jueves, 25 de febrero de 2016

VÍA CRUCIS DEL DOLOR Y LA MISERICORDIA



ORACIÓN INICIAL
Al contemplarte Cristo en tu Pasión, enséñanos quién es Dios. Dios está manifestando su naturaleza en los sufrimientos de Cristo. Por tanto, el Dios que se manifiesta en este momento es el Dios que entra en nuestro dolor, y en el dolor del mundo. Deja a un lado su divinidad y se convierte en esclavo por amor nuestro.
En Cristo, que es Dios, el pecado de la humanidad y la bondad de Dios se encuentran en la misma persona. Cristo absorbe en sí el dolor y ora: "Padre, perdónales".
Cuando el pecado de la humanidad ha hecho lo peor, Dios, en Cristo, contesta con la sangre y el agua de su costado abierto. Tu amor Dios de bondad es más grande que el odio de los hombres.



1ª ESTACIÓN: La Cena del Señor (Lc 22,14-20)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
           
Haced esto en memoria mía.  Tomad y comed, esto es mi Cuerpo.
Tomad y bebed esta es mi Sangre 

Comenzamos este Vía crucis haciendo memoria de Cristo en la última cena.
Señor Jesús, a través de los símbolos del pan y del vino, en cada eucaristía, Tú continúas entregándote a Dios y a nosotros por amor, como aquella tarde en el Calvario.
La Eucaristía, Señor, la tuya y la nuestra,
no es un objeto sagrado, no es una cosa, no es un rito mágico sin más.
Celebramos la Eucaristía como don,
para que tu presencia pueda ser real  en nuestra vida,
una presencia viva en nuestras actitudes y valores,
en nuestro estilo de pensar
y en la vida que elegimos vivir.

Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí



2ª ESTACIÓN: Jesús, en el Huerto de los Olivos (Lc 22,39-46)
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

Padre, que pase este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Tu voluntad, Señor, es nuestra libertad.
Tu voluntad es nuestro deseo más profundo.
Tu voluntad quiere que descubramos lo que de verdad somos, queremos y deseamos.
Y esto siempre supone una lucha...

Tú, Señor, eres la alegría y la plenitud de nuestros deseos.
Danos fuerza para aceptar tu voluntad,
para descubrir nuestros deseos más profundos,  que muchas veces ignoramos 
o no queremos reconocer.
Solo tu voluntad nos puede hacer felices.
Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí



3ª ESTACIÓN: Jesús es condenado por el Sanedrín (Mt 26,57-66)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

           
Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: Ha blasfemado... ¿Qué decidís? Y ellos contestaron: Es reo de muerte.
Señor ha empezado el drama preparado desde los comienzos.
A ti te condenan porque eres consecuente con tu estilo de vida, tus valores, por hacer de tu vida servicio y entrega: es el estilo del Reino de Dios.

Señor, nuestros sufrimientos no están causados, precisamente, porque nuestra vida esté dedicada a tu Reino, sino que provienen de nuestra frustración, cuando sentimos el fracaso de nuestros deseos al construir nuestros reinos de honor, de poder, de prestigio...
             
            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí


4ª ESTACIÓN: Jesús es negado por Pedro (Mt 26,69-75)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

Se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata. 
Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo: No conozco a ese hombre. Y enseguida cantó un gallo

Todos somos Pedro.
Es el momento de la duda, del miedo al reconocer nuestra incompetencia.
Son los momentos en los que brotan nuestros sentimientos de inferioridad al compararnos con los demás
de nuestra debilidad física o torpeza mental y afectiva,
de nuestras dificultades para relacionarnos,
el miedo de nuestras soledades...
Pero también queremos creer en ti Jesús,
tu sales al encuentro en nuestro dolor por muy insignificante y mediocre que sea.

            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí



5ª ESTACIÓN: Pilato juzga a Jesús, es flagelado y coronado de espinas (Jn 19,1-5)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

Pilatos lo mandó azotar. Los soldados gritaban ¡Salve, rey de los judíos!
Jesús nos revela lo que realmente hace grande al ser humano: el amor que llega hasta dar la vida. Jesús no opone resistencia, no protesta, pero esto no quiere decir insensibilidad, sino aceptación. De esta manera se escenifica el derrumbe del prestigio del poder. La grandeza del hombre no está en los signos de esplendor ni en su prestigio ante los otros, está en su mismo ser.
Ahora, Señor, solo te pido humildad para presentarte en este viacrucis nuestro sufrimiento, debilidad, nuestra mediocridad y escuchar tu sagrada voz: Te basta mi gracia. Mi fuerza se manifiesta en la debilidad.   

            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí


6ª ESTACIÓN: Jesús carga con la cruz (Jn 19,13-17)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Jesús, tomando su cruz, salió hacia el lugar llamado de 'la Calavera'.
Cuando contemplamos estas escenas, Señor, a veces, surge la pregunta: ¿que Dios se manifiesta en tu pasión, en tu sufrimiento, en tu cruz? U otras más neutrales que no conducen a nada como: ¿por qué Dios lo permitió? O ¿porque Dios lo quiso?
En este camino de la cruz comenzamos a descubrir que tú eres un Dios sufriente, solidario. Eres el Dios que te mantienes dentro del dolor, entras en nuestro dolor,
en el dolor del mundo.
Dejas a un lado tu divinidad, te despojas, tomas la condición de esclavo, pasas por uno de tantos, te sometes incluso a una muerte, a una muerte de cruz... Y todo esto por amor.


            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí


7ª  ESTACIÓN: Jesús es ayudado por el Cireneo (Lc 23,26)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Echaron mano de un tal Simón y lo cargaron con la cruz.

Donde un hombre sufre, se derrama la sangre de Cristo. Todo sufrimiento humano es sufrimiento de Cristo, prolongación de su Pasión. Ayudar al hermano es tanto como ayudar a Dios, que se deja ayudar en todos los que sufren
La cuestión del sufrimiento no es porqué sufrimos, sino ¿hacia dónde me conduce: hacia Dios o hacia mí mismo?         
Lo que puede parecemos una razón para desesperamos pueden ser un momento de gracia y el comienzo de una nueva vida con sólo reconocer nuestro fracaso y confiar en Dios. La respuesta está en el sufrimiento; ningún estado humano es desesperanzador.
           

Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí





8ª ESTACIÓN: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (Lc 23,27-31)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo
           
Jesús les dijo: No lloréis por mí. Llorad por vosotras y por vuestros hijos.
El encuentro con Cristo libera de la propia preocupación porque nuestra confianza está en la bondad de Dios que trabaja en nosotros. En su luz vemos nuestra oscuridad.
El encuentro con Cristo produce libertad interior, es capaz de entender, tolerar y esperar; produce compasión y por tanto agudiza la sensibilidad ante cualquier forma de injusticia.
El encuentro con Cristo es compartir la felicidad de Dios y libera la mente para encontrarse con Él en cualquier situación.


            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí






9ª ESTACIÓN: Jesús es crucificado (Lc 23,35-39)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Había un letrero que decía: “Jesús Nazareno, el rey de los judíos”.
Durante su vida en la tierra, Jesús vivió el amor del Padre en la creación, manifestó la compasión y la bondad del Padre por la criatura más insignificante, denunció cualquier forma de injusticia y opresión.
Jesús vio y denunció la injusticia y engaño que se practicaba con los pobres y desamparados. Vio cómo el rostro de su Padre se enmascaraba con la multiplicación de reglas triviales y leyes impuestas por las autoridades en nombre de Dios.
Jesús no sufrió este abuso pasivamente: desafió a los gobernantes y habló en público en contra de ellos...
En la cruz, aparentemente, aparece la victoria del pecado, de no dejar a Dios ser el Dios de nuestras vidas. ¿Realmente lo es?


            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí


10ª ESTACIÓN: Jesús promete su reino al buen ladrón (Lc 23,39-43)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Hoy, estarás conmigo en el Paraíso.
Celebra la pasión es Cristo es contempla la batalla final del pecado contra la Bondad.
Jesús, en su humanidad, sufre el dolor del pecado.
Es como si todo el dolor acumulado del mal, el odio, la ambición
y la crueldad de la humanidad hubieran unido sus fuerzas
y se hubieran lanzado contra ti Cristo, contra Dios.

En ti, Jesús, todo el pecado de la humanidad,
con su fuerza destructora, choca contra toda la bondad de Dios manifestada en ti.


            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí



11ª ESTACIÓN: Jesús crucificado, la Madre y el discípulo (Jn 19,25-27)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre.
El amor de Dios por nosotros y por toda la creación se revela en los sufrimientos de Cristo... y de María.
Estamos invitados a dar respuesta a ese amor, no a través de un sufrimiento pasivo, sino dejando que el amor y la compasión de Dios, así como su deseo de justicia, se expresen en nuestras vidas.
Si entramos en la pasión de Cristo, empezaremos a sentir el dolor de este mundo como Cristo lo sintió, y sentiremos que su espíritu trabaja en nosotros absorbiendo este dolor y transformándolo en perdón y amor.

A lo mejor preferiríamos un Dios distinto, un Dios que devolviera el dolor a aquellos que lo causan, "pero la necedad de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios más fuerte que la fortaleza humana"(1 Cor 1, 25),


            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí


12ª  ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz (Jn 19,30-34.36)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            Inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Cuando el pecado de la humanidad ha hecho lo peor,
cuando se ha producido la mayor manifestación destructora del pecado y su carga de dolor,
cuando parece que la victoria del pecado es segura, cierta, evidente...
Entonces, podremos descubrir que tu amor manifestado en la cruz es más fuerte
que el odio de la humanidad, que nuestro odio, que mi odio.
Y has ganado una victoria, la gran victoria, para siempre.
El pecado ha sido confrontado y ha salido derrotado. 
No se le podía hacer más daño a Dios que en la humanidad de Jesús, su Hijo Amado.
Y tu Dios Padre, has transformado este atentado en salvación por amor.
           

            Padre nuestro...

Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí



13ª ESTACIÓN: Jesús es depositado en un sepulcro nuevo (Jn 19,38-42)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

Depositaron el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo.
Señor, que el dolor que experimentamos cada día,  
la vaciedad que sentimos puedan ser signos de tu cercanía: Felices vosotros que conocéis vuestro vacío y os dejáis a merced de la misericordia de Dios.
Si no estuviéramos tan cerca de ti, tal vez no sentiríamos con tanta fuerza el dolor de tu ausencia.

Y antes de dejarte en ese sepulcro vacío y frío,
déjanos decirte, Señor Jesús, que nos des la fuerza de tu debilidad
para aceptar nuestro dolor y sufrimiento,
dejar que actúe en nosotros tu compasión, tu misericordia, tu amor.
En nuestro dolor podemos encontrarnos contigo en tu Pasión, conocer tu presencia, y dejar que transformes nuestra desesperanza en esperanza.

           
            Padre nuestro... Señor, pequé.
Tened piedad y misericordia de mí


14ª ESTACIÓN: Jesús ha resucitado (Lc 24,1-9)
            Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
            Que, por tu santa Cruz, redimiste al mundo

            ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Al final de este Viacrucis dejemos que Cristo se quede con nosotros y escuchemos lo que nos dice: La paz sea contigo como se lo dijo a aquellos discípulos llenos de miedo.
Dejemos que nos enseñe sus manos y sus pies, signos de su pasión y muerte por la que ha vencido los poderes del mal y la destrucción, de tal manera que no hay crisis que se pueda experimentar, en la que Él no esté presente conduciéndonos a un conocimiento más profundo del poder y la gloria de su resurrección.

Y así, Señor, continuamos nuestra vida, en espera de la Resurrección...
dejando que tu amor y tu misericordia se expresen en nuestra existencia,
comenzando a sentir el dolor de este mundo como tú lo sentiste,
sintiendo que tu Espíritu trabaja en nosotros absorbiendo nuestro dolor
y transformándolo en perdón y amor.
           
            Padre nuestro...
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí





ORACIÓN FINAL
María, Madre de Jesús y Madre Nuestra, te pedimos nos enseñes a vivir como vivió Jesús, tu Hijo y nuestro Hermano: atentos a la voluntad del Padre y, a la vez, dispuestos a ayudar a nuestros hermanos.
Que nos encontremos con el Dios vivo, el Dios que penetra nuestra oscuridad, debilidad y pecado, que entra dentro de nuestro odio y desesperación y puede transformarlo.
Que podamos entender la naturaleza del Dios que nos posee,
un Dios que nos sigue en nuestra oscuridad y destrucción
y que, entrando y compartiéndola, nos hace pasar de la muerte a la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor
R/ Amén.



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