalén (Lc 23,27-31)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Jesús les
dijo: No
lloréis por mí. Llorad por vosotras y por vuestros hijos.
El encuentro con
Cristo libera de la propia preocupación porque nuestra confianza está en la
bondad de Dios que trabaja en nosotros. En su luz vemos nuestra oscuridad.
El encuentro con
Cristo produce libertad interior, es capaz de entender, tolerar y esperar;
produce compasión y por tanto agudiza la sensibilidad ante cualquier forma de
injusticia.
El encuentro con
Cristo es compartir la felicidad de Dios y libera la mente para encontrarse con
Él en cualquier situación.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
9ª ESTACIÓN: Jesús es
crucificado (Lc
23,35-39)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Había un letrero que decía: “Jesús Nazareno,
el rey de los judíos”.
Durante su vida en
la tierra, Jesús vivió el amor del Padre en la creación, manifestó la compasión
y la bondad del Padre por la criatura más insignificante, denunció cualquier
forma de injusticia y opresión.
Jesús vio y
denunció la injusticia y engaño que se practicaba con los pobres y
desamparados. Vio cómo el rostro de su Padre se enmascaraba con la multiplicación
de reglas triviales y leyes impuestas por las autoridades en nombre de Dios.
Jesús no sufrió
este abuso pasivamente: desafió a los gobernantes y habló en público en contra
de ellos...
En la cruz,
aparentemente, aparece la victoria del pecado, de no dejar a Dios ser el Dios
de nuestras vidas. ¿Realmente lo es?
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
10ª ESTACIÓN: Jesús
promete su reino al buen ladrón (Lc 23,39-43)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Hoy, estarás conmigo en el Paraíso.
Celebra la pasión es Cristo es contempla la batalla
final del pecado contra la Bondad.
Jesús, en su humanidad, sufre el dolor del pecado.
Es como si todo el dolor acumulado del mal, el odio,
la ambición
y la crueldad de la humanidad hubieran unido sus
fuerzas
y se hubieran lanzado contra ti Cristo, contra Dios.
En ti, Jesús, todo el pecado de la humanidad,
con su fuerza destructora, choca contra toda la
bondad de Dios manifestada en ti.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
11ª ESTACIÓN: Jesús
crucificado, la Madre y el discípulo (Jn 19,25-27)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre.
El amor de Dios por
nosotros y por toda la creación se revela en los sufrimientos de Cristo... y de
María.
Estamos invitados a
dar respuesta a ese amor, no a través de un sufrimiento pasivo, sino dejando
que el amor y la compasión de Dios, así como su deseo de justicia, se expresen
en nuestras vidas.
Si entramos en la
pasión de Cristo, empezaremos a sentir el dolor de este mundo como Cristo lo
sintió, y sentiremos que su espíritu trabaja en nosotros absorbiendo este dolor
y transformándolo en perdón y amor.
A lo mejor
preferiríamos un Dios distinto, un Dios que devolviera el dolor a aquellos que
lo causan, "pero la necedad de Dios
es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios más fuerte
que la fortaleza humana"(1 Cor 1, 25),
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
12ª ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz (Jn 19,30-34.36)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Cuando el pecado de la humanidad ha hecho lo peor,
cuando se ha producido la mayor manifestación
destructora del pecado y su carga de dolor,
cuando parece que la victoria del pecado es segura,
cierta, evidente...
Entonces, podremos descubrir que tu amor
manifestado en la cruz es más fuerte
que el odio de la humanidad, que nuestro odio, que
mi odio.
Y has ganado una victoria, la gran victoria, para
siempre.
El pecado ha sido confrontado y ha salido
derrotado.
No se le podía hacer más daño a Dios que en la
humanidad de Jesús, su Hijo Amado.
Y tu Dios Padre, has transformado este atentado en
salvación por amor.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
13ª ESTACIÓN: Jesús es
depositado en un sepulcro nuevo (Jn 19,38-42)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
Depositaron
el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo.
Señor, que el dolor que experimentamos cada día,
la vaciedad que sentimos puedan ser signos de tu
cercanía: Felices vosotros que conocéis vuestro vacío y os
dejáis a merced de la misericordia de Dios.
Si no estuviéramos tan cerca de ti, tal vez no
sentiríamos con tanta fuerza el dolor de tu ausencia.
Y antes de dejarte en ese
sepulcro vacío y frío,
déjanos decirte, Señor
Jesús, que nos des la fuerza de tu debilidad
para aceptar nuestro dolor
y sufrimiento,
dejar que actúe en
nosotros tu compasión, tu misericordia, tu amor.
En nuestro dolor podemos
encontrarnos contigo en tu Pasión, conocer tu presencia, y dejar que
transformes nuestra desesperanza en esperanza.
Padre nuestro... Señor, pequé.
Tened
piedad y misericordia de mí
14ª ESTACIÓN: Jesús ha
resucitado
(Lc 24,1-9)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo?
Al final de este
Viacrucis dejemos que Cristo se quede con nosotros y escuchemos lo que nos
dice: La paz sea contigo como se lo dijo a aquellos discípulos llenos
de miedo.
Dejemos que nos enseñe
sus manos y sus pies, signos de su pasión y muerte por la que ha vencido los
poderes del mal y la destrucción, de tal manera que no hay crisis que se pueda
experimentar, en la que Él no esté presente conduciéndonos a un conocimiento
más profundo del poder y la gloria de su resurrección.
Y así, Señor, continuamos nuestra vida, en espera
de la Resurrección...
dejando que tu amor y tu misericordia se expresen
en nuestra existencia,
comenzando a sentir el dolor de este mundo como tú
lo sentiste,
sintiendo que tu Espíritu trabaja en nosotros
absorbiendo nuestro dolor
y transformándolo en perdón y amor.
Padre nuestro...
Señor,
pequé. Tened piedad y misericordia de mí
ORACIÓN FINAL
María, Madre de Jesús y
Madre Nuestra, te pedimos nos enseñes a vivir como vivió Jesús, tu Hijo y
nuestro Hermano: atentos a la voluntad del Padre y, a la vez, dispuestos a
ayudar a nuestros hermanos.
Que nos encontremos con el Dios vivo, el
Dios que penetra nuestra oscuridad,
debilidad y pecado, que entra dentro
de nuestro odio y desesperación y puede
transformarlo.
Que podamos entender la naturaleza del Dios
que nos posee,
un Dios que nos sigue en nuestra oscuridad y destrucción
y que, entrando
y compartiéndola, nos hace pasar de la muerte a la vida.
Por Jesucristo nuestro
Señor
R/ Amén.
Gracias por el viacrucis, lo echaba de menos
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